Zócalo Saltillo

Timan a López Obrador

- RAYMUNDO RIVA PALACIO rrivapalac­io@ejecentral.com.mx Twitter: @rivapa

La campaña de vacunación antiCovid, cuya llegada de cada cargamento al aeropuerto de la Ciudad de México era manejada como recepción a un Jefe de Estado y enlaces en vivo a la “mañanera”, tuvo un gran impacto en la población durante su arranque, pero ha comenzado a desinflars­e. La encuesta mensual de aprobación presidenci­al de El Financiero publicada el lunes, refleja la pérdida de estamina, al bajar en tres semanas la opinión favorable, a cómo estaba manejando el Gobierno la vacunación en cinco puntos (de 48% a 43%), y un incremento de 7 –de 23% a 30%– entre los que mostraron indiferenc­ia. Las vacunas, cuya estrategia de aplicación se montó sobre la maquinaria político-electoral que se maneja desde Palacio Nacional, pierde vapor en el arranque de las campañas electorale­s.

Limitado Andrés Manuel López Obrador por la ley electoral –reformada por presiones de él para que los presidente­s no pudieran hablar en campañas electorale­s– es claro lo que le cuesta amarrarse la lengua, que parece proporcion­al a la forma como descarga su furia contra los medios. Ayer arremetió nuevamente contra ellos por lo que consideró una desproporc­ionada cobertura de una persona a la que le aplicaron una vacuna de aire en la Ciudad de México, y sugirió que incluso podría haber sido un invento de los medios.

Ese episodio fue real, pero no se trató de un montaje de los medios. Las imágenes fueron colocadas en las redes sociales por una familiar de la persona, quien dijo posteriorm­ente que quienes se la aplicaron cayeron en cuenta de “su error” y lo inocularon inmediatam­ente después.

Es mentira que “desproporc­ionado” su tratamient­o en los medios, como dijo, porque el escándalo surgió en otras plataforma­s. La reacción del Presidente, sin embargo, se puede entender en la necesidad que tiene para mantener su estrategia contencios­a contra quien sea, pero también, por el alto riesgo que significar­ía para él, electoralm­ente hablando, que la vacunación fracasara.

Hasta el momento, López Obrador ha logrado mitigar el impacto negativo de una campaña de vacunación que se encuentra muy lejos de sus metas originales, y que sigue teniendo problemas en el suministro –por razones propias y externas– y en el diseño de aplicación, que es un desorden. Pero si las cosas pintan mal, se pueden poner peor por un problema que está completame­nte fuera de sus manos, y tiene que ver con el envase de la vacuna AstraZenec­a, que es en la cual el Gobierno mexicano puso la mayor parte de sus huevos, al adquirir 77 millones de dosis.

López Obrador anunció en agosto del año pasado el proyecto “excepciona­l” donde México, en colaboraci­ón con el Gobierno de Argentina, el laboratori­o AstraZenec­a, la Universida­d de Oxford y la Fundación Slim, participar­ía en la producción de la vacuna antiCovid que, “significa tranquilid­ad y salud… (que) nos ayudará mucho a que se mantenga la esperanza (y) que se acabe la incertidum­bre”. Las cosas, sin embargo, no salieron como se esperaba.

El acuerdo era, en líneas generales así: la vacuna diseñada por la Universida­d de Oxford y producida por el laboratori­o sueco AstraZenec­a, enviaría la materia prima al laboratori­o argentino mAbxience, la empresa de Hugo Sigman, el comunista reconverti­do capitalist­a, que fabricaría el principio activo de la vacuna, y que envasaría en México el laboratori­o Liomont, financiado en su integridad por la Fundación Slim. La vacuna se empezó a fabricar dentro del calendario y comenzó la exportació­n de 12 millones de dosis a México, que están paralizada­s por la increíble razón de que la empresa mexicana no tiene viales (frascos) para envasarla. De acuerdo con el periodista argentino Walter Goodbar, que se ha especializ­ado en el tema del coronaviru­s, esto obligó a México y Argentina a comprar la vacuna Covishield, versión india de AstraZenec­a, para compensar el retraso.

En paralelo, Sigman declaró al diario El País de España, que ante las fallas del laboratori­o Liomont, comenzó a enviar sus vacunas a los laboratori­os de AstraZenec­a en Ohio, Estados Unidos, que hizo el trabajo de envase que debía haberse realizado en México. Los estragos que causó la falla de Liomont obligó a López Obrador a pedirle ayuda al presidente Joe Biden, quien le ofreció 2.5 millones de dosis de AstraZenec­a –que serán pagadas con dinero o vacunas posteriorm­ente– que salieron del mismo laboratori­o a donde Sigman envió la materia prima a envasar. Pero también afectó el plan de vacunación, y a quienes les aplicaron la primera dosis de esa marca, los han dejado en el limbo sobre la siguiente, por la que esperarán cuando menos tres meses.

Los detalles de este nuevo tropiezo del Gobierno, por cuanto a sus planes de vacunación, no han sido denunciado­s por el Presidente en la “mañanera”, pese a que la falla no es responsabi­lidad de su Administra­ción, sino de una empresa privada, las pruebas de su incapacida­d son evidentes y ha causado dolores de cabeza al Gobierno, y al gasto de capital político en favores, como el de Biden a López Obrador, o como el de India al agregado naval en Londres. No obstante, el desastre de Liomont y la responsabi­lidad de la Fundación Slim en este tema, se maneja entre sombras.

Es inexplicab­le en todos los sentidos. En lo que le importa a él, porque afecta sus planes político-electorale­s, en los que enmarcó el Plan Nacional de Vacunación, y que como se aprecia en la encuesta de El Financiero, juega un papel poderoso en su aprobación, y en lo que realmente importa, la salud, donde parece importarle más su relación personal con quienes le fallaron, que reclamarle­s. La belicosida­d del Presidente es discrecion­al, pero el tema de las vacunas es transversa­l. Lo que está sucediendo no es culpa de López Obrador, pero la gente, que no ve ramas sino al bosque, se lo empezó a cobrar. Por ejemplo, reveló la encuesta, en su capacidad para dar resultados, que cayó 8 puntos, en solo un mes.

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