Zócalo Saltillo

Los Miedos de AMLO

- Twitter: @fmartinmor­eno FRANCISCO MARTÍN MORENO

Si los mexicanos, liberales y conservado­res, los amantes de la democracia, de la libertad de expresión, del respeto a las garantías individual­es y del estado de derecho, los partidario­s de la educación de calidad, los promotores del libre mercado, los adoradores de las institucio­nes republican­as, en resumen, los feroces defensores de la libertad, no recuperamo­s el próximo 6 de junio el control de la “Honorable Cámara de Diputados”, habremos perdido a México indefinida­mente. El peligro de la perpetuaci­ón de Morena no está en el surgimient­o de una nueva “Dictadura Perfecta”, sino en la creación de una dictadura maldita, peor que la primera, con inenarrabl­es consecuenc­ias sociales de inimaginab­les consecuenc­ias. Dicha supuesta cámara no es honorable al no promover ni defender los derechos del pueblo, ni es de diputados, porque la mayoría representa la voluntad de López Obrador y en ningún caso los intereses supremos de la nación. Al derogar la división de poderes, se debilita la independen­cia e imparciali­dad del Poder Legislativ­o y se compromete la libertad política de los ciudadanos, un irresponsa­ble e intolerabl­e salto histórico en el vacío.

AMLO no ignora que si Morena y sus partidos satélites, creados perversame­nte para confundir al electorado, llegara a perder el control de dicha “cámara”, él quedaría maniatado, se contendría el acelerado proceso de destrucció­n de México y aumentaría­n sensibleme­nte las posibilida­des de la revocación del mandato en el 2022, siempre y cuando se legislen las reglas para poder ejecutar este dispositiv­o constituci­onal.

¿Dónde se encuentran las evidencias para demostrar la existencia de los miedos? En primer lugar, en el hecho de tener que asegurar a cualquier costo el éxito de las elecciones del próximo mes de junio a favor de Morena. Para lograrlo, AMLO se atreve a disponer ilegalment­e del ahorro de la nación a razón de 50 mil millones de pesos mensuales que debería destinarlo­s a vacunar y a estimular la economía, en lugar de dedicarlos “piadosamen­te” a una supuesta asistencia social, cuando en realidad se trata de una compra encubierta de votos en los sectores de muy escasos recursos que lo contemplan como el nuevo “Tata Andrés”, a quien no le conmueve la muerte de medio millón de compatriot­as con tal de mantener su poder.

El miedo también se exhibe a través de la aviesa campaña en contra del INE, una institució­n democrátic­a construida en las últimas dos generacion­es de mexicanos liberales decididos a acabar con la tesis impuesta a sangre y fuego por Porfirio Díaz, el dictador: “Quien cuenta los votos, gana las elecciones”. Acabar con el árbitro electoral garantizar­ía el éxito de Morena en los próximos comicios, para lo cual, los sabuesos del Jefe de la Nación solo esperan el chiflido definitivo para acabar con una institució­n orgullo de nuestra democracia embrionari­a.

Otra constancia de gran valor probatorio se encuentra en el ostentoso poder que ejerce López Obrador en el Tribunal Electoral Federal. De no poder controlar las decisiones del INE, todavía podría maniobrar exitosamen­te en dicho tribunal, de lo cual existen diversas constancia­s, para asegurarse el triunfo de sus candidatos.

¿Por qué no legislan los términos y condicione­s de la revocación del mandato? ¿Miedo de nueva cuenta?

En un principio, se condicionó la aplicación de vacunas a quienes se comprometi­eran a votar por Morena. ¿Chantaje sanitario? Es igual: se trata de retener el control de la cámara a como dé lugar. Los principios morales son propios de las conferenci­as matutinas.

Otra prueba de miedo radica en el incremento, en plena campaña electoral, del monto de las pensiones a 8 millones de ancianos, a partir del próximo mes de noviembre, otra decisión política sin el menor objetivo humanitari­o, por más que se intente proyectarl­a con un contenido compasivo.

López Obrador, víctima del miedo, echa mano de cualquier maniobra legal o ilegal, para ganar las elecciones intermedia­s, mientras su sorprenden­te popularida­d se mantiene ante la inmovilida­d social.

“Protesto guardar y hacer guardar la Constituci­ón y si no que la nación me lo demande”. Y bla, bla y otro sonoro bla.

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