Zócalo Saltillo

El INE, la OEA y las elecciones de junio

- JORGE G. CASTAÑEDA

Aparte de Rubén Cortés en su Canela Fina, no he visto que alguien en la comentocra­cia haya detectado la conexión que hay entre la ofensiva del Gobierno contra el INE y sus crecientes ataques a la OEA, y en particular a quienes se encargan de la observació­n de elecciones. Sin embargo, ambas embestidas van de la mano.

La primera y más clara manifestac­ión de este combate del Gobierno actual reside en la declaració­n conjunta firmada por AMLO y Luis Arce, el nuevo Presidente de Bolivia. Como se recordará, el informe de la misión electoral de la OEA sobre el fraude electoral en Bolivia a finales de 2019 fue clave para impedir la reelección ilegal de Evo Morales, y contribuyó a su renuncia. El grupo informal de países antes llamados del ALBA -la asociación formada por Hugo Chávez- y que hoy cuenta entre sus integrante­s a México, Argentina, Bolivia, Nicaragua y Cuba, siempre consideró que el secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, fue parte activa del “golpe de Estado” contra Evo Morales. Por eso, López Obrador y Arce “coincidier­on en la importanci­a de promover el carácter técnico, objetivo e imparcial de las misiones de observació­n electoral de la OEA”.

En otras palabras, que la OEA no diga si hubo fraude o no, ni quién ganó, ni si los comicios en determinad­o país se atuvieron a la legalidad vigente en ese país y a los convenios internacio­nales correspond­ientes. Es decir, que no observe. Ahora bien, en muchos casos, quien invita a la OEA (o a la ONU, o al Centro Carter) es la autoridad electoral, que por definición suele ser autónoma en América Latina. En México, lo es. De allí el dilema: ¿Cómo impedir que observe la OEA si el INE la invita?

En efecto, el INE ya invitó a la OEA para que envíe una misión para observar las elecciones de junio. Lo que es más, la OEA ha participad­o como observador­a en todas las principale­s votaciones en México desde 1994. Lo hace en todos los países, cada vez, bajo un régimen que implica el otorgamien­to de “inmunidade­s y privilegio­s” por parte del Gobierno anfitrión. En México, la instancia responsabl­e de ello es, lógicament­e, la Secretaría de Relaciones Exteriores. Desde la época de Salinas, a todas las misiones de observació­n de este tipo se les ha brindado ese estatuto, con las obligacion­es y responsabi­lidades pertinente­s. Sin dichos “inmunidade­s y privilegio­s”, ni la OEA ni nadie puede asistir a una elección.

Ya empezaron las campañas. Estamos a dos meses de los comicios más grandes de la historia de México, que se celebrarán en plena pandemia. Se trata de una coyuntura en la cual la presencia internacio­nal es por lo tanto especialme­nte útil. Y en vista del deterioro de la imagen del INE, debido a los ataques constantes del Gobierno, especialme­nte necesaria.

Pero hasta ahora, la SRE no ha mandado los documentos indispensa­bles a la sede de la OEA en Washington. Tal vez el motivo sea solo el caos en la cancillerí­a o la excesiva carga de trabajo: comprar pipas, mendigar vacunas, perseguir hondureños, en fin... O quizás la Secretaría no quiere que la OEA despache una misión de observació­n a México, o en todo caso, que llegue lo más tarde posible, porque no quiere a Almagro, porque es intervenci­onista, porque derrocó a Evo (“hermano, ya eres mexicano”), y porque es amiguito de Lorenzo Córdova y el INE. ¿Será?

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