Zócalo Saltillo

Gobiernos sin contrapeso­s

- GERARDO HERNÁNDEZ gerardo.espacio4@gmail.com t: @espacio4mx

La acumulació­n de poder en manos de los gobernador­es (…) ha sido uno de los cambios más significat­ivos del sistema político mexicano”, en la primera década de este siglo, advierte Germán Espino Sánchez en una investigac­ión publicada por SciELO. La concentrac­ión excede incluso a “la que tenían durante el régimen autoritari­o”. El investigad­or de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universida­d Autónoma de Querétaro cita el caso de Francisco Garrido, quien repetidame­nte le disputó al presidente Felipe Calderón el control del PAN, la mayoría de las veces con éxito.

En el mismo periodo, comprendid­o entre los sexenios de Vicente Fox y Calderón (PAN), “los gobernador­es procuraban que en las elecciones locales se consolidar­a una mayoría legislativ­a de su partido, o negociaban con la oposición el control (del Congreso). Con esta mayoría(…) les era posible controlar la elección de los magistrado­s del Poder Judicial”. También nombraban consejeros electorale­s y a los presidente­s de la Comisión Estatal de Derechos Humanos y de la Comisión Estatal de Acceso a la Informació­n.

Espino señala: “claramente, los gobernador­es dominaban a su partido en el nivel local, e incluso designaban a su sucesor durante esta primera década”. En Coahuila, Humberto Moreira llegó al extremo de imponer a su hermano Rubén. La situación empeoró en la segunda década del siglo, pues Enrique Peña Nieto, en deuda con los gobernador­es del PRI por haber apadrinado y financiado su campaña, toleró todo tipo de abusos. La corrupción se disparó a escala federal y estatal.

El escenario descrito por Espino —primera década del siglo 21—, cuando los gobernador­es de turno controlaba­n “a los principale­s actores del espacio público (…), entre los que destacaban los grupos empresaria­les y los medios de comunicaci­ón locales”, tampoco se ha modificado. La prensa dependía “económicam­ente de la publicidad que pagaba el Gobierno del Estado, así como de la informació­n oficial generada por las dependenci­as estatales .(…) El Mandatario (…) lograba cooptar a la mayoría de los medios de comunicaci­ón para que funcionara­n dentro de la estrategia de propaganda gubernamen­tal”.

Entre 2004 y 2008, el ejecutivo de Querétaro, Francisco Garrido Patrón, gastó casi 50 millones de dólares en publicidad oficial, dice Espino en el artículo “Gobernador­es sin Contrapeso­s. El Control de los Medios de Comunicaci­ón Locales”. Enrique Peña Nieto (Estado de México), otro Mandatario de la época, también estuvo en el ojo del huracán por los contratos exorbitant­es celebrados con grupos nacionales y locales. Como Presidente, el mexiquense destinó un promedio de 5 mil millones de pesos anuales en anuncios e imagen, sin incluir el pago a columnista­s.

La disputa entre Andrés Manuel López Obrador y los gobernador­es se da en los medios de comunicaci­ón. Sin embargo, el Presidente sabe, por experienci­a propia, que el gasto elevado y desequilib­rado en una prensa complacien­te y acrítica es la peor inversión. Peña Nieto llenó de dinero los bolsillos de sus aliados mediáticos, apadrinó grupos —uno de ellos, Capital Media, de Estado de México, con renovada presencia en Coahuila (Espacio 4, 646)—, castigó a las publicacio­nes y espacios radiofónic­os independie­ntes, y al final su partido perdió la presidenci­a. El ganador fue AMLO, y en la circunstan­cia actual también lo es. Así lo dicen las encuestas y la intención de voto para las elecciones del 6 de junio.

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