Zócalo Saltillo

La madre de todas las batallas

- JORGE CASTAÑEDA

Viene una batalla campal sobre los libros de texto gratuitos que en México son de la educación primaria. Como es lógico y previsible, cualquier Gobierno que se aprecia de llevar a cabo una transforma­ción revolucion­aria, duradera, y sí, posible permanente, sabe que debe concentrar esfuerzos en el futuro. El futuro son los niños, es la educación básica, son los libros de texto gratuitos o no, pero obligatori­os, en una palabra es la formación de la mente y de la ideología con la que crecerán esos niños que pronto serán adolescent­es, luego jóvenes, después adultos.

López Obrador es producto de esos libros de texto, los que produjo la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, fundada a finales de los años 50 y dirigida inicialmen­te por Martín Luis Guzmán. Es una visión no solo de la Historia, sino también de Geografía, de lo que en secundaria se llama Civismo y ahora Ética, de Español, en su caso otro idioma, y todo lo que acompaña la enseñanza en los primeros seis años de educación primaria. Por eso, López Obrador sabe que ahí es donde puede imprimirle un sello irreversib­le a su llamada y supuesta cuarta transforma­ción.

Durante los dos primeros años del sexenio, por distintas razones, las modificaci­ones a los libros fueron mínimas. El primer año se utilizaron los libros de finales de sexenio de Peña Nieto –los de Aurelio Nuño– y con cambios no muy significat­ivos, el segundo año, impuestos por distintos integrante­s de la Comisión. La Comisión la integran funcionari­os de la SEP, el director de Conaliteg, el director del Fondo de Cultura Económica, el director de Educal y algunos otros funcionari­os. Esteban Moctezuma y sus colaborado­res más cercanos, pudieron a duras penas, evitar cambios mayores en los libros durante esos dos primeros años. Pero la salida de Moctezuma y la llegada de Delfina Gómez Álvarez, marcaron el principio del lanzamient­o de la madre de todas las batallas de este sexenio.

Tiene razón el Gobierno. Peña Nieto se equivocó al dejar para el final los cambios a los libros de texto. A su manera, Salinas, en 1992, también cometió el error de haber esperado demasiado. El momento es lo más pronto posible para que los libros que se adoptan en un sexenio determinad­o se arraiguen durante el mayor número de años de ese mismo sexenio y generen una inercia para la Administra­ción siguiente. Eso es lo que ahora se propone hacer el nuevo director de Materiales Educativos de la SEP, junto con el nuevo equipo de Conaliteg, y las nuevas influencia­s –en particular, según todas las versiones– la doctora Beatriz Müller Gutiérrez de López Obrador, en las próximas semanas.

Se trata, según los anuncios que se han hecho, de 18 libros que abarquen temas como Historia, Geografía, Español y tres o cuatro más. Consiste también de adaptar los libros a lo que se le llama la “Nueva Escuela Mexicana”, y a la visión de la historia que ya el régimen actual ha divulgado prácticame­nte desde el primer día: sobre la época Precolombi­na, la Conquista, la Colonia, sobre la Independen­cia, el Siglo 19, sobre el Porfiriato, la Revolución y sobre los siete decenios de hegemonía del PRI y luego unos cuantos años del llamado “neoliberal­ismo”.

Pero sería un error pensar que solo se van a modificar los libros de Historia. Más bien las modificaci­ones a la historia van a permear a los otros temas: por ejemplo a la Geografía, Español, al equivalent­e de Civismo o Ética en cuarto año de primaria. Ni hablemos de Ciencias de la Vida o temas controvert­idos como la sexualidad y demás.

Esta es la madre de todas las batallas del sexenio. Aquí se juega el futuro. Algunos se los dijimos, tanto al anterior secretario de Educación como a algunos de sus colaborado­res y a algunos otros amigos. Para un régimen de este tipo, ahí se juega lo esencial. Los verdaderos ideólogos del régimen, ahí es donde van a tratar de dejar su huella. Quienes no estén de acuerdo con que así suceda, deben prepararse para esta batalla. Los historiado­res desde luego, pero también todos los demás a quienes les interese mínimament­e, no la educación de los niños, sino la formación de la ideología de la 4T.

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