Zócalo Saltillo

80 horas bajo los escombros

- CARLOS GAYTÁN DÁVILA

El 17 de septiembre de 1985 se plasmó un histórico acaecimien­to en la Ciudad de México, que flexibiliz­ó no solo al país, sino al mundo entero. Fueron días dramáticos, eternos, tras el terremoto que dejó destrucció­n y muerte a su paso en la gran metrópoli.

Miles fueron los muertos, miles los lesionados, muchos los dados por desapareci­dos y centenares recuperado­s luego de horas o días de aflicción en las entrañas de los edificios derruidos por el cataclismo catastrófi­co.

Uno de ellos fue el entonces niño de 3 años Adolfo Badillo Mendoza, quien permaneció 80 horas entre el agua pestilente de un ducto de drenaje y una socavación que construyó Dios para él, bajo el edificio Nuevo León de la Unidad Tlatelolco, derrumbado por el coloso telúrico.

A unos cuantos metros se encontraba­n muertos sus padres, el doctor capitalino Adolfo Badillo y la saltillens­e Mariquina Mendoza, así como el bebé de la familia, un niño de apenas un año de nombre Ramón, como el abuelo materno, aquel imborrable y famoso pelotero profesiona­l don Ramón Mendoza Dávila, atinado jugador de los Pericos de Saltillo o el Águila de Veracruz de la década de los 50 del siglo pasado al lado de otras grandes glorias del mismo deporte en el país. El fallecimie­nto llenó de congoja a doloridas personas de Saltillo, que tenían familiares en el Distrito Federal. Una de ellas, la del clan Mendoza Guerrero, lo que apresuró que Ramón Mendoza Júnior y sus dos hermanos, así como el tío Felipe Mendoza Dávila, menor de la dinastía de la familia de don Ramón, que en paz descanse, quienes se dirigieron a la Ciudad de México e inmediatam­ente coadyuvaro­n en las labores de rescate, ubicándose exactament­e en el edificio Nuevo León.

Para Ramón Mendoza Júnior, el hecho de encontrar a Adolfito vivo, es un milagro, pues el niño pasó 80 horas bajo los escombros, aguantando fríos y hambre, cerca de una de una tubería rota del drenaje y como única cobija la piyama que Mariquina le había puesto el día anterior a la catástrofe cuando el niño iba a dormir.

Así, Adolfo ha logrado sobrevivir por más de 38 años para prolongar los apellidos Badillo Mendoza, como fiel descendien­te del doctor Adolfo y Marquina.

Adolfito fue creado por su abuelita doña Estela Guerrero viuda de Mendoza y es actualment­e un exitoso profesioni­sta.

Trabaja para una empresa saltillens­e, quien ha superado el trauma que le tocó experiment­ar para subsistir en medio de este gran desastre. Mariquina fue una mujer muy estimada entre sus amistades, tanto de Saltillo como de la Ciudad de México.

Trabajó para varias administra­ciones municipale­s de Saltillo, entre ellas la del profesor Arturo Berrueto González, amigo de su señor padre y fue precisamen­te en esa época en que conoció a su marido, el doctor Adolfo, pues vino a Saltillo a prestar su servicio social en el servicio médico del Ayuntamien­to.

Se entendiero­n perfectame­nte bien y se fueron a vivir a la Ciudad de México.

Días antes había comentado telefónica­mente el doctor Badillo a su cuñado Ramón Mendoza que le ofrecía una plaza en la clínica del Seguro Social ubicada en Parras de la Fuente y que hacía los trámites para ubicarse definitiva­mente en nuestra región, con el fin de que Mariquina estuviera más cerca de sus padres, pero la vida les tenía deparada una muy amarga y muy mala jugada.

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