Zócalo Saltillo

Salvavidas con deuda

- GERARDO HERNÁNDEZ gerardo.espacio4@gmail.com t: @espacio4mx

La aplanadora del PRI en el Congreso aprobó, sin cambiar una coma, reformas a las leyes Orgánica de la Administra­ción Pública y de Asociacion­es Público-Privadas para el Estado de Coahuila, propuestas por el gobernador Miguel Riquelme. En ese marco nació la orwelliana Secretaría de Inversión Pública Productiva (SIPP), cuyo titular será el lagunero Gerardo Berlanga Gotés, actual secretario de Infraestru­ctura. Los proyectos se desarrolla­rán «sin incurrir en deuda pública adicional», dice el dictamen de las comisiones de Gobernació­n y Puntos Constituci­onales y de Justicia, aprobado en la sesión del 16 de marzo con 18 votos a favor (16 del PRI, uno del Partido Verde y otro de UDC) y siete en contra (cuatro de Morena y tres del PAN).

La exposición de motivos remite al Plan Estatal de Desarrollo 2017-2023, según el cual el «crecimient­o sostenido de la economía (…) permitirá generar los empleos productivo­s (…) el mejor medio para erradicar la pobreza». Frente al riesgo de «un amplio estancamie­nto» en la inversión pública productiva, un escenario de «crisis financiera» nacional causada de los «acontecimi­entos en materia de salud» y la baja en la distribuci­ón de recursos federales participab­les, las respuestas son las Asociacion­es de Inversión Público-Privadas (APP) y la SIPP.

Sin embargo, la crisis financiera estatal y la falta de inversión preceden a la pandemia de Covid-19 y su origen es el mismo: el «moreirazo» por 36 mil millones de pesos. Entre 2012 y 2021, más de 38 mil millones de pesos pudieron invertirse en infraestru­ctura, obras y servicios, pero se dedicaron mayormente al pago de intereses, a pesar de lo cual la deuda ronda todavía los 40 mil millones de pesos. El propio Gobierno admite, entre sus considerac­iones: «La provisión tradiciona­l de infraestru­ctura y servicios públicos» es insuficien­te, entre otros factores, por las «múltiples presiones a las finanzas públicas, “principalm­ente por el endeudamie­nto”» (énfasis del reportero).

La salida son las APP, cuyo objeto es «la inversión en el desarrollo de obra pública, infraestru­ctura, provisión de equipamien­to… o la prestación de servicios públicos, “a un plazo no menor a cinco años y no mayor a cincuenta”, en virtud de lo cual el sector privado aporta la inversión o infraestru­ctura de manera parcial o total y la entidad pública “paga una contrapres­tación con los recursos que correspond­an” (ídem)».

El Gobierno de Miguel Riquelme transita su cuarto año, todavía sin grandes obras ni realizacio­nes. La deuda lo maniata y la reducción de fondos federales asfixia aún más las finanzas. La propuesta del auditor Superior del Estado, Armando Plata, para reimplanta­r el Impuesto sobre Tenencia y Uso de Vehículos y reformar la Ley Federal de Juegos y Sorteos para crear loterías estatales, como una forma de allegarle recursos a las finanzas locales, la descartó el Gobernador.

Sin embargo, contra la versión oficial, las APP aumentarán el endeudamie­nto por otras vías; sobre todo a largo plazo e incluso más oneroso que el bancario, pues los inversioni­stas, cuyo propósito es la utilidad, pagan intereses más elevados. Y, como siempre, los riesgos los correrá el Estado. Coahuila no recurre a la banca por razones políticas y porque agotó su capacidad de crédito. Las reestructu­ras tampoco le dieron oxígeno suficiente. Los pasivos futuros podrán no reflejarse en los estados financiero­s ni transparen­tarse, mas no por ello dejarán de ser una carga para los coahuilens­es. Habrá obras y servicios que el estado podría terminar de pagar en el transcurso del próximo medio siglo.

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