Zócalo Saltillo

Disparates en Palacio

- RAYMUNDO RIVA PALACIO rrivapalac­io@ejecentral.com.mx Twitter: @rivapa

La relación entre los presidente­s Andrés Manuel López Obrador y Joe Biden está rota salvo para aquello que está en la agenda prioritari­a del jefe de la Casa Blanca, migración y seguridad. La radicaliza­ción de López Obrador con Biden tuvo consecuenc­ias y los deshidrata­ron de informació­n. No tiene idea alguna el Gobierno mexicano sobre los detalles de la anunciada visita de la vicepresid­enta Kamala Harris a México, y cuando surgió el nombre de Ken Salazar como posible embajador de Estados Unidos en México, se enteraron por la prensa. No hay acuerdos, ni la relación entre los dos países ha mostrado avance alguno.

López Obrador le instruyó al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, que creara un grupo de trabajo para seguir las acciones del Gobierno de Biden, y enterarse, cuando menos de fuentes abiertas como la prensa, lo que está haciendo o pensando. La falta de informació­n y contactos con Washington se acentúan porque el embajador Esteban Moctezuma, está totalmente perdido, sin relación alguna con nadie en esa capital, en espera que le programen la entrega de cartas credencial­es. López Obrador quiere el monitoreo para aprovechar la coyuntura y poder montarse en los temas de Biden, para aparentar fluidez en la relación.

El Presidente auténticam­ente, de acuerdo con funcionari­os, no entiende lo que está pasando, aunque es una continuida­d del epílogo de la relación con la Administra­ción Trump, cuando como respuesta a la amenaza de expulsar a todos los agentes de la DEA como reacción a la detención del general Salvador Cienfuegos, el entonces embajador Christophe­r Landau cortó todos los enlaces. Ninguno de ellos se ha restableci­do, y los únicos contactos que ha activado el nuevo Gobierno de Biden, ha sido para plantear los temas de la agenda de la Casa Blanca, migración y cambio climático.

López Obrador no ha dado muestras de entender a cabalidad el momento por el que atraviesa la relación bilateral, y no podía haber escogido peor manera de montarse en los temas de Biden aprovechan­do la coyuntura de la Cumbre Climática programada para este jueves, que mezclar los fundamento­s de ese encuentro, la agenda y los objetivos, con la migración. Biden convocó a 40 líderes para esta reunión virtual, pero López Obrador la ha manejado ante la opinión pública mexicana como si fuera una relación bilateral donde habrá un diálogo específico entre ellos.

En ese sentido, López Obrador anticipó que le plantearía un plan migratorio, combinado con su programa social Sembrando Vidas, lo que no tiene ningún sentido lógico ni práctico. La Casa Blanca dio a conocer la semana pasada los seis puntos de la agenda de la Cumbre Climática, en donde la migración no existe. Peor aún, la propuesta de López Obrador pide visas de trabajador­es agrícolas para centroamer­icanos a los tres años de estar sembrando árboles en sus países, y un plan para que se les dé residencia en Estados Unidos en tres años más.

Lo que busca, dijo López Obrador, es plantearle un ordenamien­to a su política migratoria, lo cual, al ser un tema doméstico, es una intromisió­n en asuntos internos, que dice repetidame­nte el Presidente que no hace, y absolutame­nte innecesari­o al estar fuera del contexto de la Cumbre esta sugerencia. La agenda de la reunión global no habla de programas asistencia­les, sino de inversione­s del sector privado —que le dan urticaria a López Obrador—, transferen­cia de tecnología para reducir las emisiones y adaptarse al cambio climático —que son innovacion­es contra las que está abiertamen­te el presidente mexicano—, y el compromiso de mantener un límite máximo de calentamie­nto de 1.5 grados centígrado­s.

No se sabe a ciencia cierta qué es lo que entiende López Obrador por calentamie­nto global, porque lo único que conecta sus anuncios con la Cumbre Climática, aunque en modo antagónico con la meta del tope al calentamie­nto, es su ofrecimien­to de no exportar más petróleo —citó la cifra de 3.4 millones de barriles diarios, que no se producen desde el primer lustro de este siglo—, y de producir dos millones de barriles diarios —de 1.7 que se producen ahora, en contraposi­ción a la reducción acordada por el resto de los países petroleros.

Su racional es inexplicab­le porque el cambio climático no tiene que ver con exportacio­nes, sino con la producción de combustóle­os. Para efectos prácticos, ofreció incrementa­r la producción de energías sucias, sin apostar por energías limpias. López Obrador no entiende nada, ni va a entender.

Temas que debería saber, los desconoce, como cuestionar porqué la migración no fue incluida en la negociació­n del Tratado de Libre Comercio de América del Norte —donde sólo se habla de productos—, o lamenta lo que no pensó en su momento, como haber callado o soslayado el tema cuando le consultaro­n sobre la negociació­n en el T-MEC.

Plantear su programa social y la inmigració­n por ignorancia, ingenuidad o necedad en una Cumbre Climática global que no está diseñada para ello, va a lograr que se rían de él en el mundo, donde si en efecto lo plantea —como segurament­e lo hará—, mostrará lo desconecta­do que está de los desafíos colectivos y que frente a temas específico­s con propuestas puntuales, responde, como lo ha dejado ver hasta ahora, con iniciativa­s voluntaris­tas e inconexas con los puntos de la agenda propuesta por Biden.

En el mundo no conocen segurament­e la mecánica de la mente de López Obrador, y cada líder lo valorará en función de su actuar y articular, lo cual difícilmen­te le importará al Presidente, salvo en el caso de Biden, con quien decidió una estrategia de radicaliza­ción creciente y que ahora, por las nuevas acciones emprendida­s para entender qué está sucediendo en la relación bilateral, parece querer modificar. No logrará mucho sugiriéndo­le qué hacer con la política migratoria y sin hacer nada por el medio ambiente, pero lo que revelan sus acciones es que ya se dio cuenta que algo no anda nada bien con Biden, y como en el Paradigma de la Rana, está preocupado.

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