Lolita Tamayo Peralta: la primera enfermera de Saltillo
La vocación de Lolita Tamayo nace desde que era una niña, cuando su mamá le enseñó a atender al hermano mayor enfermo, a quien le daba la pastilla a la hora que le tocaba y cuidaba que no tuviera ningún problema, pues tenía la consigna de avisar de inmediato a su mamá. Luego, en 1927, cuidaba de su madre, y un año después a su papá. Sus padres murieron en Monterrey y Lolita tuvo la necesidad de trasladarse a Saltillo para vivir con una tía.
Lolita solía decir: “Siento profunda satisfacción por el origen de mi vocación”.
Como una de las fundadoras de la Cruz Roja fue una mujer de mucho temple, al margen de las costumbres de la época, en actividades que solo estaban reservadas a los hombres, puesto que fue la primera enfermera en manejar la ambulancia para prestar cualquier servicio de emergencia.
Así nace como enfermera Lolita, actividad que toma muy en serio, tras aquellas enseñanzas de disciplina y entrega que le abrieron su auténtica vocación de servir a los demás, sin distingo de color, sexo, religión o nacionalidad.
En 1942, junto con un grupo de entusiastas médicos, llega a ser la primera enfermera de la Cruz Roja y por ende, de la ciudad, actividad que desarrolla durante una década, donde hacía de todo, no solo curar heridos, inyectar o ser asistente de médicos, sino además chofer de la ambulancia, en una época en donde era un escándalo para la sociedad saltillense que una mujer manejara un automóvil. El machismo relegaba a las mujeres a la cocina y eran pocas, como Lolita, que lograban sublevarse.
Además, fue enfermera fundadora del Hospital Universitario de Saltillo. Ella aprende el oficio en la práctica, perfeccionándose en el Hospital Ferrocarrilero, siguiendo las enseñanzas de su primer maestro, el doctor Aurelio Sosa Chicati, director en jefe, y con la jefa de la sala de cirugía, la doctora Margarita Galván; luego perfecciona su técnica y teoría durante los 10 años que sirvió a la humanidad a través de la Cruz Roja de Saltillo, teniendo como mentores a los doctores Arnoldo Elizondo Cárdenas, Gustavo Morales del Bosque y Juan Morales Benavides.
Fue muy precisa en su actuar y decir, pues en una ocasión que platicó de su vida profesional dijo: “El honor es más grande para ellos, no para mí, porque nunca los defraudé”.
En 1955 ingresó al sector salud, desempeñándose eficientemente como enfermera de esa especialidad, que las autoridades federales instalan en la cabecera municipal de Ramos Arizpe, Coahuila.
Luego se convierte en fundadora del Centro de Salud de Saltillo, donde permanece ocho años, y de la Clínica Ixtlera, en la propia ciudad de Ramos Arizpe. Tuvo muchos reconocimientos de la gente que la queremos, y en el panorama oficial, el ISSSTE, donde también colaboró le otorgó una placa, un 6 de enero del año de 1993.
Día de la Enfermera, que decía: “Por su actitud humanitaria y su labor desarrollada en forma voluntaria”.
Tuvo muchos pacientes y prestó servicios desinteresados a familias enteras en sus propios domicilios, entre ellas a don Isidro López Zertuche, el zar de la industrialización más reciente de Saltillo, así como a la esposa del empresario, doña Anita del Bosque de Zertuche. La lista resulta interminable…
Perfeccionó y modernizó sus conocimientos en hospitales de Houston, Texas, y luego regresó a Saltillo en 1990, para servir de voluntaria en la Cruz Roja local, en el ISSSTE, el DIF Municipal y en otras instituciones de beneficencia. Dio pláticas a estudiantes de enfermería y a amas de casa sobre higiene y prevención de accidentes.
Ese mismo año, el entonces presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, la condecoró por haber ejercido por más de 50 años la profesión de enfermera, poner muy en alto el nombre de su familia y de Saltillo.
Ella se casó con Guillermo Martínez Govea, quienes procrearon a María de Jesús y María Alicia.
Perdí el contacto por tiempo con la señora Tamayo y la volví a ver en 2009, cuando el DIF de Coahuila le entregó un diploma por sus méritos como enfermera a lo largo de cinco décadas.
La anécdota
Cuando el ídolo mexicano Pedro Infante Cruz, artista del celuloide y cantante de música mexicana y romántica, hizo una de tantas visitas a Saltillo a principios de la década de los 50, del siglo pasado, tal vez porque ya tenía los síntomas de la diabetes, el mocetón, nacido en Guamúchil, Sinaloa, solicitó el servicio de una ambulancia de la recién nacida Cruz Roja de la ciudad, para atender al famoso actor. Y en la unidad iban dos personajes contemporáneos: Juan Felipe Mery, chofer del vehículo, y la primera enfermera de Saltillo, Dolores Tamayo Peralta.
Y ahí, en los límites de Coahuila y Nuevo León, sobre la antigua carretera a Monterrey, recibieron a Infante Cruz para trasladarlo al vetusto Estadio de Beisbol Saltillo, ubicado en calle de Ramos Arizpe, frente a la Alameda Zaragoza.