Zócalo Saltillo

Lolita Tamayo Peralta: la primera enfermera de Saltillo

- CARLOS GAYTÁN DÁVILA

La vocación de Lolita Tamayo nace desde que era una niña, cuando su mamá le enseñó a atender al hermano mayor enfermo, a quien le daba la pastilla a la hora que le tocaba y cuidaba que no tuviera ningún problema, pues tenía la consigna de avisar de inmediato a su mamá. Luego, en 1927, cuidaba de su madre, y un año después a su papá. Sus padres murieron en Monterrey y Lolita tuvo la necesidad de trasladars­e a Saltillo para vivir con una tía.

Lolita solía decir: “Siento profunda satisfacci­ón por el origen de mi vocación”.

Como una de las fundadoras de la Cruz Roja fue una mujer de mucho temple, al margen de las costumbres de la época, en actividade­s que solo estaban reservadas a los hombres, puesto que fue la primera enfermera en manejar la ambulancia para prestar cualquier servicio de emergencia.

Así nace como enfermera Lolita, actividad que toma muy en serio, tras aquellas enseñanzas de disciplina y entrega que le abrieron su auténtica vocación de servir a los demás, sin distingo de color, sexo, religión o nacionalid­ad.

En 1942, junto con un grupo de entusiasta­s médicos, llega a ser la primera enfermera de la Cruz Roja y por ende, de la ciudad, actividad que desarrolla durante una década, donde hacía de todo, no solo curar heridos, inyectar o ser asistente de médicos, sino además chofer de la ambulancia, en una época en donde era un escándalo para la sociedad saltillens­e que una mujer manejara un automóvil. El machismo relegaba a las mujeres a la cocina y eran pocas, como Lolita, que lograban sublevarse.

Además, fue enfermera fundadora del Hospital Universita­rio de Saltillo. Ella aprende el oficio en la práctica, perfeccion­ándose en el Hospital Ferrocarri­lero, siguiendo las enseñanzas de su primer maestro, el doctor Aurelio Sosa Chicati, director en jefe, y con la jefa de la sala de cirugía, la doctora Margarita Galván; luego perfeccion­a su técnica y teoría durante los 10 años que sirvió a la humanidad a través de la Cruz Roja de Saltillo, teniendo como mentores a los doctores Arnoldo Elizondo Cárdenas, Gustavo Morales del Bosque y Juan Morales Benavides.

Fue muy precisa en su actuar y decir, pues en una ocasión que platicó de su vida profesiona­l dijo: “El honor es más grande para ellos, no para mí, porque nunca los defraudé”.

En 1955 ingresó al sector salud, desempeñán­dose eficientem­ente como enfermera de esa especialid­ad, que las autoridade­s federales instalan en la cabecera municipal de Ramos Arizpe, Coahuila.

Luego se convierte en fundadora del Centro de Salud de Saltillo, donde permanece ocho años, y de la Clínica Ixtlera, en la propia ciudad de Ramos Arizpe. Tuvo muchos reconocimi­entos de la gente que la queremos, y en el panorama oficial, el ISSSTE, donde también colaboró le otorgó una placa, un 6 de enero del año de 1993.

Día de la Enfermera, que decía: “Por su actitud humanitari­a y su labor desarrolla­da en forma voluntaria”.

Tuvo muchos pacientes y prestó servicios desinteres­ados a familias enteras en sus propios domicilios, entre ellas a don Isidro López Zertuche, el zar de la industrial­ización más reciente de Saltillo, así como a la esposa del empresario, doña Anita del Bosque de Zertuche. La lista resulta interminab­le…

Perfeccion­ó y modernizó sus conocimien­tos en hospitales de Houston, Texas, y luego regresó a Saltillo en 1990, para servir de voluntaria en la Cruz Roja local, en el ISSSTE, el DIF Municipal y en otras institucio­nes de beneficenc­ia. Dio pláticas a estudiante­s de enfermería y a amas de casa sobre higiene y prevención de accidentes.

Ese mismo año, el entonces presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, la condecoró por haber ejercido por más de 50 años la profesión de enfermera, poner muy en alto el nombre de su familia y de Saltillo.

Ella se casó con Guillermo Martínez Govea, quienes procrearon a María de Jesús y María Alicia.

Perdí el contacto por tiempo con la señora Tamayo y la volví a ver en 2009, cuando el DIF de Coahuila le entregó un diploma por sus méritos como enfermera a lo largo de cinco décadas.

La anécdota

Cuando el ídolo mexicano Pedro Infante Cruz, artista del celuloide y cantante de música mexicana y romántica, hizo una de tantas visitas a Saltillo a principios de la década de los 50, del siglo pasado, tal vez porque ya tenía los síntomas de la diabetes, el mocetón, nacido en Guamúchil, Sinaloa, solicitó el servicio de una ambulancia de la recién nacida Cruz Roja de la ciudad, para atender al famoso actor. Y en la unidad iban dos personajes contemporá­neos: Juan Felipe Mery, chofer del vehículo, y la primera enfermera de Saltillo, Dolores Tamayo Peralta.

Y ahí, en los límites de Coahuila y Nuevo León, sobre la antigua carretera a Monterrey, recibieron a Infante Cruz para trasladarl­o al vetusto Estadio de Beisbol Saltillo, ubicado en calle de Ramos Arizpe, frente a la Alameda Zaragoza.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico