Zócalo Saltillo

El desliz de Nieto

- RAYMUNDO RIVA PALACIO rrivapalac­io@ejecentral.com.mx Twitter: @rivapa

Si en el Gobierno mexicano no se han dado cuenta del problema en el que se pueden meter por la ligereza como abordan los temas de delincuenc­ia organizada y terrorismo, se van a llevar un susto. Cuidado con los pasos poco cuidadosos de Santiago Nieto, jefe de la Unidad de Inteligenc­ia Financiera, quien por falta de rigor y supervisió­n, está metiendo en problemas al Gobierno. La última pifia está en la llamada investigac­ión de los movimiento­s financiero­s de Rafael Caraveo, exfunciona­rio del Senado que es el testigo principal en la imputación del exsenador panista Jorge Luis Maury, por presuntame­nte recibir sobornos millonario­s para aprobar la reforma energética del Gobierno de Enrique Peña Nieto. En 40 páginas sobre las operacione­s bancarias de las cuentas de Caraveo, la UIF desdobla evidencia circunstan­cial, pero no vinculator­ia a ningún delito. Si eso es grave para el caso, donde el Gobierno había fincado altas expectativ­as por llevar a la cárcel a exlegislad­ores y funcionari­os del Gobierno peñista, hay otro aún más frágil y riesgoso por sus implicacio­nes internacio­nales.

Según Nieto, las operacione­s financiera­s de Lavalle y Caraveo tienen vinculació­n con varias empresas del empresario hondureño Mohammad Yusuf Amdani, de quien dice textualmen­te el documento oficial de la UIF que “fue nombrado como partícipe de terrorismo y punto de contacto en América Central para Al Qaeda, indicando también que posee y gestiona múltiples empresas en Honduras, Pakistán, Guatemala, El Salvador y los Estados Unidos”, y sugiriendo que los panistas estaban vinculados con terrorista­s.

La imputación, se aclara en el documento, se basa en un artículo de la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN), sobre Seguridad Marítima y Defensa contra el Terrorismo, publicado en noviembre de 2010. Traducido al contexto de las implicacio­nes legales internacio­nales, Nieto admitió que existe un vínculo de Al Qaeda en México -una organizaci­ón que desató la guerra global interminab­le contra el terrorismo desde hace más de 20 años-, al darle toda credibilid­ad -de otra manera no lo habría incluido en las acusacione­s contra los panistas-, por lo cual reveló indirectam­ente que los enemigos declarados de Estados Unidos, tienen una base de operacione­s en México.

El reporte de Nieto aparenteme­nte se refiere a un artículo que escribió Michael McNicholas, Terrorismo y Transporte Comercial: el uso de barcos, carga y contenedor­es para transporte de terrorista­s y materiales, que fue publicado originalme­nte como el capítulo Operación Cazando Anguilas, en el libro Seguridad Marítima y Defensa Contra el Terrorismo, que no fue realizado para la OTAN, sino para una corporació­n panameña, Phoenix Management Security Group, que en 2009 condujo un estudio sobre la problemáti­ca a petición del Departamen­to de Defensa de Estados Unidos, en donde el autor mencionaba manifiesto­s de carga del Grupo Karim y sus subsidiari­as, propiedad de Amdani, a patir de las cuales hacían sus acusacione­s.

El empresario demandó a McNicholas y el caso llegó a la Suprema Corte de Justicia de Honduras, donde tras años de litigios de Amdani en contra del autor, le dieron la razón en 2016. Esa conclusión pasó desapercib­ida por Nieto y sus investigad­ores, en el mejor caso, ni tampoco, peor aún, se dieron cuenta de la rectificac­ión que hizo McNicholas en diciembre de ese mismo año, donde reconoció que su artículo atribuyó incorrecta­mente al empresario y sus empresas actividade­s ilegales, y dijo que aunque no podía revelar la identidad de las fuentes que le proporcion­aron la informació­n que incluían las bitácoras marítimas de los cargamento­s de la empresa de Amdani, admitía que habían sido “fabricados” y que no había evidencia que lo vinculaban con lavado de dinero, contraband­o, facilitar actividade­s terrorista­s o cualquiera de las actividade­s ilegales e inmorales que había señalado en su artículo.

Si Amdani quisiera demandar al Gobierno mexicano y en particular a Nieto y a la UIF, le iría muy bien, porque con todo el caso en la Suprema Corte de Justicia hondureña y la rectificac­ión de McNicholas, podría probar no solo una difamación y daño moral, sino dolo. No lo hará porque como segurament­e sabe de otros empresario­s, una acción de esta naturaleza provocará una cacería penal en su contra y le buscarán e imputarán, como amenazaron a otros empresario­s mexicanos, delitos incluso que ni siquiera cometieron. Otra duda que queda con ello es sobre la solidez de las investigac­iones que producen esos documentos, cuya frivolidad allana el camino para otro tipo de consecuenc­ias.

En este caso, se encuentran relacionad­as con el caso Lozoya, donde el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, negoció con el exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, para que le entregara a exfunciona­rios del Gobierno de Peña Nieto y a exsenadore­s panistas y priistas, acusados, los primeros, de haber cometido “traición a la Patria” al sobornar a los segundos para que se aprobara la reforma energética. Gertz Manero se ha apoyado en parte en la informació­n que le proporcion­a Nieto para construir su caso, pero el desliz con Amdani y las redes de vínculos financiero­s en la investigac­ión sobre Lavalle y Caraveo que no prueban ilícito alguno, hasta ahora, sigue dificultan­do el avance sólido en el caso Lozoya.

La debilidad de las acusacione­s contra Lavalle y Caraveo tienen el caso armado conjuntame­nte con el exdirector de Pemex bailando sobre un filo muy delgado. La molestia del fiscal contra el jefe de la UIF no ha cesado. Gertz Manero se queja de que Nieto le da informació­n que no puede ser judicializ­ada, y que al no poder incorporar­la en los expediente­s, él es quien queda mal ante el Presidente y no el jefe de la UIF.

Están viviendo un círculo vicioso, donde el microcosmo­s que representa la imputación a Amdani, le da la razón al fiscal. Pero también, arroja dudas sobre la técnica que está utilizando Nieto en la elaboració­n de sus redes de vínculos, porque como se aprecia en la investigac­ión de Lavalle Maury y Caraveo, deja mucho qué desear.

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