Zócalo Saltillo

AMLO no aguantó una cucharada de su propio chocolate

- CARLOS LORET DE MOLA correo@gmail.com

El presidente López Obrador lleva varias semanas quejándose de que a su hombre en Guerrero, Félix Salgado Macedonio, el INE le quitó la candidatur­a por no haber reportado 19 mil pesos de gastos de precampaña. Una cantidad ridícula para un castigo enorme, concluye AMLO.

Paralelame­nte, el Presidente siguió exactament­e la misma partitura: quitarle la gubernatur­a de Tamaulipas al panista Francisco García Cabeza de Vaca, por no haber pagado impuestos en la compra de un departamen­to en la Ciudad de México.

Con ese criterio, si una candidatur­a se cae por 19 mil pesos, una gubernatur­a se pierde por 6 millones.

Es claro que en ambos casos se trata ante todo de una sanción política:

A Félix Salgado Macedonio lo han acusado de abusos y acosos sexuales, violacione­s de mujeres y presuntos nexos con el crimen organizado. Pero por nada de esto le quitaron la candidatur­a: le quitaron la candidatur­a por no reportar 19 mil pesos en sus gastos de precampaña.

A García Cabeza de Vaca lo han acusado de corrupción, de tener casas, ranchos, empresas, restaurant­es, galerías de arte y también presuntos nexos con el crimen organizado. Pero por nada de esto ordenó el Congreso federal quitarle la gubernatur­a: lo desaforaro­n por no pagarle al fisco 6 millones (defraudaci­ón fiscal equiparada).

El historial de un Presidente que mide con dos varas distintas es cada vez más abultado: una de sus primeras víctimas fue el entonces presidente de la Comisión Reguladora de Energía (CRE), a quien acusó de conflicto de interés porque la CRE otorgó un permiso energético a un primo en cuarto grado. Aun cuando la ley marca que los conflictos de interés terminan en los parientes de segundo grado, Guillermo García Alcocer renunció y lo inhabilita­ron 10 años. En cambio, los flagrantes conflictos de interés en su Gabinete han pasado sin castigo. El caso de Manuel Bartlett es el más emblemátic­o: su pareja tiene una empresa dedicada a la energía y su hijo es uno de los contratist­as consentido­s del Gobierno. Tampoco importó que el IMSS otorgara contratos al hermano de su director general, Zoé Robledo. Ni los conflictos de interés de Carlos Lomelí, que resucitó como candidato de Morena a la Alcaldía de Guadalajar­a. Por no hablar del manto protector del que gozan Pío López Obrador y la emblemátic­a prima Felipa.

La práctica se extiende: el Presidente canceló los fideicomis­os sin probar que había corrupción en la inmensa mayoría de ellos, por un puñado de estancias infantiles irregulare­s se cargó a todas, cerró un aeropuerto premiado internacio­nalmente bajo el señalamien­to de corrupción sin que jamás lo haya probado (incluso siendo desmentido por su propio Gabinete), y así, sistemátic­amente, hay muchos ejemplos.

Pero AMLO no aguantó una cucharada de su propio chocolate.

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