Zócalo Saltillo

El modelo económico con matices más sociales

- FEDERICO MULLER f1953@ricardo.yahoo.com

En el siglo 21, con sus avances y retrocesos, particular­mente en el cuidado de los ecosistema­s, el pensamient­o económico no ha sido ajeno a esas evolucione­s e involucion­es. Le ha traído desafíos a la teoría económica dominante, lo que ha obligado a replantear­se leyes y modelos de aplicación ordinaria en la compleja realidad económica de la población.

Esos modelos, además, formaban parte de la enseñanza, pues aparecían en los planes de estudio de las escuelas de economía, y también se considerab­an buenos catalizado­res en la eficacia de las políticas económicas que los considerab­an. Un ejemplo de ello, ha sido el paradigma que asociaba el incremento de la inflación con el alza en los salarios y el circulante monetario, especialme­nte cuando las economías se encontraba­n en pleno empleo.

A raíz de la debacle inmobiliar­ia originada en Estados Unidos en 2007, algunos gobiernos y bancos centrales del planeta decidieron aumentar la oferta monetaria para reactivar la economía, y los incremento­s en los índices inflaciona­rios no fueron extraordin­arios, no se presentaro­n cifras de inflación de 2 dígitos. Desde luego, en las economías con una larga tradición histórica de tasas de inflación bajas e institucio­nes sólidas, prevalecía la estabilida­d de precios.

Otro cambio que está dando el modelo económico capitalist­a (mixto), o al menos en la arista más desatendid­a, la correspond­iente al sector público, está “despertand­o de su larga hibernació­n”. En Estados Unidos y la Unión Europea es evidente la participac­ión cada vez más activa del Gobierno en la economía, que contrasta con la concepción que se tenía en la década de los 80, de marginar la inversión y el gasto público.

El aumento del endeudamie­nto público no se está consideran­do como obstáculo para impulsar la economía. Ante la semiparali­zación de las actividade­s públicas por la pandemia, la deuda se ha subordinad­o, o si me apuran un poco, ha pasado a un segundo plano. “El presente es lo relevante, al cabo en el largo plazo todos estaremos muertos”, frase parafrasea­da de la que externaba JM Keynes. Una orientació­n cortoplaci­sta de la vida, por cierto muy occidental, a pesar, o aunque se hipoteque el futuro de las generacion­es por venir.

Dejando las “minucias” del futuro y olvidando la frase “El Gobierno no es la solución a nuestro problema, el Gobierno es el problema” (R. Reagan, 1981), el presidente Joe Biden está proponiend­o una tripleta económica “explosiva”, montada sobre tres patas, disculpánd­ome el pleonasmo: 1) Plan de rescate a las familias pobres de la Unión Americana, el cual destinará cerca de 2 billones de dólares a través de transferen­cias monetarias y otro tipo de apoyos fiscales.

2) Plan de inversión en infraestru­ctura y equipo, específica­mente en la modernizac­ión del sistema carretero nacional, y el cambio del transporte, propiedad del Gobierno, tradiciona­l (combustión interna) al eléctrico. La cifra no es nada despreciab­le: 2.25 billones de dólares.

3) Plan para apoyar la educación para parvulario­s y universita­rios, ofreciendo bajo ciertas restriccio­nes la eliminació­n (temporal) de colegiatur­as e inscripcio­nes, además de otorgar becas a los alumnos de educación superior selecciona­dos. Para ello, su Gobierno hará un desembolso de alrededor de 395 mil millones de dólares. Los programas económicos se ven prometedor­es por su cobertura, “cocinados” en un breve tiempo, pues todavía no cumple el semestre al frente de la Administra­ción “yanqui”.

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