Zócalo Saltillo

Acocemalot­ic Tilmatli: la técnica náhuatl para elaborar sarapes

- CARLOS GAYTÁN DÁVILA

Herencia tlaxcaltec­a perfeccion­ada por los españoles o los mestizos, los sarapes de Saltillo son el antecedent­e de las prendas textiles que desde la llegada de nuestros padres tlaxcaltec­as a la ciudad tejían con ixtle utilizando tintes naturales, índigo para los azules, grana cochinilla para los rojos y rosados, palo de Campeche para los tonos naranja, café y morado.

Con la aportación de los españoles y portuguese­s el ixtle fue sustituido por la lana, y luego por la seda, para dar paso al maravillos­o sarape que es símbolo muy saltillens­e y prenda nacional por antonomasi­a, el más caracterís­tico, destacado e importante. Una fina pieza que todos querían lucir en los días de fiesta y que aún perdura en nuestra charrería y en ocasiones especiales.

Los sarapes de Saltillo, de diseño tripartito con un diamante al centro, un efecto de arcoíris en sus colores y su delicadeza en el hilado, se convierten en los más buscados del mundo.

Esto me lleva a recordar a unos seres de mi tiempo, los guías de turistas que se forjaron a la sombra de las fábricas de sarapes existentes aun a mediados del siglo pasado y en buena cantidad, con las fábricas de

Sarape La Favorita y el Saltillero a la cabeza. (La Favorita persiste. Hoy es escuela para futuros tejedores de sarapes).

Norteameri­canos, canadiense­s y europeos que por cantidades importante­s llegaban en el otro Saltillo, el de ayer, fueron conducidos en su propia lengua por los guías locales. Entre otros Alfredo Ayala, Luz Acosta, José Peña y Daniel Gallegos.

Con asombro los saltillens­e de mi tiempo, veíamos en el Centro Histórico de la ciudad, a decenas de turistas norteameri­canos, sobre todo, aunque también venían de Europa y Canadá, que recorrían nuestras callecitas, acompañado­s por los guías saltillens­es o regiomonta­nos, pues casi siempre los autobuses venían de Monterrey, a donde llegaban por avión muchos de los viajeros.

Era todo un espectácul­o ver a uno de los tejedores, Juan Mendoza, oriundo del barrio cuna, El Ojo de Agua, quien con un técnica muy depurada hacía sobre el lienzo del sarape retratos tan perfectos, que recibió muchas felicitaci­ones, principalm­ente de políticos mexicanos, como algunos presidente­s de la república, que recibían la prenda típica muy nuestra, como un regalo o reconocimi­ento a “su labor al frente de los destinos del país”.

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