El Siglo

El calvario de un hisopado

PANAMEÑOS DECEPCIONA­DOS CON LA ATENCIÓN QUE RECIBEN EN LAS POLICLÍNIC­AS

- LEADIMIRO GONZÁLEZ C. LGONZALEZ@ELSIGLO.COM

María Batista tiene 45 años y está sentada bajo una carpa azul desde las 8 de la mañana cuando llegó a hacerse pruebas de hisopado a la policlínic­a de Betania.

Lleva puesta cubrebocas y espera, al igual que otras 13 personas, que la atiendan. Pero son las 11:00 de mañana y le informaron que no atenderán a nadie hasta la 1:00 de la tarde. María se queja.

Dice en voz alta que salió a las 5:00 de la madrugada de su casa en Río Abajo para hacerse la prueba y recorrió varias policlínic­as sin resultado antes de llegar a la de Betania.

-En todas me decían que se había acabado el cupo y en una hasta me cerraron la puerta en mi cara, eso no debería ser así- comenta decepciona­da.

Bajo la carpa azul improvisad­o colocado en el estacionam­iento de la policlínic­a las personas que esperan sudan y se abanican con los papeles que tienen en las manos.

El lugar de espera es un verdadero sauna. El calor a esa hora es insoportab­le.

-¿Quién es el último?- grita una joven que acaba de llegar. -Yo- responde otro.

Y así van llegando poco a poco las personas para hacerse el hisopado y descartar cualquiera posibilida­d de contagio.

En la policlínic­a los enfermeros salen y entran con papeles. Algunos limpian con cloro los escritorio­s y sillas donde se sentarán los pacientes.

-Yo vine hacerme la prueba porque en el lugar donde yo trabajo mi jefa salió positiva de Covid- dice una mujer.

Cuenta a los demás que ya van seis contagiado­s en su trabajo y por eso la enviaron hacerse la prueba.

Ella dice que tiene la esperanza de salir negativa.

Mientras las personas esperan ser atendidas, algunas miran sus teléfonos celulares, otros hablan con sus familiares y algunos solo miran a los pacientes que entran y salen.

Un hombre con una herida en el costado izquierdo llega de alguna parte en una ambulancia. Media hora después sale caminando y con la herida vendada.

Pasan los minutos y la gente empieza a desesperar­se, no solo por el calor sino por la demora en la atención.

-Yo estoy desde las 8:00 de la mañana y mira qué hora es, nadie me ha atendido, eso no es justo, yo no sabía que tuviera que esperar tantas horas para hacerme una prueba- alega otra señora.

Al rato llega el enfermero y pregunta quiénes son los del turno de la una. Hay dos grupos, otros serán atendidos a las dos.

-Quiero que comprendan la situación y sean pacientes, solo hay una doctora atendiendo a 30 personas y ella termina a la una y entonces empieza a revisar a los que se van hacer el hisopadoad­vierte.

El calor sigue siendo insoportab­le bajo la carpa azul y apena hay una leve brisa. Muchos se han retirado y otros van llegando y preguntand­o quién es el último.

-Están atendiendo a los que vinieron con papeles especiales del trabajo y aquí a nosotros nos tienen desde las 8:00 de la mañana con hambre, no es justogrita alguien. Empieza el alboroto.

-Llamen al director médico para que venga y nos explique por qué le están dando prioridad a los que tienen papeles, ¿acaso hay privilegio­s?- dice una dama molesta.

A eso de la 1:30 de la tarde el enfermero regresa y pide a la gente que forme fila por orden de llegada. Las personas se aglomeran y algunos piden que tomen distancia. El médico y un enfermero empiezan a llamar. Les pregunta a cada uno por qué vino y qué síntomas tiene.

-Yo solo tengo un leve dolor de cabeza y escalofrío que me empezó el sábado y no se me quitadice un hombre de unos 50 años.

-De dónde viene usted-pregunta el doctor.

-Del corregimie­nto de Don Bosco-.

-Bueno, usted tiene resfriado, si en dos días sigue así, vaya a la policlínic­a de Juan Díaz- dice. -Mientras tanto le recetaré una medicina y lo atenderé-.

Son las 3:00 de la tarde y aún la doctora no ha empezado hacer las pruebas.

-Todo el día en esto, si yo no tenía Covid, aquí ya me contagiéal­ega una señora.

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Archivo/ El Siglo Archivo/ Muchos panameños madrugan para hacerse los exámenes y se encuentran con cupos agotados
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El Siglo La espera es larga y a veces se vuelve angustiant­e en los lugares

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