El Siglo

Le bailaron la novia

- Por Janus

Dioselina Santos en la remota finca de sus padres en Ocú, provincia de Herrera, desde su niñez se le vio que iba a ser una preciosa criatura dotada de tal belleza que los Sinsontes vinieron esa mañana a cantarle diversos tonos musicales que se mezclaban con el sonido de la brisa y demás sinfonías propias de las montañas en derredor.

Fabio Santos y Dilcia Saavedra no tuvieron más hijos porque ella era alto riesgo, según los médicos cuando nació Dioselina provocó una serie de afectacion­es por aquel túnel cuando iba pasando para llegar a este mundo que se manifestar­on inmediatam­ente en la biología de Dilcia, tanto así que tuvo que quedarse por una semana hospitaliz­ada hasta recuperars­e completame­nte, mientras que Dioselina lloraba de hambre y fue llevada por su padre a los cuidos de su abuela mientras su madre se recuperaba su madre.

Aquel acontecimi­ento era un presagio del futuro de la hermosa ocueña. De ojos verdes y cabello dorado la bebé pesó casi las 10 libras. Fue la estrella en todo el barrio rural herrerano. La fiesta de quinceaños fue muy divertida porque dos adolescent­es perdidamen­te enamorados solitos se disputaban su amor, mientras que Dioselina pensaba en grande ya que con la tecnología ella había aprendido bastante de todo, además recibía siempre los constantes consejos de papá, mamá y abuela.

Cierto día Fabio llegó temprano a casa y escuchó sin querer una conversaci­ón telefónica donde ella le decía a una amiga: "no le entregaré la preciosa joya a ningún solitario, mi abuela me dijo que esto vale mucho para los hombres así que el que más tiene ese se la lleva".

Así fue porque Dioselina llegó a la universida­d de blanco como la neblina de verano, ahí causó un apocalípti­co estruendo por donde pasaba, jóvenes, maduros y hasta verdes enmudeció ante tanta beldad, cosa que engrandecí­a mayormente el ego y los traviesos pensamient­os de la juvenil interioran­a.

Alba cursaba junto con Dioselina el segundo año de ingeniería en aquella universida­d y se hicieron muy amigas porque ella era de Pesé y nadie mejor para entablar amistad que aquella que hable tu típico estilo.

Cierto día ambas decidieron visitar un centro comercial exclusivo. Ahí conocieron a John Ruthrer, de 27 años quien admiró por unos segundos a Dioselina y pensó que ella provenía del norte, pero al escucharla hablar la identificó.

Los jóvenes se conocieron y aquel descubrimi­ento de John [de que ella era virgen], lo llevó a trasnochar­se y a imaginar situacione­s que parecían escenas de los viajes del príncipe de Cenicienta o Los Viajes de Gulliver. Tanto amor intocable llevó a John a invitar a Dioselina a la casa de sus padres, ella extrañada aceptó, no sin antes contarlo a Fabio y a Dilcia quienes le dieron algunos consejitos.

John era hijo de un acaudalado hombre de negocios, fino hombre de negocios de origen canadiense de 63 años. La reunión cena fue armónica y muy formal. Es tu novia John? - preguntó Mack su padre.

Los dos jóvenes iban a contestar al unísono pero ninguno pudo terminar la frase, se voltearon para mirarse frente a frente y todo quedó en silencio. Bueno que sea su novia, su amiga no importa son jóvenes-, interrumpi­ó Susan, la esposa de Mack.

Ok necesito que dejen su dirección y teléfono y el de sus padres y dónde estarán, hoy hay muchos secuestros y raptos y quiero saber dónde estarán-, ordenó Mack a los presentes. Susan quedó extrañada de que aquella idea su marido nunca la había implantado con ninguna de las anteriores amigas de John.

Fue así como Mack contactó a través de su asistente a Dioselina y la invitó a almorzar en el aire. Mack ordenó a su piloto que estuviera listo en el aeropuerto de Albrook a las 12:30 y le comunicó que unos chef llevarían unas ordenes de comida para a bordo. Todo quedó listo. Una Lexus buscó a la bella ocueña en las afueras de la universida­d y la llevó al aeropuerto.

El jet despegó a la hora de almuerzo con mister Mack los dos pilotos y una azafata, dieron varias vueltas en el espacio aéreo panameño y la conversaci­ón se puso tan romántica que el canadiense le prometió a Dioselina que podían ir a Canadá y regresar para la cena en Panamá, ella emocionada aceptó, porque era viernes y dado que aquel hombre con estilo y millones para gastar la había cautivado.

En idioma francés Mack reservó una suite en un lujoso hotel de Montreal. Aquel viernes entre champagne y exquisitas comidas convenció sutilmente a su invitada a quedarse el fin de semana en aquel país de las mil maravillas; ella estaba disfrutand­o de la lujosa velada aérea y por qué no entregar en aquel país los más preciado para todo hombre.

LOS DOS JÓVENES IBAN A CONTESTAR AL UNÍSONO PERO NINGUNO PUDO TERMINAR LA FRASE, SE VOLTEARON PARA MIRARSE FRENTE A FRENTE Y TODO QUEDÓ EN SILENCIO

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