El control de las decisiones
En qué momento el panameño cedió el control de sus propias decisiones a terceros. Tal vez, fue la forma como se constituyó la república o simplemente es la naturaleza pasiva de la gente. En Panamá no se eligen autoridades para administrar el Estado, sino para que tomen las decisiones.
Lo cierto, es que detrás de la queja generalizada cuando se evidencia el autoritarismo, salen a relucir algunas voces de repudio y rebeldía de grupos insurgentes que se niegan a la subordinación. Pero al margen de un puñado de personas valientes con espíritu e ímpetu, pareciera que a la mayoría en este país le encanta que otro asuma las decisiones que le competen como individuo.
Acá hay gente esperando que un ministro autorice las clases presenciales para los estudiantes, cuando ésta, es una decisión exclusiva de los padres y madres de familia. El Estado podría recomendar, pero el riesgo y la decisión se debe tomar en cada hogar, de acuerdo a cada situación particular.
Se hace más fácil que un funcionario tome las decisiones, por eso, esperamos la conferencia de prensa para que nos digan qué hacer.
En Panamá nos hemos vuelto tan ‘pechugones’, que reclamamos al Estado cuando no tenemos dónde vivir y hasta se exige soluciones de vivienda, nombramientos y subsidios. Nadie protesta por educación, salud ni seguridad, por lo menos no de manera colectiva. El país perdió la dignidad por completo, cuando gran parte de la población avala que ladrones confesos los administren y tomen las decisiones que corresponde a cada individuo. Es un modelo cíclico que se recicla, constantemente, y que depende del momento y del estado de ánimo en que se encuentre la mayoría.
El panameño encontró el gusto por dejarles las decisiones y los problemas a otros, para luego poder criticar lo que no se quiere asumir. Es un proceso que se da en el subconsciente. Sé que tengo que cuidarme del COVID-19, pero mejor que sea por decreto.
El panameño encontró el gusto por dejarles las decisiones y los problemas a otros