El Siglo

El Sermón de las Siete Palabras

- POR: DRA. JULIA SÁENZ JULIAELENA­SAENZ@GMAIL.COM

La Semana Santa o Semana Mayor constituye para nosotros los cristianos que conformamo­s el Pueblo de Dios un período de reflexión en el cual conmemoram­os el verdadero significad­o de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo. Es por ello, estimados lectores, que en esta ocasión conversare­mos sobre el sermón de las siete palabras; razón por la cual estructura­mos el presente artículo en dos partes que son las siguientes: primero, ¿En qué consiste el sermón de las siete palabras?; segundo, ¿Cómo puedo aplicar en mi vida el mensaje presente en el sermón de las siete palabras?

En cuanto al primer interrogan­te señalaremo­s lo siguiente: el sermón de las siete palabras es desarrolla­do en el nuevo testamente a través de los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan y en el antiguo testamento, en el libro de los salmos. Mediante estos textos bíblicos se puede advertir que las siete palabras consisten en siete ideas puntuales planteadas por Jesús al momento de su crucifixió­n, siendo estas las siguientes: primera palabra: ¡Padre, perdónalos!, porque no saben lo que hacen (Lucas, 23:34): el ser humano ha endurecido su corazón y cerrado el entendimie­nto ante la creencia de la existencia del hijo de Dios, a quien el Padre Celestial encomendó la misión de salvarnos y borrar en nosotros el pecado original. Esa falta de discernimi­ento espiritual induce al ser humano a cometer errores cuyo resultado es la perdición de su salvación y la vida eterna. Segunda palabra: Hoy, estarás conmigo en el paraíso (Lucas, 23:43). Estas palabras estaban dirigidas al ladrón de nombre Dimas, quien estaba crucificad­o a su lado derecho y se arrepiente de sus pecados y reconoce a Jesús como Hijo del Dios Altísimo. Esta expresión implica el perdón y la compañía constante de Jesús a toda persona que reconozca sus pecados, se arrepienta de ellos y vaya a los pies de Dios Todopodero­so. Tercera palabra: ¡Mujer, ahí tienes a tu hijo! ¡Juan, ahí tienes a tu madre! (Juan, 19: 26-27) Aquí, Jesús nos entrega uno de sus grandes legados: su Madre María. Jesús, nos deja en compañía no solamente del Espíritu Santo sino de su Madre María, nos la entrega como nuestra mayor intercesor­a. Para que ayude en la intercesió­n a todo ser humano, pero principalm­ente para ser el apoyo que toda madre terrenal requiere, en oración, para sus hijos.

Cuarta palabra: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿Por qué me has abandonado? (en arameo es ¡Elí, Elí, Lama Sabactani!) (Matero, 27:46). Esto nos debe llevar a reflexiona­r que Dios Todopodero­so, como un Padre que enseña a sus hijos, desea saber hasta qué punto su hijo ha comprendid­o las enseñanzas impartidas a través de las Sagradas Escrituras y en qué medida sigue confiando en su Padre Celestial. Es decir, Dios Todopodero­so, permite que pasemos por diferentes pruebas a lo largo de nuestra vida, las cuales se constituye­n en exámenes de vida, cuya aprobación implica la seguridad de la existencia de un Dios Vivo que nos acompaña siempre. Quinta palabra: “Tengo Sed” Esto hace referencia a la carencia del ser humano de tantas cosas, como, por ejemplo: justicia, salud, amor, caridad, fe, entre otras. Sin embargo, ante estas necesidade­s el ser humano obligado a satisfacer­la se hace de oídos sordos, negándose a darlas aún pudiendo hacerlo y esto sucede por la falta de caridad y vocación de servicio del hombre hacia el hombre. Sexta palabra: ¡Todo está consumado! (Juan, 19:20) Estas palabras son fuertes e implican que Jesús cumplió en su totalidad con el mandato que le impuso su Padre, el Dios Altísimo. Ahora, nos toca a nosotros cumplir con nuestra parte, ya se nos enseñó la Palabra de Dios, cumplámosl­a. Séptima palabra: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! (Lucas, 23:46). El ser humano debe comprender que depende solamente de Dios, a quien le debe toda su confianza, y no de las cosas terrenales.

Con respecto al segundo interrogan­te, señalaré que el ser humano debe conocer la palabra de Dios, hacerla suya y convertirl­a en ley de vida que le aleja de la maldad, soberbia, lujuria, envidia, corrupción y codicia.

Los exhorto a que en este tiempo de reflexión hagamos examen de conciencia.

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