Reapertura escolar, pero segura
Desde el inicio del año se ha estado abanicando el retorno a clases presenciales sobre la base de que el no hacerlo, sería condenar a miles de estudiantes al fracaso escolar y a truncar su futuro académico. De igual forma la UNICEF ha recomendando la medida basado en un estudio efectuado en la región, sobre los efectos de la pandemia en el sector educativo.
Por otro lado, tanto docentes como padres de familias han planteados sus reservas ante un retorno en las condiciones actuales que presentan nuestros colegios, caracterizado por centros educativos destartalados, falta de suministro de agua, remodelaciones suspendidas por falta de pago, falta de personal, filtraciones e inmobiliario defectuosos y ahora como si fuera poco, el hacinamiento en los salones, producto de la migración escolar de la privada a la pública.
Si revisamos las cifras del año pasado nos daremos de cuenta que el panorama asusta en cuanto a las cifras de promoción, deserción, estudiantes que nunca se contactaron, deficiencias docentes en el manejo de las plataformas, agotamiento en general. En fin, muy por encima de las cifras frías, que lo más probable son las que la UNICEF consulto, la realidad es que, en términos de contenido y real instrucción y aprovechamiento de los estudiantes, este año ha sido uno de los peores que registre la historia académica del país.
Todo lo anterior, no significa de manera alguna que debemos arriar como si fueran ganado al matadero a nuestros estudiantes, por exigencia de un organismo internacional, que como ha ocurrido siempre, sus análisis y diagnósticos se hacen desde la tribuna sin tomar en cuenta TODAS las aristas y variantes de la realidad existente. Si no hay condiciones adecuadas de bioseguridad (y no me refiero al uso de mascarillas) sino a un conjunto de medidas integrales, infraestructurales, inductivas ante la nueva realidad, acondicionamiento físico, etc, sería un atentado a la integridad de nuestros estudiantes y docentes el retorno a clases.