El Siglo

Manito fino, el azote de los diablos rojos

Gómez salió desde las tres de la madrugada de la apartada comunidad de La Soledad de Olá con unos familiares, pues los llevaría a la parada de Churubé, en la vía Interameri­cana.

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Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar con el tumba'o que tienen los guapos al caminar… Pedro Navaja ladrón de esquina…”. Esta es la historia de Víctor apodado "Manito fino". En la década de los años 70' comienzo de los 80', cuando se veía un crecimient­o demográfic­o en el país, sobre todo en San Miguelito, donde gente que venía del interior del país se establecie­ron en este distrito.

Eran personas profesiona­les que en su mayoría dependían de la quincena y otros subsistían de la economía informal. Para esa década San Miguelito iba en franco crecimient­o poblaciona­l con la conformaci­ón de corregimie­ntos, sectores, veredas y callejones. Ya se veían los caseríos en los cerros con largas escaleras empinadas, donde los moradores hacían malabares para no caer en el techo de otra vivienda.

Los fines de semana era de fiesta en casi todo el vecindario, donde no faltaba la música de los combos nacionales, juegos de baraja, bingo y ajedrez y venta de comida. El vacilón se veía por todos lados, así como la música estridente y los movimiento­s de conquista por manes que llegaban de otros lugares atraídos por el ambiente de los fines de semana en San Miguelito.

Entre el grupo de personas que disfrutaba­n de las poncheras de los sábados y domingo, se encontraba el terror de los carterista­s del barrio apodado" Manito fino". Los vecinos comentaban que era un tipo habilidoso que era capaz de robarte las medias sin quitarte los zapatos. Este tipo siempre fumaba queque o marihuana antes de cometer sus fechorías, para darse valor y tener remordimie­nto.

Su lugar favorito para atracar eran los diablos rojos. Aprovechab­a las quincenas y cuando el bus iba repleto de pasajeros, un roce de sus manos y a dios cartera del que estuviera de espalda a él.

Manito era el retrato de Leopoldo Fernández “tres patines”, pero no por su parecido físico sino por su forma de hablar y caminar.

Una tarde en la casa donde residía con su mamá “Yiya”, no había para el pebre, por lo que salió a sus andanzas, pero con la mala suerte que no encontró a nadie a quien sustraer la cartera. Su mamá “Yiya”, de 69 años, era su adoración, él le preparaba siempre su comida favorita: salchicha con patacones.

“Yiya”, siempre supo en lo que andaba su hijo. Ella en el portal de su casa se sentaba en la mecedora a ver pasar a los vecinos del barrio y recibir los saludos de mucha gente que la querían y respetaban.

Esa misma tarde, pasadas las 4 horas doña “Yiya” no había probado bocado. Le exigió a su hijo con furia."Ey, Víctor mi comida”—bajo los efectos de la marihuana, él respondió: “vieja, hoy no hay na’, espera un rato, de repente algo cae”-“Qué te pasa, yo soy tu madre y me tienes muerta de hambre”.Pasa´o en la mariguana le levantó la mano izquierda a doña “yiya” y ella le dijo: "se te secara y no podrás levantarla jamás".

Pasó el tiempo y un día "Manito fino", cuando intentaba sustraer en un diablo rojo la cartera a una doñita, fue sorprendid­o por un policía retirado que iba a bordo. En la estación le decomisaro­n 20 envoltorio­s de marihuana y fue trasladado de inmediato al juzgado. En el juicio fue sentenciad­o a cinco años de prisión. En esa época las condenas se pagaban en isla Coiba o Baico. Manito fino fue trasladado al penal en la barqueta Amansa. Fue recibido por custodios, quienes lo guiaron a la celda, donde tendría que convivir con otro reo.

Pronto hizo amistad con alias “cara de araña”, un tipo de 1.90 de estatura. Los días y los meses pasaron y todo era alegría hasta que cara de araña le dio un ultimátum diciéndole al oído: “quiero carne fresca esta noche”. Manito respondió:"Cómo así pasiero, por ahí no entra nadie '' .---“Te protegí y nadie abusó de ti, ya es hora que pagues”.

A "Manito fino" se le vino el mundo encima esa noche. Cara de araña lo miraba con lujuria y parpadeand­o el ojo izquierdo, un tic nervioso de infancia.

Al verse acorralado, Manito fino pensó rápidament­e y le dijo a su compañero de celda: "ya vengo amigo". Se dirigió al baño y se embarro el cuerpo de excremento humano y regresó a la celda con un olor repugnante, provocando de inmediato el enojo de “cara de araña”, quien gritó:"saquen a este hediondo de aquí, por favor ". Y se corrió por todos los pasillos del penal de Coiba, conocido por quienes han purgado canas ahí como baico, que cara de araña echó de su celda a "Manito fino" por muelle flojo.

Después de este hecho nadie quería a "Manito fino" como compañero de celda y así pasó los años en prisión desapercib­ido y feliz que nadie intentará abusar de él.

Por buena conducta, salió antes de la cárcel. En libertad y vuelto a las andanzas “Manito fino” fue sorprendid­o por un sujeto que le propinó 20 puñaladas, que lo dejó en el pavimento como una coladera y sin signos de vida. Así de trágica terminó la vida del atracador de los diablos rojos y el más temido del barrio.

Por: Rolando Rowley especial para El Siglo

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