El Siglo

Ella aún espera a su pretendien­te

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Emily conoció a un pretendien­te, de esos sacados de un cuento de hadas. El hombre que le que abre la puerta del carro, que es cortés y, sobre todo, muy respetuoso con ella, de esos tipos que ya casi no se encuentran, solo en las telenovela­s.

Todo era perfecto, tal como lo había soñado. Desde que lo conoció lo miró con ojos de amor y la forma como la trataba le conquistó el corazón. Mientras que Emily iba en serio con sus sentimient­os y planeaba un futuro promisorio con Enrique, él se mostraba muy cauteloso, porque en el pasado su corazoncit­o había sido herido.

Emily, era una hembrita bella como las actrices de novelas, pero tenía un carácter muy jodido y aunque estaba ilusionada como su príncipe azul, no sabía cómo expresar sus sentimient­os, porque era una mujer que comentaba lo mínimo que le pasaba o pensaba, sin imaginar, que con su propia lengua estaba desilusion­ando a su pretendien­te.

Ella le hablaba como un amigo y a pesar de que él le decía todo el tiempo “te quiero”, ella le contestaba “cómo me puedes querer!”.

Un día él se preguntó: “¿Qué hago aquí si ella no me quiere?”

Un día Emily le dijo a Enrique que ya no lo quería como amigo. Enrique se alejó sin decir adiós.

Lo que ella no sabía es que el distanciam­iento que le acaba de dar a Enrique, le dolería tanto que al pasar los días su estado de ánimo decayó, se deprimió y se la pasaba todo el tiempo encerrada en su habitación. Sus familiares comenzaron a preocupars­e.

Emily se aferraba a la almohada y lloraba como una Magdalena porque Enrique siempre la había tratado como

Lo peor es que había días que ella pensaba que él la seguía queriendo, y otros, que había regresado con su exnovia.

una princesa y ella, por no expresar sus sentimient­os, dejó que se fuera. Desde ese día ya no recibió llamadas ni mensajes de Enrique.

Lo peor es que había días que ella pensaba que él la seguía queriendo, y otros, que había regresado con su exnovia, que justo días atrás se había comunicado con él.

Su mente estaba confundida, pero no podía dejar de lamentar que ella era la culpable de haberlo alejado. Entonces quiso pedirle perdón.

Le pidió ayuda a José, el mejor amigo de Enrique, pero él no pudo hacer nada, mucho menos su amiga Elizabeth, quien en el primer intento por arreglar la situación y jugar a ser cupido, fue bloqueada.

Emily agotó todos los recursos para pedirle disculpas a Enrique y, aunque sabe que él es un buen hombre, juró luchar por su amor, y decidió darle un tiempo al tiempo y respetar su decisión de alejarse.

Ahora Emily ora a Dios para que su príncipe azul la busque. Dice que lo esperara para que le dé una segunda oportunida­d. Mientras tanto, suspira y cuenta los días en que aparezca su pretendien­te y vivir así su historia de amor.

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