A eso que hoy llamamos corrupción
¿Por qué será que la ley contempla que puedan ocurrir actos humanos contrarios al interés común? La experiencia nos indica que gracias a nuestra naturaleza imperfecta, tendemos a caer fácilmente en las tentaciones que nos hacen desviar del camino del bien. Así que los delitos y las penas no son graciosas invenciones del Legislador, sino serias advertencias que pesan sobre el funcionario que por la razón que fuere, sucumbe ante lo ilícito.
No conocemos un concepto formal que defina lo que es corrupción. Hoy a hoy cualquier anomalía cometida o que se presuma realizada se le denomina “corrupción”, sin que nadie importar investigar su certeza; o que se trate de un rumor mal intencionado, o que el hecho resultara desmeritado por vía judicial.
En estos tiempos, en los que la sociedad no da mayores muestras de sensatez cívica, hay más avidez por conocer “que hacen y que no hacen” los servidores públicos. Ese interés merece ser celebrado, solo que o ese “fundamentalismo democrático”, no se compadece con la indiferencia con el que las mayorías atiende sus deberes y compromisos ciudadanos.
Por alguna curiosa razón, la fuerza pervertidora de la corrupción se hace más notoria en democracia, pues resulta extraño concertar pactos o alianza políticas, basados en principios éticos. Así que tal vez el temor o la violencia puedan servir para garantizar que se honre la palabra empeñada. Sólo un contrato “sucio”, una prebenda inmerecida, o una “botellita”, resulta más eficaz para amarrar de por vida las voluntades más indomables.
Bajo este ambiente, se llega a presumir que todo funcionario es corrupto, sin que una intachable hoja de vida, sirve para disipar esa percepción negativa. En la política criolla, casi por arte de magia, se gana honra y credibilidad, simplemente perdiendo una elección.
En medio de tanta desesperanza, estamos buscando a un hombre honesto para que nos guíe. No dudamos que esté ahora mismo caminando por las calles, pero cuando decida imponer el orden con energía, privilegiar el talento, y condenar al coimero, las redes lo devorarán vivo, porque sólo un marciano o un enajenado mental, podrían ser capaces de alcanzar semejantes proezas.
ABOGADO