Vendo frascos de verdad, credibilidad y mala verdad
El sonido de la campanilla que agita con apuro el mercader, mientras avanza montado en su carreta por las calles desoladas del pueblo, rompe el estado de letargo de los lugareños. El cansancio y la somnolencia profunda en la que están inmersos es gracias a la enfermedad que tiene en cuidados intensivos a la verdad, el bien común y la credibilidad, tres órganos vitales de la sana convivencia social.
Es mediodía, los rayos del inclemente sol generan una ola de calor que obliga a las personas a mantenerse en sus casas. Es tan alta la temperatura que algunos creen tener fiebre.
La curiosidad pudo más que la insolación y la plaza es el escenario para que la muchedumbre empapada en sudor escuche admirada los sortilegios que tiene en venta el forastero.
“Tengo a buen precio los frascos de credibilidad, de verdad y de mala verdad, acércate, llévate el tuyo”. Daniel y su hijo de 10 años escuchan con asombro las explicaciones y propiedades de los brebajes.
Inquieto por el calor y con la garganta seca, el niño le pregunta al papá ¿cuál es mejor?
¡La verdad! respondió el progenitor, prefiero ese porque está hecho con el ingrediente de la honestidad que implica la actitud de mantener en todo momento la veracidad en las palabras y en las acciones.
Pero cada uno compra el que le sirve mejor, por ejemplo, muchos van a llevar la mala verdad ya que sus vidas se basan en engaños y artilugios para mantener sus intereses mezquinos, otros van a comprar la credibilidad por la necesidad urgente que tienen de ser creídos, aunque sus discursos no tengan veracidad. La gente no les tiene confianza, por eso deben beber el frasco de la credibilidad.
PERIODISTA Y EDUCADOR