El Siglo

Por ladrón le quebraron la mano

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La robadera ha aumentado no solo en la capital sino hasta en los pueblos del interior del país. Si no, pregúntenl­e a los moradores del ‘Cerrito’, que son víctimas de este calvario.

Y es que un sujeto conocido en el bajo mundo con el apodo de “El Flaco” se ha convertido en el azote de los moradores de este pueblito, pues no pueden dejar nada afuera de sus casas, pues el bandido como un imán, se lleva todo lo que encuentra a su paso.

Casa que entra, casa que deja desplumada. Los televisore­s y tanque de gas, son sus artículos preferidos y tiene clientes que le compraban, pues nunca falta el sinvergüen­za que se preste para esta bajeza.

‘El Flaco’, a pesar de que se había convertido en el terror del pueblo, parecía intocable, primero por ser menor de edad y segundo, porque su madre alegaba que él tenía un problema mental.

Desde los 16 años este ladronzuel­o andaba cometiendo sus delitos y con el tiempo comenzó aumentar sus robos y hasta intimidaba a los moradores. Quien se atrevía a ponerle una denuncia a la Policía era amenazado, le advertía que le iba a robar o prenderle la casa mientras dormían. Por eso nadie se atrevía a mover un dedo para acusarlo.

Cuando cumplió la mayoría de edad, las víctimas de ‘El flaco’ pensaban que el relajo se iba a acabar y que una vez por toda iba a terminar tras las rejas, pero se equivocaro­n.

La buena racha del bandido continúo y las leyes no existían para él. Seguía robando y amenazando. Ya no importaba que fuera de día o de noche para cometer sus delitos.

‘El Flaco’, a pesar de que se había convertido en el terror del pueblo, parecía intocable.

Todo el mundo le tenían miedo y, lo más frustrante, no había certeza de castigo para este malandro. Entonces, un día, los vecinos decidieron acabar con el calvario en la que vivían y se organizaro­n. Comenzaron a vigilar las calles y le advirtiero­n al “El Flaco” que si nuevamente lo veían robando le iba a caer todo el pueblo e iban a tomar la justicia por sus propias manos.

'El Flaco' se reía, pero cuando iba por su próxima víctima, una casa que ya había robado cinco veces, le esperaba su regalo. Los vecinos vigilantes le dieron una tanda de golpes que terminó viendo las estrellas.

“¡Ayuda! ¡Ayuda!” gritaba. Tras la paliza que recibió, “El flaco” terminó en el hospital con las costillas rotas, los brazos fracturado­s, los dientes rotos y un ojo hinchado como si se hubiera enfrentado al boxeador filipino Manny Pacquiao.

Desde ese día, ‘El Flaco’ dejó robar en el pueblo y busca un trabajo para ganarse la vida honradamen­te.

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