Crisis en los partidos políticos
Los escándalos de figuras políticas en el ejercicio de sus funciones no son el síntomas del estado calamitoso de esos organismos. En la mayoría de los casos, se trata de acciones abusivas personales, y no la ejecución de una decisión adoptada por los canales institucionales del partido.
Ya sea que estemos ante un partido que funcione mediamente apegado a sus estatutos e ideología, o a la voluntad de sus “dueños”, jamás propondrían formalmente el saqueo de los fondos estatales o cualquier otra especie de “travesuras” delictivas, como una movida válida para alcanzar los fines perseguidos por el colectivo, .
El partido es una maquinaria de concertación política, labor que le exige crear amplios canales de participación de la membresía para la discusión, debate, promoción de dirigentes y la evaluación de los temas nacionales, sin importar que se apoye o adverse al gobierno de turno.
Su papel es fundamental en el proceso de fortalecimiento de la democracia, pues ajustados a sus postulados ideológicos están llamados a defender intereses sean empresariales u sociales. Pero “la crisis de la política” les rebajado a la condición de simples instrumentos jurídicos electorales, hábiles para gobernar por el voto popular.
No hay crisis en un partido que enfrenta tensiones intensas intentando construir un consenso democrático, pero sí la hay en el partido que enmudece ante el comportamiento “reprochable y abusivo” de sus dirigentes; el que al quedar paralizado recude la voluntad del partido,, a la voluntad y apetencias personales de su alta jerarquía.
Si el debate el debate “brilla por su ausencia”, consecuentemente se tomaran decisiones inconsultas, que “jurídicamente” comprometen a toda la membresía, pero que en realidad, son la expresión un de grupo o secta privilegiada.
En medio de esta ruptura entre el partido formal y el partido real, se produce un forcejeo permanente por entrar en “las roscas”, que define sus corrientes y bloques.
En una sociedad poco solidaria, las ambiciones personales terminarán venciendo a los principios y valores predicados por el partido. Se nos dificulta construir una sociedad justa, si despreciamos la decencia, convertimos al ciudadano en un voto, el que hay que conseguir “al precio que sea”.