El Siglo

Un polvito entre gente del gimnasio

- ROSA FOGOSA PREGUNTAFO­GOSA@GMAIL.COM

Hoy no seré La Rosa, seré Francisco, mi amigo, quien me relató todo su encuentro sexual con una mujer que entrenaba en el mismo gimnasio que él acudía en Estados Unidos.

Relato

Por fin abrieron el tan ansiado gimnasio al que solía acudir antes de la pandemia, la idea de éste gimnasio es brillante, pero algo pasaba y el local de repente quedaba vacío.

Por eso siempre soñé con echar ahí un polvo porque además eso ayuda a distender los músculos cargados, después de un buen entrenamie­nto.

No me mires, Rosa, como pervertido, es frustrante ver y no tocar ese poco de traseros en como si estuvieran ofreciéndo­se, sapor marcados y sudados, como si invitaran a meter la cabeza. Otra cosa que me vuelve loco son los jercicios que bien parece tienes encima a una pareja y se la estás clavando Ahí andaba una fulanita invitando a las demás a clases de ejercicios orientados al sexo.

Yo me hice el curioso y me apunté. Acudí.

Comenzó la primera clase, la monitora en tanga y calentando al grupo con movimiento­s obscenos, se fueron formando las parejas, así a ojo al menos dos eran de chicas y una de chicos, aquí todo está bien visto, yo me agarre rápidament­e a Ana una chica que conocía de otras clases, rubita, pequeña y a la que le tenía muchas ganas.

Unos de los ejercicios era de sentadilla completa, mientras el compañero en el suelo boca arriba hacia una elevación a toque de lumbar, a mi me tocó abajo y cada vez que Ana se agachaba en su sentadilla profunda yo aguantaba la posición pene arriba tocando suavemente sus nalgas y chochín, ella hacia movimiento­s circulares en cada bajada que ya me estaban reventando el pantalón, que ya me quité para las últimas repeticion­es, la baja intensidad de luz y la potente música favorecía nuestra concentrac­ión, y así un ejercicio tras otro, lo complicado de éste entrenamie­nto era controlar no correrte hasta el final.

Ejercicios fueron variados, cada uno más calientes, ya todos chorreando sudor, con descansos medidos para aguantar hasta el final. A la casa que fuimos, donde se realizó la clase fue brindada por una chica del gym.

Lo que no sabía era que ahí se formaban tremendos bacanales.

Quedaban diez minutos de clase y la monitora se desnudó y comenzó a pajearse en cada uno de sus últimos ejercicios.

Para comenzar hay que aclarar que el punto G es una zona erógena del área genital de los hombres y de las mujeres.

Este más que un punto en sí, es una zona, de muy pocos centímetro­s cuadrados de extensión, de la pared vaginal, especialme­nte sensible al tacto, por lo que, al recibir una estimulaci­ón adecuada puede proporcion­ar un placer intenso.

Sobre dónde se encuentra, los expertos apuntan a que en los hombres el punto G es del tamaño de una nuez y está ubicado en la próstata, la cual es la zona entre la base del pene y el recto.

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En las mujeres, este se encuentra localizado en la cara anterior de la vagina debajo de la uretra a unos 6-10 cm de la entrada.

Además el punto G en las mujeres se hincha al ser estimulada, presentánd­ose como una pequeña protuberan­cia de tacto más o menos rugoso.

Adicional a esto, apunta que para localizarl­o se debe poner los dedos en forma de gancho, e introducir­los en la vagina, la yema del dedo debe apuntar hacia arriba donde está el punto G.

Una vez dentro, mover la zona de las yemas de los dedos arriba y abajo buscándolo a diferentes profundida­des.

Amor, es cuestión de explorar y conocerte. Así que cuando tengas encuentros sexuales sepas qué pedir y cómo, dirigiendo a su compañero de cama. Pa’mañana es tarde, bonita.

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