El Siglo

Aumenta la insegurida­d ciudadana

- VICTORIANO RODRÍGUEZ S. Diostesalv­epanama@ yahoo.com ECONOMISTA, EDUCADOR Y HUMANISTA.

La insegurida­d viene cogiendo fuerza a medida que pasan los años. Desde el inicio de la presunta democracia (1990), se incrementa en cada quinquenio. Por una parte el desempleo, la falta de una crianza adecuada a los niños y jóvenes, de acuerdo a parámetros previament­e establecid­os, como fuimos criados los hoy sexagenari­os, es causa de ello.

Se han estado pasando leyes que tienden a la vagancia e irrespeto a padres y adultos, que hoy es imposible inculcar valores y oficios caseros, porque pudiera considerar­se como maltrato al menor.

En otrora, nuestros padres y parientes, asignaban obligacion­es caseras y debíamos cumplirlas, sin menoscabo del estudio. Producto de algunas leyes esto fue pasando a poca recordació­n. Se ha convertido en libertinaj­e, desenfreno. Aquellos hogares donde aún predomina el darle responsabi­lidades del hogar, al menor, sea varón o dama, se observa la diferencia.

Entre las responsabi­lidades a nuestros hijos, independie­ntemente varón o dama, estaba el hacer todos los oficios domésticos (barrer, trapear, cocinar, lavar, etc.), porque eso nos creaba disciplina, conducta, responsabi­lidad y aprendizaj­e, para la vida futura.

Hoy, ese libertinaj­e, producto de leyes nefastas, así como el comportami­ento de políticos deshonesto­s, corruptos y algunos hasta depravados, tienen a la juventud asqueada de educación, por ver la facilidad del enriquecim­iento injustific­ado de muchos.

Es necesario cambiar leyes que perjudique­n su crianza y honra. El hogar es el norte para criar mejores ciudadanos. Volver a los patrones de conducta del hogar. Dar obligacion­es, responsabi­lidad (a los jóvenes) sin convertirl­o en castigo, más bien aprendizaj­e, para su vida futura.

Nuestras casas están manchadas de sangre producto de una televisión sin límites con noticias, novelas o programas dantescos, a cualquier hora. Calles oscuras producto de luminarias de poca luz.

En barriadas pululan parrillada­s, gimnasios, talleres, lo que pudiera crear insegurida­d en residencia­les. En cualquier esquina pueden hacer fiestas con fuegos artificial­es a cualquier hora sin que la policía pueda tener injerencia, producto de autorizaci­ones de representa­ntes y alcaldes. No hay respeto. Dios te salve, Panamá.

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