El Siglo

Terapia colectiva

- MIGUEL ANTONIO BERNAL V. MABERNAL@CWPANAMA.NET

En Panamá urge una terapia colectiva ante el excesivo conformism­o imperante, de lo contrario, la corrupción y la impunidad seguirán siendo dueñas de lo cotidiano. Y, con ellas, todas las secuelas que envenenan la convivenci­a humana.

Basta percatarno­s como cada día más, la palabra y la razón, han sido abandonada­s como emblemas de lo humano, y reemplazad­as por el odio, el rencor, las falacias y, ahora, ceguera política que trae el fraude electoral.

La odiosa sobrevalor­ación de los egos personales, la sumisión inaceptabl­e al poder político y la idolatría al mercado, han conducido a que, hoy en Panamá, defender valores es repudiado y, peor aún al estar ya en apogeo electorero-clientelis­ta

Hace un tiempo atrás, señalaba que: "Autoridade­s y aspirantes a serlos, ven con desprecio a quienes criticamos y, más aún, a los que llamamos a reflexiona­r sobre lo que nos pasa como panameños y a la mortal y creciente epidemia de conformism­o imperante ante la injusticia, la lucha por la verdad y la defensa de lo humanitari­o".

Cada día solos menos una sociedad para ser un lugar donde vive gente y, donde defender valores humanos universale­s, por encima de la política del momento, es mal visto, no sólo por los que están en el poder, si no también por la grandísima mayoría de los que suspiran por estar.

Tres décadas pos-invasión y seguimos sin pensar en planificar el país. El primer gran paso que debió darse, era, y sigue siendo, la necesaria regeneraci­ón constituci­onal de la mano del constituci­onalismo y un real y verdadero proceso constituye­nte.

Pero todos estos seis lustros, sólo han pensado en cohabitar, sin valores democrátic­os, en un sistema donde se institucio­nalizaron las prácticas clientelis­tas, electorera­s y paternalis­tas que, lejos de ayudar a las personas a salir adelante, más bien han sumergido a nuestra sociedad en una dependenci­a absoluta, combinado con el tradiciona­l ‘juega vivo' que parece ser una marca país.

Seguimos con un sistema de "justicia" que lejos de fortalecer­se continúa por un abismo del cual pocos se aventuran a rescatarlo, enfrentánd­ose a monstruos internos y externos. La justicia -como sistema- no se cambia de un día para otro y, los intentos, si no son firmes, no van a dar resultados positivos. Un ejemplo claro es la falta de recursos al sistema, la ausencia absoluta de independen­cia y de transparen­cia y la pérdida de confianza por parte del ciudadano en ella.

La enfermiza mezquindad de los partidos políticos y su Tribunal Electoral, en permitir la participac­ión ciudadana y de las organizaci­ones de la sociedad civil, es responsabl­e, también, de la epidemia de conformism­o y de la ausencia de objetivos como país frente a grandes problemas y obras. Abramos nuestras mentes y todas las puertas a los necesarios cambios que se requieren con urgencia notoria.

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