El Siglo

El amuleto de Marissa

ES UN CUENTO QUE LOS AYUDA A RECONOCER VARIAS EMOCIONES, COMO LA EMPATÍA, EL AMOR, EL MIEDO, ENTRE OTRAS.

- CAROLINA SÁNCHEZ

Marissa estaba emocionada de ir a su primer día de clases en el segundo grado, pues haría muchos amigos y aprendería muchas lecciones con su maestra.

En su mano derecha llevaba puesto una pulsera que le había obsequiado su madre como amuleto de la buena suerte.

A la mañana siguiente del lunes, Marissa saltó de la cama al escuchar el despertado­r, después se arreglaría para el primer día de clases. Entre su mochila y su merienda no cabía de emoción.

Ya en el salón de clases, Marissa se percata que la pulsera no estaba en su mano, miró rápidament­e el suelo y a los alrededore­s, pero no la ve.

Se siente triste e intenta prestar atención a la lección, pero sus pensamient­os están en la pulsera que le dio su madre.

Ya su rostro indica que algo le pasa y sus ojitos se anegaban en lágrimas, casi al borde del llanto.

Andrea, que conocía a Marissa desde el primer grado, sabe que a su amiga le pasaba algo, al preguntarl­e, Marissa le cuenta. Andrea le indica que de seguro la pulsera está en la casa, lo que hace que Marissa se calme y se anime un poco más en el salón.

Al salir de la escuela, Marissa y Andrea caminan a la par, pero al pasar por una casa, Andrea tiembla de miedo al observar un enorme perro que les ladraba.

Marissa toma la mano de su amiga, aceleran el paso y se alejan del sitio, haciendo que Andrea vuelva a sentir paz y tranquilid­ad.

A la mañana siguiente la felicidad se desborda por el rostro de Marissa, quien lleva su pulsera en la mano derecha, pues se le había caído en la cama mientras dormía.

Andrea celebra que Marissa consiguió su pulsera y en medio de brincos no se dio cuenta de que José pasaba con su maqueta y allá fue a parar al suelo el trabajo que le tomó horas hacer.

El enojo se hizo evidente, pese a que Andrea se disculpó.

La maestra, quien observaba la escena, se acercó y le dijo a José que lo ayudaría a reparar la maqueta y que aceptara las disculpas de Andrea, que lo tropezó por accidente y sin deseos de dañar su trabajo.

En el pupitre, junto a la maestra, José, Andrea, Marissa, y otros niños ayudaron a reparar la maqueta entre preguntas y enseñanzas.

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