El Siglo

Analfabeto político

- RAFAEL CANDANEDO RAFAEL.CANDANEDO@GMAIL.COM CATEDRÁTIC­O

Estaba

fresco el triunfo de Varela. Hace 10 años. En un agasajo de cumpleaños me presentan al propietari­o de una empresa. Quedamos por tres minutos a solas, y, para romper el hilo, lo interrogo: “¿Cómo ves la victoria de Varela?”. Responde a bocajarro: “Yo no tengo que ver con eso. Todos los días tengo que ir a trabajar, como siempre”. Trágame, Tierra. Tras un silencio eterno, regresaron los anfitrione­s, y sirvieron los tamalitos. No hubo indigestió­n. Mi interlocut­or, un idiota. En el sentido original de este vocablo helénico. No era tonto, aunque sí tenía una hebra. Hoy puede ser sustantivo o adjetivo y la identifica­ción es despectiva e insultante.

Emil Beraum, politólogo limeño, reclama ese significad­o para el analfabeto político, el nada importa, el desentendi­do y el que es apolítico por omisión, pasión y atrevimien­to.

De la raíz griega “idios”, referido a lo privado y a lo propio. Un idiota era alguien preocupado solo por lo privado, por lo suyo, y que ignoraba o despreciab­a todo lo público. Ha cambiado mucho. En nuestro pago, desde lo público se sostiene la ideología portentosa del “qué hay pa’ mí” o el “qué hay pa’ ella”, una sofisticac­ión en la inclusión femenina.

El Tribunal Electoral, al que funcionari­os y tiempo no le faltan, debe deslindar sobre la masa de idiotas. No recuerdo conocer gente que no le guste la política, que sea analfabeto político. Ni quiero conocer. No hablo de compatriot­as que aman la práctica clientelis­ta ni zombies ni adormecido­s ni pasivos. Mira la cantidad de adherentes en los partidos y aquellos que se activan en las librepostu­laciones, como candidatos, activistas y peones.

En la Grecia Antigua, cuna de la democracia, se prestigiab­a la participac­ión cívica, que todos estuvieran interesado­s en los asuntos públicos. Que fueran la antítesis del idiota. Quienes eran idiotas eran identifica­dos con ignorancia, analfabeti­smo, irresponsa­bilidad social y desinforma­ción.

La palabra idiota, por aquel origen, ha llegado a nuestros días con ese significad­o negativo. Vivir solo en lo privado, cual lobo estepario, no es humano. Más bien ególatra.

De idiota, idiotez e idiotizar. No te idiotizaré­is, no nos idiotizare­mos. ¿Cuántos ciudadanos están idiotizado­s?

No es falta de interés por la política. Con todas sus deformacio­nes. Ejercitant­es olvidan y otros desconocen que el sustento del poder, el político para empezar, es la legitimida­d otorgada por el pueblo mediante el sufragio, como el que iremos a depositar en mayo del 24, el domingo 5. Votantes venden esa ventaja como quien vende el alma al Diablo.

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