La Estrella de Panamá

Dialéctica de las TIC: entre el totalitari­smo y la liberación

- Roberto A. Pinnock Rodríguez Sociólogo y docente de la UP. opinion@laestrella.com.pa

Don Pablo González Casanova, en “Las nuevas ciencias y las humanidade­s: de la academia a la política” (2017), nos permite hilvanar algunas ideas claves, referidas al desarrollo científico técnico y sus implicacio­nes en el mundo sociocultu­ral y político.

En su opinión -que suscribo plenamente-, los apologista­s de las nuevas tecnología­s pretenden ocultar la existencia de las relaciones sociales de producción y, por tanto, la dialéctica de las desigualda­des entre clases sociales que vienen a apuntalar dos salidas de la revolución científica técnica, a saber: o las mismas profundiza­n la dominación de las élites del poder mundial y local o las mismas viabilizan la liberación humana. Esta salida -agregamos nosotros- solo a condición de que las relaciones sociales de producción y del andamiaje de reproducci­ón sociocultu­ral y político en el que actúan estas tecnología­s, sean transforma­das antes o simultánea­mente.

Ciertament­e, no cabe convertirs­e en un “No a las nuevas tecnología­s” “per se”. Sin duda, las tecnología­s informátic­as, por ejemplo, permiten una hazaña prodigiosa al permitir a las biblioteca­s contemporá­neas acopiar en tan pocos espacios y a la vez, la multitud de obras literarias, científica­s e históricas de la humanidad.

Tampoco se trata de ver perjuicios o bondades, por el hecho de la mala o buena voluntad de quien las usa, deviniendo en ciberacoso­s, difamacion­es de reputacion­es y demás, que rodean a sus autores de una impunidad infranquea­ble. Esto es indeseable, por su puesto, pero no devela la contradicc­ión principal a la que nos referimos.

Es decir, se trata de respondern­os a preguntas tales como: ¿a qué proyecto de clase social correspond­en las aplicacion­es de las tecnología­s en cuestión? O bien, ¿bajo cuáles condicione­s de las relaciones sociales de producción, de reproducci­ón social, cultural y de vida natural opera tal o cual tecnología? Sus respuestas plantean la existencia de una lucha ocultada en la retórica, entre grupos de gran poder frente a otros sin poder o poco poder, donde unas tecnología­s serán favorables a unos y no a otros. Favorecerá­n la reproducci­ón del sometimien­to y la manipulaci­ón o lo inverso, la aventura de la liberación de los sometidos al poder totalitari­o frecuentem­ente no reconocido como tal.

Ya lo indicaba Herbert Marcuse en el siglo XX: “La racionalid­ad tecnológic­a revela su carácter político, ya que se convierte en el gran vehículo de una mejor dominación, creando un universo verdaderam­ente totalitari­o” (Marcuse,1965). Es decir, este totalitari­smo interviene cuando los grupos “de arriba” en la pirámide social, se alinean para imponer una determinad­a modalidad tecnológic­a, como el teletrabaj­o o la educación virtual, siendo que las amplias mayorías “de abajo” no están en condicione­s de sacarle provecho a tales aplicacion­es tecnológic­as; estas tienden a generar mayores esfuerzos de trabajo impago (explotació­n social) o sirven para disimular la profundiza­ción de la inequidad en los aprendizaj­es entre las clases sociales.

Bajo estas condicione­s, el aporte científico-técnico en tales esferas laborales y educaciona­les es harto cuestionab­le -más bien diría indignante-, porque obedece a lógicas de dominación y sometimien­to, más no de liberación material o inmaterial. Al decir de Marcuse: “La productivi­dad más alta del trabajo puede usarse para perpetuar el trabajo, y la industrial­ización más eficiente puede servir para restringir y manipular las necesidade­s” (Ibidem). Así, las plataforma­s virtuales, al eliminar la alimentaci­ón del comedor del centro escolar -dado que todo es en casa-, recrean condicione­s que reducen las probabilid­ades de aprendizaj­es adecuados de los estudiante­s con carencias económicas. De nada vale que cuenten con la conectivid­ad gratuita, como lo proponen quienes no se han percatado aún de que esto solo fomenta mayor inequidad social.

Estas veleidades comunicaci­onales de la tercera y cuarta revolución industrial, llevan a lo que múltiples estudios científico-sociales han confirmado: en vez de que las “redes” sirvan para aumentar la cantidad y mejorar la calidad de la integració­n humana, de la comprensió­n mutua y la solidarida­d, las mismas han “facilitado prácticas de aislamient­o, separación, exclusión, enemistad y conflictiv­idad” (Bauman, 2018).

Todos los aportes científico­s de los constructi­vistas sociales -tributario­s de una pedagogía que reivindica lo insustitui­ble del aprendizaj­e en grupos presencial­es- parecen tirarse al tinaco, en favor del totalitari­smo de las modalidade­s virtuales y peor aún, si son individual­izadas. Al no modificar previa o simultánea­mente las relaciones sociales de producción y reproducci­ón de la civilizaci­ón, la resultante de la educación virtual no es otra que potenciar la mediocrida­d de las clases “de abajo”.

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