La Estrella de Panamá

¿Y si evitar contagios causa más muertes?

- Jaime Raúl Molina Abogado opinion@laestrella.com.pa

Uno de los problemas de las soluciones simples a problemas complejos es el sesgo de linealidad, una de cuyas manifestac­iones es asumir que más siempre es más y menos siempre es menos. En el manejo de la pandemia, los Gobiernos de Occidente han adoptado una serie de medidas que en términos generales asumen linealidad. Una de esas medidas ha sido el confinamie­nto no diferencia­do de poblacione­s enteras. No distingue entre personas de alto riesgo y personas de riesgo baj[ísim]o. Ese enfoque de brocha gruesa no solo ha sido poco efectivo, sino que probableme­nte condujo a que la cifra de muertes por COVID-19 sea mayor a la que habría sido de haberse adoptado medidas diferencia­das según el riesgo.

La premisa lineal a que me refiero es la siguiente: más contagios ? más muertes. “Ceteris paribus”, sería así. Esto ha llevado a la política de tratar de evitar contagios. Pero los contagios no se pueden evitar, sino tan solo, en el mejor de los casos, postergar. Lo de aplanar la curva no era para evitar contagios, sino para evitar los colapsos sanitarios. Por alguna razón, el mensaje se perdió en el camino y se transformó en un intento mágico por evitar todos los contagios para siempre.

El problema está en el “ceteris paribus”, pues sabemos desde hace meses que la letalidad de la COVID-19 es enormement­e heterogéne­a, según grupos de edad. El riesgo de muerte por COVID-19 en personas a partir de 70 años es 180 000 % (ciento ochenta mil por ciento) mayor que en menores de 20 años (según el estimado de tasa de letalidad por infección -IFR, por sus siglas en inglésmás reciente del Centro de Control y Prevención de Enfermedad­es -CDC-, actualizad­o hace unas dos semanas). El más reciente “mejor estimado” del CDC, según grupos de edad, es así: 0-19 años: 0.003 % (de cada 100 000 infectados, morirían tres personas); 20-49 años: 0.02 % (de cada 100 000 infectados, morirían 20 personas); 50-69 años: 0.5 % (de cada 100 000 infectados, morirían 500 personas, y 70 o más años: 5.4 % (de cada 100 000 infectados, morirían 5400 personas).

En otras palabras, el “ceteris paribus” fundamenta­l de la idea de que “a más contagios, más muertes”, está equivocado, porque asume homogeneid­ad en la susceptibi­lidad a morir por la enfermedad, premisa patentemen­te falsa.

Entonces, sabiendo que las medidas poblaciona­les no pueden reducir el número eventual de infeccione­s en la población, sino tan solo -en el mejor de los casos- postergarl­as en el tiempo, ello, en conjunto con la informació­n que ya tenemos sobre la muy asimétrica letalidad de las infeccione­s en distintos grupos etarios, significa que si hubiese un modo de permitir los contagios en los grupos etarios de bajo riesgo, a la vez que se recomienda a la población de avanzada edad -y adultos más jóvenes con factores de riesgo- a practicar el distanciam­iento social (quedarse en casa, y demás), ello llevaría a una mayor proporción de contagios en la población joven, con un consecuent­e menor número de muertes totales, que si los contagios ocurren de forma indiscrimi­nada en toda la población. En otras palabras, una estrategia selectiva, enfocada, y no la indiscrimi­nada que hemos llevado, lograría que un mayor porcentaje de las infeccione­s se produzcan en individuos con bajo riesgo de muerte, y ello conduciría a una considerab­lemente menor cantidad total de muertes en la población. Así, al alcanzarse el umbral de la inmunidad de manada con un porcentaje de infeccione­s predominan­te en los grupos etarios de bajo riesgo, el resultado sería un muy menor número de muertes que si las infeccione­s se propagan de forma indiscrimi­nada.

Contrario a lo que algunos han hecho ver, la inmunidad de manada no es una estrategia. La inmunidad de manada será el destino final de la pandemia, nos guste o no, con vacuna o sin ella. Esa es la manera en que usualmente terminan las pandemias. La obsesión de evitar todos los contagios habrá actuado para impedir el desplazami­ento relativo de las infeccione­s hacia grupos etarios jóvenes, en que el riesgo de muerte por COVID-19 es comparable al de la influenza estacional o incluso menor que esta (como es el caso en los menores de 15 años). Dicho de otro modo, la estrategia del confinamie­nto poblaciona­l habrá provocado un desplazami­ento relativo de las infeccione­s de tal modo que muchas más personas en grupos etarios de alto riesgo se infecten, que si se hubiese seguido un enfoque de permitir los contagios en la población joven. Sí, el confinamie­nto causó más muertes.

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