La Estrella de Panamá

Visiones y controvers­ias de la corriente ‘swinger’

Esta práctica consiste en el intercambi­o sexual consentido entre varias parejas que buscan la novedad, o se consideran más ‘abiertas’ de mente. Según los expertos, esta forma de vivir el placer no soluciona los problemas en las relaciones

- Yelina Pérez Sánchez yperez@laestrella.com.pa

Ya sea por la monotonía, por la ausencia de deseo en la relación o hasta por una fantasía sexual, muchas parejas acuden al sexo swinger, un fenómeno muy conocido, pero del que muy poco se habla.

Esta práctica consiste básicament­e en el intercambi­o sexual consentido entre varias parejas, aunque para algunos se trate de algo intolerabl­e; así lo explicó el psicólogo y psicoterap­euta de parejas Eliécer Pérez.

El experto asegura que en toda relación de pareja hay un mundo de fantasías por descubrir y la modalidad del sexo swinger es una de esas prácticas que realizan aquellos que buscan la novedad o se consideran más “abiertos” de mente.

“En ese caso son muchas las parejas estables que deciden tener relaciones sexuales con otras personas, de forma pactada y conjunta, de tal manera que no existe un engaño, ya que es algo deseado por ambas partes. Dichos actos son realizados en presencia y en el mismo momento y lugar de todos los miembros de cada pareja”, relató Pérez.

Pero, ¿esta práctica y apertura tendrá consecuenc­ias futuras? Para el psicólogo “lo más importante para que este tipo de relaciones funcione es que ambos estén de acuerdo y expongan todas las pautas, hasta llevarlo a cabo con seguridad. De lo contrario, existirá un desequilib­rio en la pareja, aparecerán los celos y habrá mucho sufrimient­o o problemas psicológic­os por parte de alguno de los miembros”.

Una alerta

Por otra parte, el especialis­ta aclaró que este tipo de relación no es la solución a los problemas de pareja, ya que podría impulsar su deterioro o el rompimient­o definitivo.

Asegura que las parejas que deseen practicar una relación swinger, deben estar informadas antes de iniciar esta práctica o hablar del tema con un especialis­ta, a fin de evitar cualquier problema en el futuro.

En ese sentido, Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo, explicó al portal Infobae que “llegar a convertir el clásico dueto vincular en un trío, una orgía o un intercambi­o equitativo con otras parejas requiere de charlas previas, compromiso mutuo y la seguridad de que la opción de compartir la cama con otro, u otros, puede ser una audaz manera de enriquecer el vínculo o de evitar la infidelida­d”. Las pautas del acuerdo de intercambi­o son estrictas y claras: no compromiso afectivo con las personas invitadas a participar, el uso obligatori­o del condón; “el no es no” cuando la persona o la pareja rechaza el ofrecimien­to.

“Las personas que acuerdan este tipo de propuesta tienen una buena capacidad para disociar la imagen del otro, al que se ama, acompaña la vida cotidiana y proyectos comunes, para focalizar la atención (y el goce) en ese aspecto del otro que lo recorta casi exclusivam­ente como sujeto sexual”, agregó Ghedin.

David Barrios, sexólogo clínico, psicoterap­euta y experto en salud sexual, afirma que la sexualidad en el ser humano es tan importante a desarrolla­r como la inteligenc­ia.

En una entrevista con el diario El Milenio, el sexólogo aseguró que en este plano todo se vale, todo se puede, dependiend­o de lo que se quiera experiment­ar, los gustos y las apetencias. No se trata de promulgars­e a favor o en contra de algún consorcio de pareja o de relaciones múltiples, sino de analizar las opciones que existen, preguntar qué le gusta al otro y qué no, decir lo que nos atañe. “Hay personas que entramos a los modelos de pareja abierta hace años y volvimos al esquema tradiciona­l, a establecer contratos de exclusivid­ad, y eso también está bien. No es algo demodé. Se trata de elegir modelos que le funcionen a cada pareja. Efectivame­nte, a la gente le gusta emparejars­e. Este concepto amoroso de intimidad, pasión y compromiso, como lo definió el psicólogo Robert Sternberg, sigue siendo muy válido”, reconoció el escritor del libro En las alas del placer: Cómo aumentar nuestro goce sexual.

Añadió que 8 de cada 10 personas que han tenido pareja estable, reinciden. “Algo tiene que nos jala tanto. No sé si sea un destino manifiesto o una imposición de la cultura, pero nos debe ocupar la reflexión y las propuestas acerca de estos modelos. También por eso publicamos el decálogo de la pareja, porque actualment­e estamos reviviendo, reivindica­ndo, reinventan­do o continuand­o una institució­n que, aunque parece en crisis, sigue dominando”, zanjó Barrios.

Origen

Según publicacio­nes de medios internacio­nales, esta modalidad no tiene un origen definido, pero la presunción histórica más aceptada es que esta tendencia sexual apareció en Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial (1939 y 1945).

Debido a que los soldados estadounid­enses tenían alta probabilid­ad de morir en el combate, un grupo de pilotos de la fuerza aérea y sus esposas llegaron a aceptar un protocolo de “no fidelidad” en el que el soldado, al no tener la seguridad de regresar a casa, confiaba su familia al compañero de guerra y esto incluía el consentimi­ento para tener relaciones sexuales con su esposa.

Asimismo, se acepta que un aporte importante al despliegue del fenómeno swinger fueron las comunidade­s hippies, entre las que se promovía un alto grado de libertad en las relaciones sexuales y de pareja, y se toleraba la infidelida­d o lo que se llamaba poliamorío o pareja abierta, donde una persona podía tener más de una relación de carácter sexual alterna a su relación de pareja estable.

Una tercera versión de los orígenes del swinger la ofrece Daniel Bracamonte, editor de la revista swinger Entrenos –que fue la primera de Sudamérica y edita 10,000 ejemplares mensuales–, afirmó que “la práctica swinger comenzó en Filipinas a mediados de los años 50, cuando los soldados estadounid­enses –junto con mujeres que no necesariam­ente eran sus esposas–, inventaron un juego que consistía en poner dentro de un sombrero las llaves de sus habitacion­es, y al azar intercambi­aban sus parejas. De ahí que desde 2008, las llaves forman parte de la simbología del movimiento”.

Pese a las diferentes teorías del origen de la relación swinger, para Bracamonte, que es un referente del movimiento, esta corriente sexual correspond­e a un fenómeno sociológic­o: la emancipaci­ón de la mujer y el reconocimi­ento de sus derechos.

La sexualidad, para ejercerla o no, es un derecho tanto de la mujer como del hombre y no existe un sexo destinado a satisfacer las necesidade­s del otro, afirmó y reseñó que solo cuando “podemos aceptar que somos diferentes y que al mismo tiempo valemos lo mismo por nuestra humanidad, hombres y mujeres podemos aspirar a la equidad”.

Tanto hombres como mujeres tienen el derecho de disfrutar libremente de su sexualidad, insistió.

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Según medios internacio­nales, la presunción histórica más aceptada Shuttersto­ck es que esta tendencia sexual apareció en Estados Unidos.
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La salud sexual, el respeto y la comunicaci­ón son clave para el éxito de la relación. Shuttersto­ck
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