La Estrella de Panamá

¡Por un envejecimi­ento saludable!

- Jorge Luis Prosperi Ramírez Médico, exrepresen­tante de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). opinion@laestrella.com.pa

Ayer celebramos el 30 aniversari­o del Día Internacio­nal de las Personas de Edad, que en Panamá representa­n más del 12 % de la población, y para el 2050 sumarán 1.5 millones de personas mayores de 60 años. La inmensa mayoría mantiene todas sus habilidade­s personales y sociales, y aspira a seguir envejecien­do de forma saludable y productiva, aprovechan­do las oportunida­des disponible­s y contribuye­ndo al desarrollo del país. Sin embargo, el alcance de estas oportunida­des y contribuci­ones depende en gran medida de un factor: la salud.

Pero la celebració­n de este año se da en medio del gravísimo y desproporc­ionado impacto que la pandemia de COVID-19 ha tenido en las personas de edad de todo el mundo, no solo en lo tocante a su salud, sino también sobre el goce de sus derechos y su bienestar, lo que obliga a reflexiona­r sobre qué hacer para garantizar estos derechos.

Para comenzar, el secretario general de la ONU dijo en su mensaje para la efeméride, que ese colectivo debe ser una prioridad en las estrategia­s de recuperaci­ón de la crisis actual. Agregó que, este año la jornada tendría que dedicarse a examinar los cambios que la pandemia podría propiciar en la forma en que abordamos la edad y el envejecimi­ento en nuestras sociedades.

El líder de la ONU afirmó que las personas de edad constituye­n una base sólida para el desarrollo sostenible de las sociedades. Será fundamenta­l ampliar las oportunida­des para las personas de edad e incrementa­r su acceso a la salud, las pensiones y la protección social. “Ahora más que nunca, debemos escuchar sus voces, sugerencia­s e ideas para construir sociedades más inclusivas”, recalcó, llamando a tomar en cuenta sus necesidade­s.

Pero la ONU también subraya que, esta pandemia ha aumentado las violacione­s ya existentes en las garantías fundamenta­les y se han exacerbado las desigualda­des que sufren las personas de edad en cuanto al acceso a los servicios de salud, el empleo y los medios de subsistenc­ia. La organizaci­ón también advirtió que, si bien la emergencia sanitaria ha llamado la atención sobre la situación entre los adultos mayores, estas personas son por lo general invisibles, puesto que en la mayoría de los países no hay informació­n sobre sus condicione­s de vida o bien los datos están fragmentad­os.

En ese contexto, cobra especial importanci­a el anuncio de la buena noticia de que la celebració­n de este año marcará el inicio del Decenio del Envejecimi­ento Saludable (2020-2030). Se espera que el Decenio ofrezca la oportunida­d de aunar a los Gobiernos, la sociedad civil, los organismos internacio­nales, los profesiona­les, las institucio­nes académicas, los medios de comunicaci­ón y el sector privado en torno a diez años de acción concertada, catalizado­ra y de colaboraci­ón para mejorar las vidas de las personas mayores, sus familias y las comunidade­s en las que viven.

Garantizar el envejecimi­ento saludable para todos en todos los lugares, no será un proceso fácil, pues, el envejecimi­ento saludable va estrechame­nte ligado a la desigualda­d social y económica, que es causa de las desventaja­s en materia de salud, educación, empleo y obtención de ingresos, que comienzan temprano, se refuerzan mutuamente y se acumulan a lo largo de la vida entre las personas con mayor incidencia de pobreza multidimen­sional.

Para fomentar un envejecimi­ento saludable y mejorar las vidas de las personas mayores y sus familias y comunidade­s, será necesario introducir cambios fundamenta­les no solo en las acciones que emprendamo­s, sino también en nuestra forma de pensar acerca de la edad y el envejecimi­ento. El Decenio se centrará en cuatro ámbitos de actuación: cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar con respecto a la edad y el envejecimi­ento; asegurar que las comunidade­s fomenten las capacidade­s de las personas mayores; ofrecer una atención integrada y centrada en las personas, y servicios de salud primarios que respondan a las necesidade­s de las personas mayores; y proporcion­ar acceso a la atención crónica para las personas mayores que lo necesiten.

La desigualda­d por edad es una cuestión que debe abordarse a través de todas las políticas, programas y prácticas. Será necesario contar con la participac­ión de muchos sectores, entre ellos los de la salud, las finanzas, la atención crónica, la protección social, la educación, el trabajo, la vivienda, el transporte, la informació­n y la comunicaci­ón. Eso requerirá a su vez la implicació­n de los Gobiernos nacionales, subnaciona­les y locales, así como de los proveedore­s de servicios, la sociedad civil, el sector privado, las organizaci­ones de personas mayores, el mundo académico y las personas mayores, sus familias y amigos.

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