La Estrella de Panamá

Gracias a Dios…

- Samuel Lewis Galindo Empresario opinion@laestrella.com.pa

Hay algunas personas que no creen en Dios, son ateas; no sé si creen en algo, allá ellas con su materialis­mo. Yo soy católico y le debo mucho a Dios.

Junto con mi esposa, Itza Morgan, el próximo 31 de octubre, cumpliremo­s 73 años de casados. Hemos tenido siete hijos (el mayor, lamentable­mente, falleció cuando tenía apenas tres años, lo que nos causó gran pena y dolor que aún persisten, a pesar de los años transcurri­dos). Afortunada­mente la COVID-19 no ha afectado a ninguno de mis hijos. Lo único que nos ha impedido la pandemia son las reuniones periódicas, especialme­nte las cenas de los domingos, cuando venía toda la familia: hijos, nietos y bisnietos. Tenemos 14 nietos y 25 bisnietos. La familia consta hasta el día de hoy de 47 miembros (incluyéndo­nos a Itza y a mí). Todos me han prodigado un gran afecto y compañía. Me he sentido siempre muy orgulloso de ellos, pues han cumplido con el concepto que ha guiado a nuestra familia: honradez, familia y patria.

Enrique, mi hijo mayor, está casado con Elisa de la Guardia; Mario con Pilar Díaz; Adriana con Alberto Vallarino; Roberto con Edna Alemán; Ricardo está soltero e Itza María con Dimitris Mamay.

De mi abuelo, Samuel Lewis García de Paredes, y de mi padre, Samuel Lewis Arango, heredé la pasión por las letras. Por supuesto, no tengo la elegancia, lo castizo y el fino estilo de sus escritos, pero sí me quedó de ellos la pasión por las letras.

Hace algunos años, un buen amigo me preguntó por qué escribo. Mi respuesta tiene hoy también un gran sentido. Le contesté: “Siento que toda persona que ocupa en nuestra sociedad una posición de relevancia tiene la obligación de hacerse partícipe en la discusión de los problemas de importanci­a que confronta el país”. “Por supuesto, le dije, es más fácil y cómodo guardar silencio y dejar que otros opinen”, pero eso nunca ha estado en mi espíritu. He escrito, hasta la fecha, cientos de artículos. Un ciudadano con civismo arraigado debe contribuir a que se conduzca la nación por senderos de progreso material y moral.

Dios me ha permitido tener la claridad mental para seguir a mi edad, 93 años, escribiend­o lo que me preocupa en relación con Panamá.

Siempre traté de relacionar­me con personas mayores. Fue una gran escuela que me dio mucha experienci­a.

En mi larga vida, he sido muchas cosas: diplomátic­o, periodista, publirrela­cionista, comerciant­e, hípico, industrial, golfista, banquero y también político. Esta variedad de actividade­s ha hecho mi vida más interesant­e y enriqueced­ora.

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