La Estrella de Panamá

¿Cómo se ven las elecciones de EE. UU.?

- Juan B. Mckay A. Comunicado­r y analista político. opinion@laestrella.com.pa

Durante las próximas cuatro semanas, los medios de comunicaci­ón enfatizará­n su cobertura de las elecciones que se realizarán en los Estados Unidos de América, el próximo 3 de noviembre.

Pero ¿por qué es tan peculiar este proceso eleccionar­io en esta ocasión?

Podría decirse que se debe a que hay mucha aprensión por la posible reelección del actual presidente, quien se ha caracteriz­ado por sus comentario­s poco tradiciona­les y alejados de la práctica de esos derechos humanos que los han caracteriz­ado y que los convirtió en símbolo de justicia, democracia. Igualmente, sus acciones parecieran ser más de un empresario de los que nunca salen de su oficina, que las de un líder que quiere dirigir a su país hacia el futuro, encabezand­o a las naciones que conforman el grupo de los países más industrial­izados del mundo.

Por el contrario, la última vez que participó de un cónclave mundial, se convirtió en el hazmerreír del resto de los dirigentes mundiales, debilitand­o su ya deteriorad­a imagen y el liderazgo que, por regla general, ha caracteriz­ado a los presidente­s estadounid­enses. Muchas veces pareciera que sus acciones responden a un sentimient­o muy alejado de ese sentir de estadista pensante que vela por el bien de la masa votante que lo eligió.

El sistema electoral estadounid­ense es muy peculiar y quizás único en su forma. Para entenderlo hay que conocer y comprender la forma de pensar de los fundadores de esa nación que nace, más que por una conquista por parte de una potencia europea, por la iniciativa de grupos de familias que buscaban la libre práctica religiosa. Posteriorm­ente, su independen­cia se origina en la búsqueda de independen­cia tributaria y económica.

Como era una nación multifacét­ica, multiétnic­a y de gran extensión geográfica, los gestores de esa independen­cia, en 1776, velaron por los derechos, no solo de las mayorías, sino también de las minorías. Por ello el sistema democrátic­o estadounid­ense no es directo, sino representa­tivo, lo que significa que los electores no eligen directamen­te al mandatario, sino que eligen a un “colegio electoral” que a su vez elige al nuevo presidente.

Entonces surge el detalle del sistema, donde no todos los estados que conforman a esta gran nación tienen el mismo peso votante, pues estos padres de la patria previeron que grandes multitudes se radicarían en las principale­s ciudades y podría darse el caso de que no se tomara en cuenta el voto de las áreas menos pobladas. Esto puede entonces producir un resultado interesant­e, como sucedió en las elecciones de 2016, cuando una candidata fue la más votada en el “voto popular”, pero no ganó la silla presidenci­al, pues no obtuvo la mayoría del voto del colegio electoral, o sea, el voto porcentual de acuerdo con la representa­tividad por estado.

Por esta razón, las encuestas generales, pudieran ser engañosas y sugerir que un candidato va por encima del otro; sin embargo, no tiene los votos proporcion­ales, para resultar electo.

Desde mi perspectiv­a, el actual presidente ha promovido la discrimina­ción racial, el pronunciam­iento de la división de clases sociales y ha abanicado el fanatismo religioso que tanto acostumbra­ba a criticar, cuando este se generaba en el Medio Oriente.

Nuevamente, desde mi balcón, el partido opositor seleccionó a un candidato débil para enfrentar al totalitari­o ocupante de la casa presidenci­al, que le ha permitido a este último, como se dice en Panamá, “coger un aire” en la carrera presidenci­al.

El actual presidente se mofa del aspirante y ha sugerido que es un viejo y que se duerme muy fácilmente, a pesar de que solo es tres años más joven; de igual manera, muchos de sus anuncios no han sido muy congruente­s con los de un hombre de alto intelecto, como, por ejemplo, cuando durante el pésimo manejo que ha tenido en la lucha contra la COVID-19, sugirió ingerir cloro, no usar mascarilla­s y no practicar el distanciam­iento social.

El aspirante demócrata ha sido acusado de ser senil y, al igual que al actual presidente de Panamá, se sugirió en campaña que padecía de Alzheimer, lo cual ha quedado más que desmentido. A pesar de no ser el mejor candidato, es el único que legalmente tiene una oportunida­d de desbancar al actual presidente, cuyo mandato debe acabar a mediados de enero de 2021; sin embargo, él ha sugerido que podría no reconocer el resultado de las elecciones, lo cual pudiera llegar a producir otro hito en la historia estadounid­ense, induciendo a la actual líder de la Casa de Representa­ntes a ocupar la silla presidenci­al hasta tanto se resuelvan las posibles demandas.

Esta historia tiene muchas páginas adicionale­s que se irán escribiend­o en las semanas previas al 3 de noviembre, las cuales podrían ser tan cambiantes como el ánimo y la disposició­n del presidente de la otrora nación más poderosa del mundo.

Estoy seguro de que habrá muchos que no estarán de acuerdo con mi forma de pensar, pero ofrezco un análisis sesudo, desde mi propia óptica e incluyendo mi experienci­a y conocimien­to de la historia y política estadounid­enses.

Al menos así lo veo yo.

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