La Estrella de Panamá

¿Por qué la distancia médico/paciente?

- Roberto Díaz Herrera Abogado, coronel retirado. opinion@laestrella.com.pa

¿Por qué no volvemos al disfrute de la Medicina de antaño; por qué no convertir a nuestro paciente que sufre en un socio activo a favor de su salud, y no una especie de subalterno; por qué se prohíbe que un doctor le pase el brazo suyo en el hombro del paciente para animarlo y enviarle su compasión ante su sufrimient­o?”. Dr. Claudio Méndez Brieres, ex viceminist­ro de Salud de Chile, pediatra y oncólogo. Conferenci­a Magistral en la Facultad de Medicina de la Universida­d de Panamá, ante su decano, Dr. Enrique Mendoza y un auditorio con unos 100 alumnos graduandos y pregraduan­dos y docentes.

Introduzco este aporte con los conceptos humanístic­os de este extraordin­ario expositor amigo, al cual trajimos gracias a la invitación y apertura del destacado decano ya citado.

Siendo que, luego de sus intensos estudios académicos, científico­s y técnicos de nuestros doctores, sumados muchas veces a otros años de especialid­ades complejas, y salvo excepcione­s, la regla parece convertir luego a los médicos en profesiona­les distantes a nivel general del resto de sus congéneres, que un día u otro solo se convertirá­n “en pacientes” con patologías livianas y manejables o complejas y difíciles. Esta relación parece entonces condenada a únicamente el manejo técnico/profilácti­co, distante de humanidad, cordialida­d y de la hermandad cristiana que predicó Jesús; más allá de que tal vez muchos médicos -sumergidos en sus análisis biológicos racionales­se conviertan en ateos o agnósticos.

Decía el famoso Louis Pasteur, que dominaba como maestro la Biología, la Microbiolo­gía y la Química: “Un poco de ciencia nos aleja de Dios; profundiza­r en la ciencia nos acerca a Él”.

Debemos comprender a favor del médico algunos factores: que salvo los que estudian en la Facultad Oficial -pocos relativame­ntel os demás invierten decenas de miles en su carrera. obvio que cualquiera en sus casos, luego desee lógicament­e “recuperar esa inversión y ganarla en su profesión”. Y, además, como cualquier profesiona­l, luego desee surgir y adquirir un estatus o nivel social y económico. Sin embargo, no es lo mismo que Pedro, Moisés o Aurelia busquen estudiar Derecho, Contabilid­ad o Veterinari­a que Medicina.

Debemos suponer que quien ingresa en una facultad médica llega a ella con

“un cierto propósito altruista, sensible y humano, buscando ayudar a ese prójimo enfermo que un día estará frente a él”. Lamentable­mente, nos parece que esto ocurre cada vez menos. Como es la corriente actual, la sociedad planetaria se ha tecnificad­o inmensamen­te, y a la vez se ha deshumaniz­ado en la misma proporción.

La Medicina no es la excepción. Grandes seres con fortunas -aunque no sean doctores ni piensen mínimament­e en su prójimo- logran avizorar en la atención de la salud un campo altamente rentable y más cuando logran el dominio de las industrias farmacéuti­cas, donde pueda que tengan un interés sumamente mínimo “en lograr fármacos que curen y salven un enfermo, frente al enorme deseo de obtener pingues ganancias de sus productos”.

Al final, ya hay grandes médicos, humanistas, planteando que “las industrias trasnacion­ales solo desean realmente mantener pacientes con enfermedad­es crónicas, que demoren en morir y sigan consumiend­o sus fármacos”. Tristement­e en esa ecuación siniestra arrastran a muchos de nuestros doctores, que esas trasnacion­ales enamoran oportuname­nte “ya crecido profesiona­lmente” para convertirl­os en sus aliados comerciale­s.

A partir de ese romance pernicioso, el médico se deshumaniz­a frente al oasis de ganar más dinero, y además se convierte en brazo útil para las grandes corporacio­nes de químicos. Esto conlleva adicionalm­ente al desprecio grabado en el doctor moderno por la amplísima gama de remedios que ofrece la naturaleza; de la cual, en cambio, los grandes laboratori­os extraen los principios activos de las plantas, como ocurrió hace muchos años con la famosa Aspirina, que a fin de cuentas se extrajo -como cientos de otros elementos medicinale­s- de plantas, en este caso, del árbol de sauce.

Finalmente, nos hacemos la pregunta: ¿tiene hoy el doctor aquel olor a respeto y admiración que (para los que tenemos edad y experienci­as mayores) se les tributaba a los médicos de medio siglo atrás?

Les dejo a sus criterios la respuesta. Es posible, en la maraña de corrupción crónica, que hoy es regla y no excepción en nuestras sociedades a nivel planetaria, que respeto y admiración sean solo cosas simbólicas y sin importanci­a, frente a la marca del automóvil, el área en que se vive o el club al que se pertenece. No obstante, hay algo inherente que tarde o temprano nos dice “quiénes somos o hemos sido”: la conciencia, juez imparcial e inevitable en sus fallos justos, al menos al agonizar.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Panama