¿Por qué la distancia médico/paciente?
¿Por qué no volvemos al disfrute de la Medicina de antaño; por qué no convertir a nuestro paciente que sufre en un socio activo a favor de su salud, y no una especie de subalterno; por qué se prohíbe que un doctor le pase el brazo suyo en el hombro del paciente para animarlo y enviarle su compasión ante su sufrimiento?”. Dr. Claudio Méndez Brieres, ex viceministro de Salud de Chile, pediatra y oncólogo. Conferencia Magistral en la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá, ante su decano, Dr. Enrique Mendoza y un auditorio con unos 100 alumnos graduandos y pregraduandos y docentes.
Introduzco este aporte con los conceptos humanísticos de este extraordinario expositor amigo, al cual trajimos gracias a la invitación y apertura del destacado decano ya citado.
Siendo que, luego de sus intensos estudios académicos, científicos y técnicos de nuestros doctores, sumados muchas veces a otros años de especialidades complejas, y salvo excepciones, la regla parece convertir luego a los médicos en profesionales distantes a nivel general del resto de sus congéneres, que un día u otro solo se convertirán “en pacientes” con patologías livianas y manejables o complejas y difíciles. Esta relación parece entonces condenada a únicamente el manejo técnico/profiláctico, distante de humanidad, cordialidad y de la hermandad cristiana que predicó Jesús; más allá de que tal vez muchos médicos -sumergidos en sus análisis biológicos racionalesse conviertan en ateos o agnósticos.
Decía el famoso Louis Pasteur, que dominaba como maestro la Biología, la Microbiología y la Química: “Un poco de ciencia nos aleja de Dios; profundizar en la ciencia nos acerca a Él”.
Debemos comprender a favor del médico algunos factores: que salvo los que estudian en la Facultad Oficial -pocos relativamentel os demás invierten decenas de miles en su carrera. obvio que cualquiera en sus casos, luego desee lógicamente “recuperar esa inversión y ganarla en su profesión”. Y, además, como cualquier profesional, luego desee surgir y adquirir un estatus o nivel social y económico. Sin embargo, no es lo mismo que Pedro, Moisés o Aurelia busquen estudiar Derecho, Contabilidad o Veterinaria que Medicina.
Debemos suponer que quien ingresa en una facultad médica llega a ella con
“un cierto propósito altruista, sensible y humano, buscando ayudar a ese prójimo enfermo que un día estará frente a él”. Lamentablemente, nos parece que esto ocurre cada vez menos. Como es la corriente actual, la sociedad planetaria se ha tecnificado inmensamente, y a la vez se ha deshumanizado en la misma proporción.
La Medicina no es la excepción. Grandes seres con fortunas -aunque no sean doctores ni piensen mínimamente en su prójimo- logran avizorar en la atención de la salud un campo altamente rentable y más cuando logran el dominio de las industrias farmacéuticas, donde pueda que tengan un interés sumamente mínimo “en lograr fármacos que curen y salven un enfermo, frente al enorme deseo de obtener pingues ganancias de sus productos”.
Al final, ya hay grandes médicos, humanistas, planteando que “las industrias trasnacionales solo desean realmente mantener pacientes con enfermedades crónicas, que demoren en morir y sigan consumiendo sus fármacos”. Tristemente en esa ecuación siniestra arrastran a muchos de nuestros doctores, que esas trasnacionales enamoran oportunamente “ya crecido profesionalmente” para convertirlos en sus aliados comerciales.
A partir de ese romance pernicioso, el médico se deshumaniza frente al oasis de ganar más dinero, y además se convierte en brazo útil para las grandes corporaciones de químicos. Esto conlleva adicionalmente al desprecio grabado en el doctor moderno por la amplísima gama de remedios que ofrece la naturaleza; de la cual, en cambio, los grandes laboratorios extraen los principios activos de las plantas, como ocurrió hace muchos años con la famosa Aspirina, que a fin de cuentas se extrajo -como cientos de otros elementos medicinales- de plantas, en este caso, del árbol de sauce.
Finalmente, nos hacemos la pregunta: ¿tiene hoy el doctor aquel olor a respeto y admiración que (para los que tenemos edad y experiencias mayores) se les tributaba a los médicos de medio siglo atrás?
Les dejo a sus criterios la respuesta. Es posible, en la maraña de corrupción crónica, que hoy es regla y no excepción en nuestras sociedades a nivel planetaria, que respeto y admiración sean solo cosas simbólicas y sin importancia, frente a la marca del automóvil, el área en que se vive o el club al que se pertenece. No obstante, hay algo inherente que tarde o temprano nos dice “quiénes somos o hemos sido”: la conciencia, juez imparcial e inevitable en sus fallos justos, al menos al agonizar.