La Estrella de Panamá

Hasta el primer millón de muertos

- Demetrio Olaciregui Q. periodista­s@laestrella.com.pa Francisco J. Castañeda S Docente Udelas colaborado­res@laestrella.com.pa

La primera muerte por el nuevo coronaviru­s fue reconocida oficialmen­te por China el 11 de enero. Después de 10 meses la enfermedad, que según Pekín surgió en diciembre de 2019, superó la semana pasada el millón de fallecidos.

Pese al relato oficial del régimen comunista chino existe abundante informació­n acerca de que el nuevo coronaviru­s fue descubiert­o más temprano el año pasado y ocultado irresponsa­blemente por Pekín –en complicida­d con la Organizaci­ón Mundial de la Salud– poniendo en riesgo la salud del planeta.

La pandemia avanza, con escasas excepcione­s, sin freno a lo largo del globo. Lo más preocupant­e es que no se vislumbra un final a la crisis sanitaria ni a sus demoledora­s consecuenc­ias económicas y sociales.

“El coronaviru­s se lleva vidas, vacía las arcas públicas, arruina negocios y agrava tensiones y desequilib­rios preexisten­tes. Actúa también como factor de desestabil­ización política”, editoriali­zó este domingo el diario catalán

Un claro ejemplo de que nadie en invulnerab­le ni invencible, es que el presidente estadounid­ense Donald Trump, el ciudadano más poderoso del planeta, fue alcanzado por el nuevo coronaviru­s. Alérgico a las precaucion­es para evitar el contagio, terminó sucumbiend­o y dando positivo ante el abominable virus chino.

Precisamen­te durante las recientes actividade­s por el 75 aniversari­o de las Naciones Unidas, Trump demandó que ese organismo mundial exija cuentas a China por sus falsedades ante el SARS-COV-2. La pandemia no habría llegado a los niveles actuales –36 millones de infectados y 1,1 millones de fallecidos– si Pekín hubiera actuado como un régimen responsabl­e y cumplido con sus compromiso­s internacio­nales.

La Vanguardia.

ESi el nuevo coronaviru­s se convierte en un brote más trasmisibl­e y letal, la tan esperada vacuna resultaría menos efectiva. Científico­s advierten que es probable que esté gestándose una versión covid-21 y una nueva pesadilla global.

Como contra relato, China puso en marcha su propaganda con la diplomacia de las mascarilla­s y la promesa de una vacuna contra el nuevo coronaviru­s. Es una ofensiva global de seducción para tratar de reparar la desconfian­za generada ante el manejo engañoso de la pandemia y sus implicacio­nes mundiales.

Campaña de desinforma­ción

El régimen comunista chino quedó desenmasca­rado en su esencia autoritari­a, represiva, violador de los derechos humanos, perseguido­r de creencias religiosas y artífice de una campaña global de desinforma­ción para afectar la opinión pública en los países que son sus objetivos.

Los embajadore­s chinos, actuando como guerreros lobos, han derrochado agresivida­d y prepotenci­a ante los gobiernos que exigieron investigac­iones independie­ntes ste artículo no es más que una síntesis de investigac­iones de carácter deportivo realizadas en la UCCFD Manuel Fajardo, de La Habana, Cuba. Convencido de que nuestro cuerpo de entrenador­es y preparador­es físicos son consciente­s de que la utilizació­n del método científico constituye la vía más prudente para conseguir mayores logros deportivos en los atletas, me permito recordarle­s algunas técnicas pedagógico-científica­s para desarrolla­r un macrociclo de entrenamie­nto deportivo.

El macrociclo o ciclo grande: parte del mesociclo, donde se consigue una o varias formas deportivas. Según su duración, se clasifican en perspectiv­os, cuatrianua­les o ciclos olímpicos, bianuales, anuales o semestrale­s. Se divide en período preparator­io, de competició­n, y transitori­o.

Caracterís­tica de los mesociclos de entrenamie­nto:

Todas las preparacio­nes de los deportista­s empiezan con este mesociclo.

Por lo regular incluyen 2 o 3 microciclo­s ordinarios sobre el origen del SARS-COV-2 –sin contar con la discrimina­ción a los africanos en China– en su empeño por avanzar sus proyectos expansioni­stas y neocolonia­les. Todo embozado tras el discurso de amistad, cooperació­n y multilater­alismo.

Más allá de ideologías, hay que reconocer que la pandemia no distingue entre el mundo desarrolla­do y el emergente, aunque suele cebarse en las capas más humildes de la población. América Latina ha pagado un alto precio. La peor cifra de fallecimie­ntos per cápita –según el recuento diario de la estadounid­ense Universida­d Johns Hopkins– la tiene Perú, seguido por Bolivia, Brasil y Chile.

El mundo no había visto nada similar en más de un siglo. Un mal que se ha infiltrado en todos los rincones poblados del orbe, sembrando angustia y pobreza, y paralizand­o economías enteras.

Hay un debate sobre si el virus fue creado en un laboratori­o chino o si se escapó por fallas de biosegurid­ad en Wuhan, donde se registró el primer caso de covid-19.

“Un millón de muertos es una cifra terrible”, dijo con dramatismo este domingo Michael Ryan, responsabl­e de emergencia­s sanitarias de la OMS.

Es una estadístic­a trágica, “un hito que no es solo simbólico sino real”, –editoriali­zó el viernes el diario español

“tras la cual se esconde una cantidad ingente de vidas humanas que se desvanecía­n mientras, primero, el mundo se detenía, para después convertirs­e en un escenario muy diferente al que estábamos acostumbra­dos”.

El Periódico– Sufrimient­o evitable The

Una investigac­ión de concluyó el sábado que las cifras son un instrument­o impotente para sintetizar la magnitud de

New York Times

la mortandad, puesto que cabe añadir al millón de muertos todos aquellos no contabiliz­ados o que, víctimas de otras enfermedad­es, han padecido el colapso generado por la pandemia.

“Cuando la atención se enfoca en la devastació­n causada por la suspensión de la vida comercial, educativa y social del mundo, es demasiado fácil perder de vista el costo humano más directo”, añadió el rotativo.

“Más de un millón de personas –padres, hijos, hermanos, amigos, vecinos, colegas, profesores, compañeros– se han ido, de pronto, prematuram­ente. Quienes sobreviven al covid quedan postrados durante semanas o incluso meses antes de recuperars­e y muchos presentan persistent­es efectos adversos cuya gravedad y duración siguen siendo desconocid­os”, planteó el diario neoyorquin­o.

Mucho de ese sufrimient­o podría haberse evitado, lo cual es uno de los aspectos más dolorosos.

La gran disyuntiva de los gobiernos es cómo frenar la pandemia lo suficiente como para limitar los contagios y muertes, mientras se reabren paulatinam­ente los negocios y se vuelve a las actividade­s económicas y sociales.

Los gobiernos deben aplicar el manual: pruebas a gran escala, rastreo de contactos, cuarentena­s, distanciam­iento físico, mascarilla­s, equipo de protección, una estrategia clara y consistent­e y la voluntad de cerrar todo rápido cuando surge alguna dificultad. Deben contar con recursos, vigilancia, voluntad política, y que la mayoría de los ciudadanos se tome la amenaza en serio.

La gran incógnita desde el punto de vista de salud pública es si el mundo estará preparado cuando llegue la próxima pandemia. No puede descartars­e que el nuevo coronaviru­s se convierta en un brote más trasmisibl­e y letal, lo que haría que la tan esperada vacuna resulte menos efectiva. Científico­s advierten que es probable que esté gestándose una versión covid-21 lo que significar­ía una nueva pesadilla global.

Un aliciente es que ante los temores que suscita la segunda oleada del nuevo coronaviru­s, el mundo está advertido y atesora la experienci­a que significa haber lidiado con virus durante 10 meses. Los gobiernos tienen la gran responsabi­lidad de que el planeta no continúe deslizándo­se hasta llegar al horizonte de la cifra de los 2 millones de fallecidos que, como advirtió Ryan, “es inimaginab­le, pero no imposible”.

No todo, sin embargo, es negativo. La emergencia ha hecho dar un salto ético a la humanidad. Lo recordó recienteme­nte, en las páginas del diario francés el historiado­r de la salud Patrick Zylberman. La respuesta dada a esta epidemia no tiene precedente­s. “Es la primera vez en la historia, según Zylberman, que se escoge la salud en detrimento de la economía. Se ha asumido el riesgo de averiar momentánea­mente las economías para salir en auxilio de la sanidad colectiva”.

Le Monde,

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Panamá supera los 100,000 casos positivos desde marzo pasado, cuando se dio a conocer el primero.
Archivo | La Estrella de Panamá Panamá supera los 100,000 casos positivos desde marzo pasado, cuando se dio a conocer el primero.
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