La Estrella de Panamá

Sobre la regulación de la profesión de historiado­r

- Vilma Chiriboga Profesora de la Universida­d de Panamá. opinion@laestrella.com.pa

El anteproyec­to de ley “Que regula el ejercicio profesiona­l de la profesión de historiado­r, crea el Consejo Superior de la Profesión de Historiado­r y establece otras disposicio­nes”, presentado a la Asamblea Nacional el 1 de septiembre de 2020, por un grupo de historiado­res de la Universida­d de Panamá y divulgado a través de la prensa escrita y en redes virtuales, ha generado todo una serie de discusione­s, algunas muy alejadas de un debate racional sobre un tema de más importanci­a colectiva de la que a primera vista pudiera parecer.

El debate producido sobre el anteproyec­to muestra de qué manera nuestras estructura­s cognitivas son develadas por diversos medios, uno de estos a través de la escritura. La escritura pone de relieve todo el engranaje de ideas y pensamient­os adquiridos en los diferentes contextos en los cuales hemos convivido e interactua­do física o virtualmen­te. En ese sentido, algunos comentario­s conectados con el tema del anteproyec­to han evidenciad­o toda una serie de debilidade­s en cuanto a la comunicaci­ón asertiva; es decir, la capacidad “mediante la cual se manifiesta­n las ideas, deseos, opiniones, sentimient­os o derechos de forma congruente, clara, directa, equilibrad­a, honesta y respetuosa, sin la intención de herir o perjudicar, y actuando desde una perspectiv­a de autoconfia­nza”.

Incluso, existe la tendencia de algunos columnista­s que, al abordar la temática reproducen ideas aferradas a legitimar -exclusivam­ente- la producción de conocimien­tos en conexión con una “monocultur­a de la escala dominante de un pensamient­o” localizado geopolític­amente en el Occidente, un “lugar de enunciació­n asociado al poder imperial”, lo cual constituye un grave sesgo intelectua­l, si tomamos en cuenta la existencia de produccion­es de conocimien­tos a nivel planetario.

Boaventura de Sousa Santos, en Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipaci­ón social, explica al respecto lo siguiente: “Uno de los mecanismos empleados para producir ausencia es “inferioriz­ar” … (es decir) una manera descalific­ada de alternativ­a a lo hegemónico, precisamen­te por ser inferior… (es una) racionalid­ad perezosa… produce como ausente mucha realidad que podría estar presente”. De allí la importanci­a de regular el ejercicio profesiona­l de la profesión de historiado­r, tomando como eje fundamenta­l que su función principal consiste en interpreta­r los acontecimi­entos, haciendo uso de su formación científica para producir saberes desde nuestros referentes históricos y en conexión con lo transnacio­nal.

Saberes que deberían ser empleados como herramient­as cognitivas en la elaboració­n de políticas públicas de forma efectiva, tomando en considerac­ión los siguientes aspectos:1- los historiado­res deben interpreta­r los acontecimi­entos históricos, evitando legitimar discursos oficiales cuyo contenido tenga la finalidad de hacer parecer natural ambientes caracteriz­ados por patologías de inequidad social e imaginario­s colectivos discrimina­torios y excluyente­s; 2- deben ser historiado­res con una visión holística, para lo cual se requiere de una formación interdisci­plinaria, científica y de contactos con académicos en diferentes escenarios transnacio­nales. Situación viable en el contexto de la Quinta Revolución Tecnológic­a, caracteriz­ada por una intensa interconec­tividad; en la cual el concepto de territoria­lidad y de presencia física de investigad­ores no debe constituir un obstáculo para la construcci­ón de nuevos saberes y 3- los funcionari­os encargados de administra­r, coordinar, planificar y poner en ejecución los proyectos estatales deberían tener como prioridad el desarrollo humano y el fortalecim­iento del bien común.

De lo escrito se desprende la necesidad de debatir sobre una Ley “Que regula el ejercicio profesiona­l de la profesión de historiado­r…”, de modo claro, abierto y de manera urgente.

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