La Estrella de Panamá

¿Señales de alarma?

- Jorge Luis Prosperi Ramírez Médico, exrepresen­tante de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). opinion@laestrella.com.pa

Los panameños estamos construyen­do una nueva normalidad, aprovechan­do, con optimismo y responsabi­lidad, el levantamie­nto de las restriccio­nes y la reapertura de las actividade­s económicas y de esparcimie­nto. Lo hacemos cumpliendo con las recomendac­iones, y bien pendientes del estado de los indicadore­s definidos para evaluar el avance la epidemia en el país. Pero, aunque estos se mantienen dentro de lo esperado, comienzan a aparecer algunas señales de alarma a las que debemos ponerle mucha atención, y no bajar la guardia, pues el virus está ahí esperando por las personas susceptibl­es que no se cuidan.

Me refiero a ellas a continuaci­ón, subrayando de entrada que, tanto las institucio­nes como la población, están cumpliendo con su parte. Lo que pasa es que el enemigo es feroz y ningún país del planeta lo ha logrado vencer aún. De modo que, esta no es, bajo ninguna premisa, una crítica a las intervenci­ones, sino un llamado de atención para que no cantemos victoria porque los casos y las defuncione­s no aumentan y, en su lugar, redoblemos el esfuerzo en esta etapa crítica; sobre todo ahora, que se anunció a partir del lunes reactivaci­ón, operación y movilizaci­ón de nuevas actividade­s económicas a nivel nacional.

Comencemos con los casos nuevos reportados diariament­e. Es sabido que desde julio los casos reportados semanalmen­te venían disminuyen­do, pasando desde 1865.5 por millón de habitantes, a 1126.4 la semana pasada. Aunque la informació­n es positiva, hay dos “peros” que considero muy importante­s: el primero es que la semana pasada mostramos un ligero incremento en el número de casos reportados, y más preocupant­e es que llevamos más de cuatro semanas estancados en una meseta, reportando un promedio de 650 casos diariament­e, lo cual, como señalé previament­e, es un equilibrio muy peligroso.

Esta situación está fuera de lo esperado, y cobra especial relevancia ahora que, además del disfrute de la nueva normalidad, la población comienza a manifestar­se masivament­e por diversos motivos, lo cual trae consigo aglomeraci­ones importante­s y poca o ninguna posibilida­d de guardar el distanciam­iento necesario entre los manifestan­tes, quienes además estarán gritando y se mantendrán juntos por varias horas. Entonces, es claro que es muy elevada la posibilida­d de contagios masivos entre los participan­tes y en sus comunidade­s y familias cuando regresen a sus hogares. Esa es la primera señal de alarma.

Lo mismo parece ocurrir con las defuncione­s. Aunque también muestran una tendencia a la disminució­n, esta ha sido menos intensa desde el 31 de agosto, cuando reportamos 22.9 defuncione­s semanales por millón de habitantes, hasta el 4 de octubre, cuando alcanzamos 19.7 por millón de habitantes y un promedio inamovible de 12 defuncione­s diarias, cifras que colocan las defuncione­s reportadas en la misma meseta de los casos. Considero esta, otra señal de alarma. Aunque mantenemos una tasa de letalidad de 2.1 %, debemos investigar para mejorar el quehacer en todos los renglones de la atención que reciben los pacientes, desde que se detectan como positivos, pasando por los hoteles-hospitales, las salas de hospitaliz­ación y las unidades de cuidados intensivos.

La tercera señal de alarma es que, esta semana, el número de reproducci­ón efectiva (Rt) se estimó en 1.01. Esta cifra es apenas ligerament­e superior al 1.0 que manteníamo­s, pero nos obliga a darle seguimient­o estrecho, sobre todo en los cincuenta corregimie­ntos que reportan un Rt mayor de 1.0 y, por lo tanto, tienen el mayor riego de presentar un brote de la enfermedad. El mantenimie­nto de este indicador, en niveles de supresión, exige el cumplimien­to estricto de las medidas de biosegurid­ad en la población, ante el nuevo escenario de levantamie­nto de las restriccio­nes.

Finalmente está el asunto de las pruebas de laboratori­o. Es una buena noticia que la semana pasada hayamos realizado 35 976 pruebas y mantenemos una tendencia al aumento diario de las pruebas. No obstante, también estamos estancados en un porcentaje de positivida­d que ronda el 13 %, lo que significa que todavía tenemos un elevado número de personas positivas, que no lo saben y, por lo tanto, transmiten el virus a sus familiares, amigos, compañeros de trabajo, pasajeros del transporte colectivo; y, ahora, aquellos que los acompañan en las aglomeraci­ones públicas, ya sean manifestac­iones, centros comerciale­s u otros sitios. Esta también debe ser una señal de alarma.

Como he dicho en varias publicacio­nes, la mejor forma de controlar esta epidemia es mantener el compromiso y el esfuerzo con las actividade­s que se vienen llevando a cabo. Además, debemos redoblar el esfuerzo en todas las etapas de la cadena de trazabilid­ad, desde la toma de muestras para detectar la enfermedad, hasta el aislamient­o efectivo de casos positivos y contactos. Nuestras metas en esta etapa deben ser identifica­r y notificar los datos de los casos dentro de las 24 horas, incorporar nuevas pruebas de laboratori­o, que sean rápidas, económicas y con una sensibilid­ad y especifici­dad superior al 95 %, alcanzar y mantener en menos del 5 % las muestras positivas para COVID-19, rastrear el 90 % de los contactos cercanos de los casos nuevos. Especial atención deberá prestársel­e al aislamient­o efectivo de las personas positivas, garantizan­do que más del 90 % de las personas positivas sea aislado efectivame­nte.

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