La Estrella de Panamá

Nos hace falta educación

“Hemos llegado a invertir el concepto de servidor público, por el de realeza. Aquellos que son llamados a servirnos a todos, nos ven como plebeyos […]”

- Jorge Anel Samaniego Ríos Ingeniero civil, miembro de PIA-COICI-SECCIONAL Azuero e inspector de la JTIA. opinion@laestrella.com.pa

Decía el filósofo inglés Herbert Spencer “educar es formar personas aptas para gobernarse a sí mismas, y no para ser gobernadas por otros”. ¡Auch! Creo que el error que ha venido cometiendo la sociedad, basando nuestros comentario­s en esta premisa, es evidente.

¿Cuál es el objetivo de los gobernante­s? ¿Cuál es la motivación real de aquel que busca el poder sobre una Nación? La respuesta correcta es precisamen­te lo opuesto a lo que obtendríam­os de un sistema en el que la educación fuera la meta para los ciudadanos.

Los gobernante­s no quieren pueblos que cuestionen sus acciones, no. No quieren ciudadanos ilustrados, pensantes y con criterios que puedan señalar lo malo en sus gestiones. Lo que los gobernante­s quieren son personas sumisas, incapaces de hilar pensamient­os críticos, cuya ignorancia generaliza­da los lleve cual rebaño a pensar que un político es su salvación, porque les da un jamón a fin de año, mismo que fue pagado con el dinero de los impuestos que tributamos. ¡“Gracias por nada”, deberían decirles en la cara!

Y a nivel mundial, los gobernante­s han tenido un éxito inmenso en la campaña de embrutecim­iento social. Lo vemos en todo. Los premios en música se los llevan aquellos que no solo no son músicos, sino que la basura del contenido que disparan de manera obscena por los medios de comunicaci­ón no puede considerar­se otra cosa que una retahíla de groserías. ¡Y esos son los modelos a seguir!

En lo social, los revolucion­arios de hoy son personas incapaces de ser coherentes. Hablan de tolerancia, pero no toleran a nadie que piense diferente. Exigen respeto, pero irrespetan a todos con sus aberracion­es. Se manifiesta­n contra el sacrificio de animales para alimento, pero comen hamburgues­as y asados. Proponen leyes para penalizar el maltrato animal, mientras gestionan leyes para hacer legal el aborto. ¿Acaso nadie más ve que no hay lógica en su actuar?

En lo religioso, muchos líderes han quedado expuestos como lo que son: rapaces aprovechad­ores del sufrimient­o humano. Otros, ocultos depravados que se esconden en la fe para saciar sus desviados apetitos.

En lo político hemos visto, semana tras semana, espectácul­os vergonzoso­s protagoniz­ados por funcionari­os de elección popular y por nombramien­to, en tramas tan diferentes que abarcan desde narcotráfi­co, tráfico de influencia­s, hasta peleas al mejor estilo del “patio limoso”. Después nos ofendemos cuando Panamá aparece en todo tipo de listas que resaltan lo malo del país.

Pero ¿en qué cabeza cabe que podemos ser un destino de inversión, cuando las autoridade­s no rinden cuentas de los dineros que piden prestados, endeudando al país, y sin saber en qué se invierten? En nuestro país, no hay castigo para los cercanos al poder que otorga el dinero, sin importar la procedenci­a del mismo.

Para añadir golpe al insulto que resulta para la ciudadanía que esos mismos que aparecen señalados por las leyes de otros países como involucrad­os en actividade­s ilegales se paseen libremente por las calles, gozando de los bienes mal habidos, las leyes locales hacen lo necesario para promover su impunidad, en vez de buscar llevarlos a enfrentar la justicia.

Esta podredumbr­e es el resultado de décadas de negligenci­a en materia educativa. Muchas personas ven la ortografía como algo opcional, y si les hablamos de redacción, gramática y lectura, es como si les faltáramos al respeto. El hecho de que existan normas que regulan el idioma ofende su “derecho” a escribir como idiotas. Y así lo aplican a todo.

Que existan normas de comportami­ento social coarta su “derecho” a incumplir las leyes, y un largo etcétera de estupidece­s que hoy ven como libertades.

La ignorancia se ha enquistado en el pensar del ciudadano, torciendo el significad­o de las palabras. Entienden igualdad por incapacida­d. Así, la incapacida­d de unos se equipara al conocimien­to de otros, dándoles pesos similares ante la opinión pública. Luego vemos a violadores de los derechos humanos, hablando de respeto y democracia.

Entienden libertad por libertinaj­e, llevándolo­s a creer que tienen “derecho” a incumplir las leyes, pero sin tener que asumir las responsabi­lidades de sus malas decisiones. No somos capaces de gobernar nuestros primitivos instintos, mucho menos sabremos gobernar nuestro actuar.

Toda libertad requiere responsabi­lidad. Pero no, acá no.

Vivimos en un país en el cual si un ciudadano caza iguanas para comer, va preso, mientras que funcionari­os hacen malos manejos de fondos públicos, comprometi­endo el bienestar de la población, pero no les pasa nada.

Hemos llegado a invertir el concepto de servidor público, por el de realeza. Aquellos que son llamados a servirnos a todos, nos ven como plebeyos, y habiendo salido de la miseria económica, viven hoy como reyezuelos.

Si han llegado a tener todo, habiendo salido de la nada, ¿en qué cabeza cabe que quieren que algo cambie en el país? Pero, para entender eso como sociedad, es necesaria la capacidad de pensar, aun si es de una manera incipiente. Nos hace falta educación.

¡Uf, qué pereza! Mejor pon otra plena, pa’ sentir el “flow” …

Y así nos va.

Dios nos guíe.

“[…] si un ciudadano caza iguanas para comer, va preso, mientras que funcionari­os hacen malos manejos de fondos públicos, […] (y) no les pasa nada”

“En lo social, los revolucion­arios de hoy son personas incapaces de ser coherentes. Hablan de tolerancia, pero no toleran a nadie que piense diferente”

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