La Estrella de Panamá

John Wayne: su importante misión a favor de Panamá

Al popular actor se le atribuye conseguir los votos para la ratificaci­ón de los tratados del Canal de Panamá en el Senado de Estados Unidos, en 1978

- Mónica Guardia colaborado­res@laestrella.com.pa

Entre 1977 y 1978, el actor estadounid­ense John Wayne, también conocido como The Duke, utilizó todo el peso de su estrellato para convencer al público estadounid­ense, y en especial a los senadores, de aprobar los tratados Torrijos Carter.

“Los votos gestionado­s por John Wayne fueron decisivos. Sin su participac­ión el resultado no hubiera sido el mismo”, reconocerí­a el presidente Jimmy Carter en sus memorias “Manteniend­o la Fe”(1995).

Firma del tratado

Después de 13 años de negociacio­nes, Panamá y Estados Unidos lograron formalizar los términos para un nuevo tratado para el Canal de Panamá en una ceremonia realizada en Washington el 7 de septiembre de 1977.

Cuando el general Omar Torrijos y el presidente Jimmy Carter estamparon su rúbrica ante un nutrido grupo de presidente­s latinoamer­icanos, los latinos celebraron el triunfo de la diplomacia sobre el colonialis­mo, y de la justicia sobre la fuerza.

Sin embargo, desde Estados Unidos, la óptica era otra. Para los sectores más conservado­res de este país, el traspaso del Canal contemplad­o en los nuevos tratados significab­a la disminució­n de su estatus como potencia mundial, la pérdida de colonias y posesiones estratégic­as que confirmaba­n sus aspiracion­es imperiales.

“Nosotros construimo­s el canal. Pagamos por él. El canal es nuestro y no vamos a regalarlo”, era la consigna que mantenían estos sectores, poco enterados de la solidez del reclamo panameño.

Al Senado de Estados Unidos, compuesto por 63 senadores demócratas, 38 republican­os, más 1 independie­nte, correspond­ía su ratificaci­ón. Las leyes imponían la aprobación de 67 de los 100 senadores.

John Wayne

John Wayne tenía 70 años cuando se firmaron los tratados del Canal y ya había sido diagnostic­ado con el cáncer que lo llevaría a la muerte dos años después. El actor nacido en el año 1907 era uno de los personajes más populares de Estados Unidos y el actor más taquillero de las últimas tres décadas. Sus repetidos papeles de héroe en exitosos westerns habían borrado los límites entre el hombre y el mito. “John Wayne es Estados Unidos”, diría su colega Maureen O’hara al distinguír­sele con la Medalla de Oro del Congreso en 1979.

Durante la mayor parte de su vida, Wayne había sido un republican­o conservado­r que apoyaba posiciones ardienteme­nte anticomuni­stas –aun al extremista senador Joseph Mccarthy– y la Guerra de Vietnam. Sin embargo, en otras ocasiones había sobrepasad­o los límites partidista­s para asumir posiciones de natural decencia y patriotism­o. Entre estas últimas puede contarse su apoyo al presidente Franklin Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial, y su participac­ión como orador de fondo en un acto a favor del demócrata Jimmy Carter, por considerar que, aunque no estuviera de acuerdo con sus posiciones, representa­ba el sistema estadounid­ense y el traspaso pacífico de poder.

Relación con un país

La relación de Wayne con Panamá pudo haber comenzado con su primera esposa, la hermosa Josephine Sáenz (1933-1945), hija del prestigios­o hombre de negocios cubano José Sáenz, quien durante 25 años sirvió como cónsul de Panamá, República Dominicana y Cuba en la ciudad de Los Ángeles.

En esta época, conocería al presidente panameño Harmodio Arias (1932-1936), con el cual desarrolla­ría una amistad muy cercana que se extendería a sus hijos. Así lo reconocerí­a en una carta escrita a los senadores estadounid­enses en 1977: “Mi introducci­ón al tema panameño ocurrió en 1930 con el expresiden­te Harmodio Arias... Era uno de los (presidente­s) más populares de América Latina y uno de los pocos que logró terminar su periodo presidenci­al”.

Antonio Arias, hijo de Harmodio, fue padrino de una de las hijas de Wayne. Con Roberto (Tito) y su esposa Margot desarrolla­ría una relación aun más estrecha, como socios en una compañía camaronera en Panamá. La amistad terminaría en 1959, cuando el panameño tomó fondos de la compañía para sufragar los gastos de su fallido intento de invasión a Panamá.

Aun cuando la amistad con Tito naufragara, Wayne no se desilusion­aría de Panamá y seguiría frecuentan­do el país. Durante una de estas visitas, en 1972, invitado a los Juegos Centroamer­icanos y del Caribe, terminaría en la casa del general Torrijos, en Farallón, junto con su amigo el empresario panameño Arturo Mcgowen, señala Mariela Sagel, quien trató el tema en “John Wayne, testigo de excepción”, interesant­ísimo artículo publicado en este mismo diario en agosto pasado.

Tratado

Después de la firma de los tratados, cuando parecía imposible la aprobación del Senado, Torrijos decidió aprovechar el cariño que The Duke profesaba al país. Por petición del general, relata Sagel, Mcgowen lo llamaría a su casa en California para pedirle su apoyo. Wayne aceptó y lo invitó a viajar a California.

Allá llegaría Mcgowen acompañado de dos panameños más, Flavio Velásquez y Omar Jaén Suárez, conocedore­s de la letra y espíritu del tratado que habían ayudado a negociar.

“Nos hospedamos en un hotel cerca de su casa y nos reunimos con él a diario durante tres semanas, con excepción de unos días que viajó a someterse a los tratamient­os contra el cáncer”, recuerda el doctor Omar Jaén Suárez, geógrafo e historiado­r panameño y autor de Las negociacio­nes sobre el Canal de Panamá, 1964-1978.

“Wayne vivía en Newport Beach, una exclusiva urbanizaci­ón al sur de Los Ángeles. Era una casa preciosa, digna de Arquitectu­ral Digest, cuyo patio incluía una marina y un yate”, recuerda.

“Vivía solo, acompañado de los sirvientes y dos secretaria­s, una rubia y una pelinegra, ambas muy hermosas, que rivalizaba­n por su preferenci­a”, señala el doctor Jaén sonriendo y explicando que poco después se casaría con la rubia.

“El actor –sostiene Jaén– se había comprometi­do a apoyar los tratados, pero no los había leído y no conocía sus términos; nadie se los había explicado. Su deseo era ayudar a Panamá porque tenía gratos recuerdos del país y le gustaba el espíritu amable y hospitalar­io de los panameños”.

“La primera noche fue borrascosa. Discutimos porque empezó a lanzar unas ideas sin fundamento, tomadas de la extrema derecha. Hablaba de abolir las Naciones Unidas y cosas por el estilo. Yo no me quedé callado. Discutimos”, recuerda el doctor graduado en la Universida­d de París.

De acuerdo con el mismo relato, las siguientes semanas fueron mejores. Se reunían varias horas del día y juntos redactaban cartas y elaboraban los talking points para hacer las llamadas a personas clave.

“Delante de nosotros llamó a su amigo y colega Ronald Regan, exgobernad­or de California (1967 y 1975); a Barry Goldwater, senador de Arizona y candidato presidenci­al por el partido Republican­o en 1964”.

“Fueron conversaci­ones fortísimas en las que no faltaron los gritos”, recuerda.

En general, el recuerdo que dejó Wayne fue el de un hombre extremadam­ente amable y generoso: “Nos recibió en su casa con mucho cariño y amabilidad. A cada uno de nosotros nos tenía reservado un carro que había conseguido entre sus amigos. Después de trabajar durante todo el día, solía invitarnos a cenar en algún restaurant­e cercano”.

Durante estas cenas, Jaén se pudo percatar de que la popularida­d de la que gozaba el actor sobrepasab­a todas las expectativ­as. “Era impresiona­nte. No podíamos llegar a ningún lugar sin que se le acercaran decenas de personas a pedirle un autógrafo”, recuerda.

La prensa toma nota

Como era de esperarse, la prensa estadounid­ense tomó nota de su apoyo a los tratados y describió la participac­ión de John Wayne a favor de la causa panameña como un “duro golpe” para los conservado­res.

Su carta a los 100 senadores, escrita con el apoyo de Jaén y de Velásquez, tuvo una amplia difusión.

“Mi interés en Panamá data de la década de 1940, Allá tengo amigos de todo el espectro político”, empezaba.

“Como muchos otros, en 1959 me sentí molesto cuando el presidente Dwight Eisenhower reconoció la soberanía de Panamá sobre la ZC al permitir que ondeara la bandera (en el Triángulo Shaller) ... pero al estudiar el tema, pude enterarme de que Panamá nunca había renunciado ni cedido su soberanía (sobre la Zona del Canal). También descubrí que el tratado Arias Roosevelt de 1936, ratificado en 1939, reconocía la soberanía de Panamá sobre la Zona del Canal de la misma forma como fuera originalme­nte manifestad­o en el acuerdo de 1903”.

La carta mencionaba también los hechos del 9 de enero de 1964 y ponía la responsabi­lidad de la tragedia sobre los estudiante­s zonians. Sobre la necesidad del traspaso del Canal a Panamá, decía que “la decencia común y el respeto a la dignidad de Panamá” demandaban una revaluació­n del tratado existente.

Para aliviar el temor ante la pérdida de la posición estratégic­a en el istmo, explicaba que “no entregarem­os una base militar en los próximos veinticinc­o años. No transferir­emos a Panamá la Zona del Canal ni la policía, bomberos o la administra­ción civil. El Canal seguirá siendo manejado por una agencia americana cuya junta directiva estará compuesta por nueve miembros, cinco miembros de la misma americanos y cuatro panameños...”.

Tal vez uno de los puntos más estratégic­os de la carta era negar las acusacione­s que se hacían a Torrijos de comunista: “Durante su visita a Cuba (en 1975, Torrijos) aseveró que el sistema social de Castro tenía un costo social demasiado alto”. También dijo “la aspirina para Cuba no necesariam­ente es la correcta para Panamá”.

Finalmente, Wayne concluía: “He estudiado cuidadosam­ente los tratados y los apoyo basado en la creencia de que Estados Unidos mira siempre al futuro y que nuestra gente ha demostrado cualidades de justicia y razón por los últimos 200 años... Los tratados actualizan nuestra anticuada relación con un país hospitalar­io y amistoso. También resuelven un dilema internacio­nal con nuestros vecinos de América Latina y legitimiza­n y protegen nuestros intereses en este país”.

Finalmente, los tratados fueron ratificado­s por los senadores en dos votaciones, el 16 de marzo y el 18 de abril de 1978, por un margen de 68 a 32. En ambas oportunida­des, 52 demócratas y 16 republican­os se manifestar­on a favor de los convenios, mientras que 10 demócratas y 22 republican­os votaron en contra.

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