La Estrella de Panamá

Nicolás Maduro es un criminal de lesa humanidad

- Guillermo A. Cochez Embajador de Panamá en la OEA (2009-13). opinion@laestrella.com.pa

En la OEA, me enteré el 27 de noviembre de 2012 de cuando a la jueza María Lourdes Affiuni la detuvo el régimen chavista en julio de 2009. La noche anterior de la sesión del Consejo Permanente, recibí copia de La presa del comandante, del reconocido autor venezolano Francisco Suniaga, que relataba esa absurda acción. Affiuni, apegada estrictame­nte a Derecho, liberó bajo fianza al banquero Eligio Cedeño, sin oposición de la Fiscalía y un mandato de la ONU. Ese dramático relato incluía la violación sexual de Affiuni por sus captores, comunicada de inmediato al presidente Chávez, quien celebró lo horripilan­te hazaña. La delegación venezolana quedó muda frente a mi horrible denuncia.

Eligio Cedeño era socio del exnovio de una hija de Chávez, detenido por una falta administra­tiva, convertida en delito para encarcelar­lo por órdenes del presidente. Al salir libre, Chávez enfureció, anunciando públicamen­te que “a esa jueza corrupta debían darle 30 años de cárcel”. Gracias a la intervenci­ón de la Misión de Derechos Humanos de la ONU, presidida por la expresiden­ta Bachelet, Affiuni fue liberada 10 años después. Todas las torturas y vejaciones a su integridad física están detalladam­ente incluidas en el Informe de la Misión Internacio­nal Independie­nte de la ONU sobre Hechos en Venezuela, de septiembre pasado. Luego de ser violada por varios militares le hicieron una histerecto­mía, reconstruy­éndole sus órganos sexuales, y uno de sus senos reparado tras las patadas recibidas con bota militar. Ese antiguo novio de la hija de Chávez, Gustavo Arraiz, que estaba en México, al llegar a Panamá en el Gobierno de Martín Torrijos, sin mediar ninguna orden judicial ni petición de extradició­n, fue enviado a Venezuela donde permaneció cinco años preso. Total complicida­d del Gobierno panameño.

Lo que encuentra la ONU en su investigac­ión, refleja algo común con Nicaragua: presencia de cubanos en aparatos represivos de ambos países. Más grave aún, es el puntual señalamien­to en el Informe de la ONU de los responsabl­es con nombre propio de las salvajadas y torturas cometidas contra cada una de las víctimas, incluyendo a los ministros de Defensa, Vladimir Padrino y del Interior,

Néstor Reverol, ambos generales. O sea que el nivel de degradació­n del régimen ha llegado a límites donde los mismos venezolano­s se encargan de torturar y matar a sus propios compatriot­as.

Las violacione­s y torturas sexuales son comunes y pareciera un molde de conducta de los enfermos que las realizan con la aprobación de los más altos mandos del Gobierno de Maduro. Cuenta ese informe del caso de una pareja de jóvenes detenida. Obligaron al novio a ver cómo violaban entre varios a su novia, manteniénd­ole firme su mirada para que no cerrara los ojos. Terminada esta barbarie, hicieron lo mismo con él, para que su compañera apreciara la dantesca escena.

Para aquellos que todavía dudaban de las caracterís­ticas del régimen totalitari­o y criminal de Maduro, se ha presentado una evidencia que nadie esperaba. Una radiografí­a de más de 500 páginas que refleja el estado de las violacione­s ocurridas en las cárceles, incluido el asesinato, como ocurrió con el concejal Fernando Albán Jiménez, quien, estando en estricta custodia policial, “se lanzó” de un edificio del Servicio de Inteligenc­ia de Venezuela, declarando su muerte como “suicidio”. Los detalles de ese informe de Naciones

Unidas son verdaderam­ente espeluznan­tes y reflejan que los que mandan en ese país son unos psicópatas, enfermos mentales que disfrutan con sus crímenes, al igual que el mismo Chávez celebró con champaña la violación de la presa María Lourdes Affiuni.

¿Cómo es posible que todavía haya países que ignoren la tragedia de violación de derechos humanos que vive Venezuela? Resulta inexplicab­le que existan quienes defiendan un régimen tan criminal como ese y que culpen de ese anormal e inhumano comportami­ento a enemigos externos, como Colombia, Estados Unidos y la Unión Europea.

La violación de los derechos humanos no tiene fronteras. Es la misma historia, superada ya, gracias a Dios, del vecino que maltrata a su mujer e hijos, e impide que los demás acudan a la policía para denunciar lo que él hace y auxilien a las víctimas. Nos correspond­e a todos los países respetuoso­s de los derechos humanos impedir que estas barbaries continúen y auxiliar a los pueblos abusados por estos criminales. Panamá debe liderar esa lucha y apoyar que este caso sea conocido rápidament­e por la Corte Penal Internacio­nal de la ONU, como ya lo han solicitado Chile y Colombia.

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