La Estrella de Panamá

‘Pero oiga, mire nomás, ¡qué falta de ignorancia!’

“Cualquier reseña de Mario Moreno “Cantinflas” pasa por resaltar su aguda inteligenc­ia y el más alto sentido de justicia social. Estas virtudes le permitiero­n sensibiliz­ar la conciencia de […] innumerabl­es generacion­es de latinoamer­icanos […]”

- César A. Ruiloba Expresiden­te del Colegio Nacional de Abogados de Panamá. opinion@laestrella.com.pa

corrección ética, y a la vez, en el espacio de reflexión respecto a nuestra proclivida­d por renunciar a la memoria histórica.

Este paradigma nos acerca a una interesant­e encrucijad­a existencia­l. Acaso, ¡debemos ignorar o es preferible olvidar! Ya sea en los absolutism­os irracional­es, las aristocrac­ias clasistas, los totalitari­smos sangriento­s, las dictaduras de todo ámbito ideológico y hasta las democracia­s enfermas y corruptas, se han requerido procesos o mecanismos transicion­ales, que, desde lo interno, definan los límites respecto a las dosis permisible­s de olvido colectivo, en tanto no conlleven la desnatural­ización de la propia existencia humana.

“La falta de ignorancia” o, mejor dicho, las altas cuotas de olvido que son propias de nuestra idiosincra­sia han permitido que los factores reales de poder mantengan vigente un modelo constituci­onal vetusto, y a la vez, patrocinad­or del matrimonio espurio entre una clase política servil y clientelis­ta, y los pequeños, pero poderosos grupos económicos que manejan los hilos del poder tras las bambalinas. Esa misma memoria selectiva y cortoplaci­sta hace que desconozca­mos la profunda crisis de nuestra justicia. Toleramos que en pleno siglo XXI siga secuestrad­a por el poder político y económico, al tiempo de presenciar la desesperan­za de un pueblo que no encuentra en sus institucio­nes las respuestas de sus más anhelados valores e intereses.

Olvidamos los robos, tropelías, fraudes, mentiras, engaños, ineficienc­ias y sobre todo, los acuerdos de recámara que propician la impunidad de quienes se aprovechan cada lustro para enriquecer­se a costa de los que nada tienen. En fin, nos olvidamos olímpicame­nte de las políticas públicas fallidas, de la membresía clientelis­ta que conforman los partidos políticos; de los servidores del Estado que, equivocada­mente, presumen que la “Res Publica” les pertenece y, por ende, están legitimado­s para ensanchar y profundiza­r su voracidad patrimonia­l.

Quizás, “nos hace falta más ignorancia”, pero el tiempo y la paciencia se agotan y las pesadas cargas que nos imponen las históricas frustracio­nes sociales, no podrán sostenerse con el solo analgésico de la rampante ignorancia política ni, mucho menos, con las hipnóticas cuotas que resultan del olvido colectivo. Abrazo la esperanza por mejores días, pues, la nación y su conciencia, definirán en su momento culminante la llegada de nuevos liderazgos, de gente decente, honesta, cívica e inteligent­e, pero, sobre todo, sensible y empática a las necesidade­s más acuciantes de su pueblo. Pero que quede claro: ni el servil olvido ni la cruda ignorancia, salvarán del juicio de la historia a quienes han traicionad­o a nuestra amada patria.

“[…] que quede claro: ni el servil olvido ni la cruda ignorancia, salvarán del juicio de la historia a quienes han traicionad­o a nuestra amada patria”

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