‘Pero oiga, mire nomás, ¡qué falta de ignorancia!’
“Cualquier reseña de Mario Moreno “Cantinflas” pasa por resaltar su aguda inteligencia y el más alto sentido de justicia social. Estas virtudes le permitieron sensibilizar la conciencia de […] innumerables generaciones de latinoamericanos […]”
corrección ética, y a la vez, en el espacio de reflexión respecto a nuestra proclividad por renunciar a la memoria histórica.
Este paradigma nos acerca a una interesante encrucijada existencial. Acaso, ¡debemos ignorar o es preferible olvidar! Ya sea en los absolutismos irracionales, las aristocracias clasistas, los totalitarismos sangrientos, las dictaduras de todo ámbito ideológico y hasta las democracias enfermas y corruptas, se han requerido procesos o mecanismos transicionales, que, desde lo interno, definan los límites respecto a las dosis permisibles de olvido colectivo, en tanto no conlleven la desnaturalización de la propia existencia humana.
“La falta de ignorancia” o, mejor dicho, las altas cuotas de olvido que son propias de nuestra idiosincrasia han permitido que los factores reales de poder mantengan vigente un modelo constitucional vetusto, y a la vez, patrocinador del matrimonio espurio entre una clase política servil y clientelista, y los pequeños, pero poderosos grupos económicos que manejan los hilos del poder tras las bambalinas. Esa misma memoria selectiva y cortoplacista hace que desconozcamos la profunda crisis de nuestra justicia. Toleramos que en pleno siglo XXI siga secuestrada por el poder político y económico, al tiempo de presenciar la desesperanza de un pueblo que no encuentra en sus instituciones las respuestas de sus más anhelados valores e intereses.
Olvidamos los robos, tropelías, fraudes, mentiras, engaños, ineficiencias y sobre todo, los acuerdos de recámara que propician la impunidad de quienes se aprovechan cada lustro para enriquecerse a costa de los que nada tienen. En fin, nos olvidamos olímpicamente de las políticas públicas fallidas, de la membresía clientelista que conforman los partidos políticos; de los servidores del Estado que, equivocadamente, presumen que la “Res Publica” les pertenece y, por ende, están legitimados para ensanchar y profundizar su voracidad patrimonial.
Quizás, “nos hace falta más ignorancia”, pero el tiempo y la paciencia se agotan y las pesadas cargas que nos imponen las históricas frustraciones sociales, no podrán sostenerse con el solo analgésico de la rampante ignorancia política ni, mucho menos, con las hipnóticas cuotas que resultan del olvido colectivo. Abrazo la esperanza por mejores días, pues, la nación y su conciencia, definirán en su momento culminante la llegada de nuevos liderazgos, de gente decente, honesta, cívica e inteligente, pero, sobre todo, sensible y empática a las necesidades más acuciantes de su pueblo. Pero que quede claro: ni el servil olvido ni la cruda ignorancia, salvarán del juicio de la historia a quienes han traicionado a nuestra amada patria.
“[…] que quede claro: ni el servil olvido ni la cruda ignorancia, salvarán del juicio de la historia a quienes han traicionado a nuestra amada patria”