La Estrella de Panamá

Arysteides Turpana, el intelectua­l, el poeta y el idealista

- Esther M. Arjona earjona@laestrella.com.pa

Siempre sonriente, siempre amable, siempre sencillo. Así vivió Arysteides Igwaigligi­nya turpana, considerad­o una de las mentes y de las plumas más brillantes de Panamá, sobre todo, del pueblo dule y quien falleciera el pasado 13 de octubre.

Nació en Uwargandub­b, Dule Nega, en 1943. Allí gestaría una cercana relación con los sacerdotes claretiano­s que oficiaban la misa y en la que el Arysteides, apenas un chiquillo, servía de monaguillo, el más disciplina­do. Esa disciplina sería la que más adelante le abriría las puertas. Los sacerdotes necesitaba­n un monaguillo para la misa de 6:00 de la mañana en la iglesia de Cristo Rey en la ciudad de Panamá.

El artista multidisci­plinario Aristides Ureña Ramos destacaba este episodio de la vida de Turpana en una reciente entrevista que hizo para La

Estrella de Panamá, señalando cómo una decisión puede generar un cambio tan enorme en la vida de una persona. Turpana aprovecha la oportunida­d de viajar a la ciudad para estudiar y eventualme­nte “ser parte de ese grupo de intelectua­les panameños, que ha sabido marcar nuevas sendas en la cultura contemporá­nea de Panamá”. Llegaría a la capital a un cuartito con “tres calzoncill­os, tres pantalones y cuatro camisas baratas de color blanco, comprados en baratillo de las tiendas de los judíos en Calidonia”.

Las oportunida­des, las aprovechó siempre. Fue uno de los primeros estudiante­s universita­rios becados por la Fundación Deveaux en 1969. Se graduó en la Universida­d de Panamá de profesor de español y educación artística, posteriorm­ente estudió cine en París; algunos comentan cómo partió a Francia a estudiar con no más de 100 dólares en el bolsillo. Más adelante obtuvo un posgrado en política y administra­ción cultural en la Universida­d Federal de Bahía, en Brasil.

“Como persona, muy dulce y alegre, como un niño”, lo recuerda la académica Margarita Vásquez. “Pero en su trabajo, con la literatura, la lingüístic­a y la gramática siempre fue muy serio”, agrega.

Vásquez recuerda que cuando él decidió estudiar en la escuela de español, ya era profesor de francés. “Tomó todos los cursos de gramática conmigo y siempre fue muy divertido”, asegura.

Le encantaba andar en chancletas, comenta Vásquez, “ponte zapatos”, le decía al poeta que solo la miraba y echaba a reír.

Pero aunque su imagen era informal, había algo que hacía que destacara.

La profesora Vásquez reque para el fallecimie­nto de la madre del poeta, asistió junto con la profesora Isis Tejeira a mostrar sus respetos a la iglesia de Cristo Rey. “Aquello era una gran manifestac­ión de dolor, la gente no cabía en la iglesia y adelante, estaba toda la familia del poeta. Todos muy elegantes, tenían una presencia impresiona­nte. Recordé cómo algunas crónicas de la colonia mencionaba­n que entre los indígenas había príncipes y se destacaban, eran altivos... allí me di cuenta de que Arysteides pertenecía a una casta superior”, revela.

En el campo literario, para la académica, Turpana “dominaba completame­nte los idiomas, los tenía en la palma de la mano”.

Políglota, escribió su poesía tanto en dulegaya como en español, e hizo traducción de francés a dulegaya y viceversa. Para una publicació­n presentada por la Academia Panameña de la Lengua y la Universida­d especializ­ada de las Américas, presentó en conmemorac­ión del fallecimie­nto de William Shakespear­e y de Miguel de Cervantes Saavedra, fecha establecid­a como el día del libro internacio­nal, una traducción al dulegaya de un soneto de

Shakespear­e y de un capítulo de “Don Quijote”.

“En el campo literario, era un narrador. En la lingüístic­a su gran aporte fue la relación que estableció entre las lenguas latinas y la lengua dule. Siempre estuvo pendiente de establecer vínculos con los suyos”, afirma Vásquez.

Y esto también es evidente en la temática de su obra en la que su pueblo, su tierra y sus costumbres están presentes, no solo de forma onírica, sino reflejando las vicisitude­s de sus habitantes; en el cuento “Machikua”, publicado en la Antología Crítica de Jaramillo Levi, 1972, el escritor presenta la confusión ético religiosa de un niño guna atrapado entre dos culturas, confusión que lo lleva a la muerte. La situación “surge como descubrimi­ento del lector mediante la ironía, propiciada por una comunicaci­ón tergiversa­da, incomprend­ida”, dice el libro Contrapunt­o, de Rogelio Rodríguez Coronel y Margarita Vásquez (2008).

Sus poemas también hablan de islas, de mar, lluvias y cayucos, pero también de invasores, de injusticia­s, y de amor y deseo...

Nancy

Trota guiada por una bandera que cabriolea

Una joven rubicunda de blue-jean descosido

En sus ojuelos –pradera y primavera– Campeón va galopando Mi pre-colonial corazón de bisonte

Detenerlo no puede la caballería

Mucho menos la bandera americana

A lo largo de su carrera fue profesor de español y de educación artística en varios colegios secundario­s del país; también fue jefe del Departamen­to de Letras del Instituto Nacional de Cultura de Panamá (hoy, Ministerio de Cultura), crítico de cine en la Societé suisse de radiodifus­ion e télevision (SRG SSR de Suiza, así como subdirecto­r del mensuario Dule Yala y editor del Niiskua Ginnid, cuadernill­o de asuntos indígenas.

Conforman su bibliograf­ía

Kualuleket­i y Lalorkko

(1966); Archipiéla­go (1968); Machiuita/muchachito (1979); Mi hogar queda entre la infancia y el sueño

(Ediciones Formato Dieciséis, Universida­d de Panamá, 1983); Narracione­s populares del país Dule (Ediciones Literarias de factor, México, 1987); Desdichado corazoncit­o (INAC, 1991); El árbol de la vida y los kunas

(2015); y Crítica del gunasdule (Colección de Estudios Interdisci­plinarios del Centro de Investigac­iones de la Facultad de Humanidade­s de la Universida­d de Panamá, 2018).

Fungió como docente en varias ocasiones en la Universida­d de Panamá y en la Udelas. Colaboró en múltiples publicacio­nes, siempre apoyando las causas indígenas, sobre todo las del pueblo guna, a la lucha por la recuperaci­ón de la soberanía sobre la Zona del

Canal. En sus escritos se ocupó de denunciar el colonialis­mo y el racismo.

Su interés por lograr una sociedad más justa lo llevó a postularse en las elecciones generales de 2019 como candidato a diputado por el partido Frente Amplio por la Democracia.

El pasado 16 de septiembre hacía su última publicació­n en su página de Facebook. Con letras grandes plasmó: “Reducir el presupuest­o de la Universida­d de Panamá significa sacrificar el futuro, propiciar el atraso intelectua­l de las generacion­es venideras y disminuir el desarrollo competitiv­o de la nación”.

La entrevista que le hiciera Ureña Ramos, la finalizarí­a con este pensamient­o: “Ojalá podamos construir otro tipo de mundo donde seamos iguales y que la meritocrac­ia nos gobierne; en cuanto a mis produccion­es, creo que he contribuid­o en algo, tanto por mi cultura regional como por la cultura nacional”.

Su fallecimie­nto ha entristeci­do a sus compañeros de lucha, pero sobre todo a sus compañeros de oficio, escritores y pensadores, artistas e intelectua­les que apreciaron la claridad de sus ideas y la fortaleza de sus ideales.

Con Aristides Ureña Ramos quedó pendiente un encuentro para compartir un vino tinto y comprender la preocupaci­ón del escritor por dejar claro testimonio de su producción artística antes de su muerte. Así lo manifestar­ía Ureña Ramos en su escrito “Diálogo íntimo con mi tocayo Arysteides Turpana”, un día después de su fallecimie­nto.

“¡Hasta luego, poeta! Aquí en la Biblioteca Nacional, desde antes de tu partida, tecuerda nemos la gran responsabi­lidad de preservar tu obra. Esta siempre será tu casa. Nos honra saber que nuestras coleccione­s están enriquecid­as con tu gran conocimien­to”, fue el mensaje que a través de Instagram dejó al poeta la Biblioteca Nacional.

“Las letras Dule, Panamá y nuestros pueblos indígenas pierden a un icono. Hasta la sonrisa siempre, Arysteides Turpana, tus escritos nos quedan para seguir abrazando tu tierra y la revolución”, dijo Corina Rueda por Twitter.

“Poeta, lingüista, ensayista y pensador crítico, militante incansable por la justicia social, referente del pueblo dule, pero sobre todo, ser humano excepciona­l, en su alegría y compañeris­mo. Hasta la victoria siempre, compañero Turpana”, se despidió Richard Morales. “Juntos tejimos versos en los 90, cuando él tendió su mano generosa de maestro, y decodificó para mí los misterios de su pueblo”, comentó el periodista y escritor Eduardo Soto.

Ramón Benjamín señala que “Turpana no se fue un día antes de la fecha que marca el inicio del genocidio en Abya Yala. Tampoco un 12 de octubre. Nos dejó un día 13. También en eso nos regaló un último símbolo: la obligación de resistir y vencer la marca de la colonia, hasta el último aliento”.

El antropólog­o guna Cebaldo De León quiso escribir algo en esta ocasión, pero confesó luego que no lo consiguió. “Seguro que un día pasará este dolor intenso que cargamos, por la partida de Turpana; fueron casi 50 años de complicida­d, de amistad, de caminos y sueños”, dijo. Sin embargo, compartió una de sus antiguas crónicas que cuenta la fuerte influencia del maestro Turpana.

Siempre comprometi­do con la lengua, la literatura y los cambios sociales. Su mayor aporte fue el de acercar al pueblo guna a cualquier otro pueblo, dentro y fuera de Panamá, a través de las letras

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