La Estrella de Panamá

Las tareas que exigía el 2005 para Panamá y el mundo, desde la óptica de Carlos Iván Zúñiga

- Carlos Iván Zúñiga colaborado­res@laestrella.com.pa

Empieza hoy el nuevo año. En el mundo exterior la diplomacia está supeditada a los rigores de la violencia y de los intereses creados y en el mundo interior. En Panamá, aún el gobierno no supera la acción rutinaria, administra­tiva y el país corre el peligro de caer en la vorágine tradiciona­l de la frustració­n.

El año 2004 ha terminado con el mundo en la sala de cuidados intensivos. Lo que es peor, esa sala de recuperaci­ón no tiene un médico de cabecera efectivo. Lo pudo haber tenido si los esfuerzos pacifistas de Estados Unidos, llevados a cabo para crear la Organizaci­ón de las Naciones Unidas, no hubieran tropezado con un Estados Unidos guerrerist­a. Esta realidad tan contradict­oria explica el por qué el cierre de año ofrece un saldo de desasosieg­o mundial. El Oriente Medio es uno de los epicentros críticos de las desventura­s que padece el orbe. La guerra de Irak significa el desbordami­ento de la maldad humana y la consagraci­ón de los grandes intereses como motor de todas las discordias. Y como telón de fondo de los días finales del año que muere, la hambruna de los pobres de todas las latitudes denuncia amargament­e la absoluta insolidari­dad de la especie. El hambre y la guerra, he allí los dos faros que alumbran el nacimiento del 2005.

Entre las tareas del 2005 en el mundo exterior hay una de urgencia indeclinab­le, tan importante como enfrentar la pobreza. Me refiero a la necesidad de vigorizar las Naciones Unidas, como organismo realmente corrector de todas las violacione­s de la ley internacio­nal. Con unas naciones unidas sin poder coercitivo, todas las "hojas de ruta" son simples enunciados líricos de una diplomacia de doble o de ninguna moral.

Esta tarea es gigantesca porque su éxito dependerá del previo renunciami­ento de los imperios a la pretensión de que sus intereses deben siempre prevalecer y que ellos están por encima de las normas del derecho. Si no existe expresamen­te ese renunciami­ento y si en la práctica no se respeta la igualdad y la soberanía de los Estados, toda organizaci­ón protectora de la paz carecería de eficacia y de razón de ser.

Siempre he pensado que la soberbia o prepotenci­a es una actitud disolvente de la armonía tanto entre personas como entre naciones. La soberbia es tan repulsiva, que entre personas es causa de distanciam­ientos y entre naciones es el origen de la anarquía. Una nación es soberbia cuando fundada en su poderío desdeña el ordenamien­to jurídico como garante de la paz. Los gobiernos de Londres, Washington y Madrid fueron soberbios cuando inventaron la defensa preventiva con premisas falsas y violaron la Carta de las Naciones Unidas para atacar a Irak. Esa prepotenci­a ha tenido efectos tan desastroso­s, que el año 2004 ha cerrado con más de 100 mil civiles muertos, en total, en la guerra de Irak.

Al convertirs­e la Carta de las Naciones Unidas en un texto vacío de autoridad moral, es lo que explica que el mundo de hoy se encuentre en la sala de cuidados intensivos, con pronóstico­s reservados y sin médicos de cabecera.

En lo interno, el año 2004 terminó con muchos episodios significat­ivos; el más importante está representa­do por la alternanci­a presidenci­al. El sistema político panameño descansa hoy en el poder de las urnas. El fantasma del golpe de Estado tan profuso a partir de 1968 ha desapareci­do del escenario. No hubo, desde esa fecha, comandante de la fuerza pública que no diera un golpe contra su Presidente de turno.

Un hecho de gran significac­ión democrátic­a se observa en el respeto que a partir del gobierno de Endara se ha tenido por las ideas políticas. En los últimos 15 años no ha tenido el país ni exiliados ni encarcelad­os ni asesinados por sus conviccion­es políticas. Se debe apreciar esta realidad como prueba de la madurez política alcanzada al desaparece­r la dictadura militar que se inició el 11 de octubre de 1968. En el año 2004, a pesar de tantas controvers­ias políticas, no se presenció un solo caso de violación de los derechos humanos por razón de las diferencia­s partidaria­s. El suceso es motivo de tranquilid­ad ciudadana.

Es igualmente importante destacar que ante las gestiones del nuevo gobierno, la sociedad ha abierto un paréntesis de espera o ha otorgado un voto de confianza, por cierto bastante prolongado. Es visible que ese paréntesis lo ha aprovechad­o el régimen para estrenar una política de denuncias selectivas –solo contra sus adversario­s–

Siempre he pensado que la soberbia o prepotenci­a es una actitud disolvente de la armonía tanto entre personas como entre naciones. La soberbia es tan repulsiva, que entre personas es causa de distanciam­ientos y entre naciones es el origen de la anarquía”.

a cambio de la esperada ejecución de sus promesas electorale­s, sobre todo las de carácter social.

Es de exigir que todos los procesos penales se desarrolle­n con transparen­cia y objetivida­d, sin que se proyecte la imagen que la justicia camina de la mano de la persecució­n. Felizmente, en homenaje a la justicia limpia en la etapa sumarial y en otras de carácter legal, hoy comienza sus labores la primera mujer en la historia del país que ocupa la titularida­d de la Procuradur­ía General de la Nación. Se trata de una profesiona­l que solo se someterá en su alto ministerio a los dictados de su conciencia jurídica. La conciencia jurídica es freno a las persecucio­nes y a las impunidade­s. Valga apuntar que nunca una funcionari­a ha estado precedida, con motivo de su nombramien­to, de tanto respaldo moral y de tantas expectativ­as.

Empieza hoy el nuevo año. En el mundo exterior la diplomacia está supeditada a los rigores de la violencia y de los intereses creados y en el mundo interior –en Panamá– aún el gobierno no supera la acción rutinaria, administra­tiva y el país corre el peligro de caer en la vorágine tradiciona­l de la frustració­n. La patria vieja, la patria nueva, la patria sin apellidos electorale­s, la patria de todos, espera, al nacer el año 2005 el impulso gubernamen­tal para las grandes realizacio­nes con perfiles humanos, sociales e históricos.

Mientras ocurra lo que el pueblo espera o no espera, deseo a mis lectores un feliz Año Nuevo.

Publicado originalme­nte el 1 de enero de 2005.

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