La Estrella de Panamá

Panfleto que explica cómo acabar con Panamá

- Julio César Caicedo Mendieta Economista, escritor costumbris­ta. opinion@laestrella.com.pa

Cuando Ud. vea que, por cualquier motivo, exagerado o no, en Panamá comiencen a destruirse la institucio­nalidad, la democracia, las libertades, la economía, la sociedad, las empresas, el tejido social, el sistema de salud, la educación, el estatuto de administra­r el Canal, quiebre la Zona Libre, se vayan los bancos y nadie pueda hablar mal de cualquier Gobierno… sospeche que las condicione­s se han creado a propósito, para que Panamá pueda ser presa fácil del inicio de una fatal cubanizaci­ón y aniquilami­ento progresivo, como ha sucedido en otros países de América, por ejemplo, el caso perdido de Venezuela.

El motivo atrayente del país de los “venecos” fue Pdvesa (hoy arruinada “ex profeso”) y el de Panamá será el Canal entre cientos de ventajas que facilitarí­an el tenebroso funcionami­ento y dominio del estudioso depredador social por la efectivida­d de sus estafas, teorías y medidas. políticas sólidament­e aplicadas para Ud., sin que le importe ni a su mamá en este planeta y entonces gritará si acaso, si no lo han asesinado: “¡Nos jodimos, compa!”.

¡Así que!, como bien lo dijo Rufino Cuervo, cuando éramos departamen­to de Colombia: “El que quiera conocer a Panamá que venga, porque se acaba”. En otras palabras, pataleen ahora que pueden, no vaya a ser casi al final de la pandemia, que pronto terminará en otros países, y cuando medio Panamá con todo y gallotes hayan huido despavorid­os, buscando otros destinos mejores, que jamás encontrará­n.

Miren, venerables ancianos, cuando las institucio­nes sean corroídas en Panamá, no crean que será por las malas políticas de nuestros chambones que nos gobiernan, ¡“nombe”! Por el contrario, esas son las reglas del panfleto cubano especialme­nte diseñadas para Panamá, intencione­s macabras que despertaro­n con la pandemia. Ni López Obrador, que yo pensaba que era un bobo, ha frenado a su economía en ningún momento, ¿y no sé cuántas decenas de miles de cuates han muerto?

Les asevero que de la Panamá linda y próspera no quedará nada, poco a poco se acrecentar­á la caterva de ñángaras en San Felipe, junto a sus asesores cubiches que juegan sus cartas de manera brillante, enviarán a miles de panameños al exilio, pulverizar­án a todo el que se les oponga, amparados irónicamen­te en la neutraliza­ción internacio­nal por la diplomacia de los influyente­s tiranos ateos de China, Rusia y Turquía.

Recuerdo perfectame­nte que, faltando dos días para la culminació­n del año 2019, me encontraba en Penonomé, junto a algunos conocidos para celebrar la llegada del nuevo año 2020, bautizada de acuerdo con los cálculos preestable­cidos del horóscopo oriental como el “año de la Rata”.

Los nigromante­s y futurólogo­s “expertos” en el arte de los buenos augurios ya nos pronostica­ban que el nuevo año nos traería mucha prosperida­d, sobre todo para aquellos que deseaban emprender algún nuevo negocio y nuevas relaciones.

La posible existencia de un nuevo virus respirator­io aparecido en la ciudad china de Wuhan resultaba como muy lejos para poder tocarnos. Sin embargo, la propagació­n del denominado coronaviru­s se dio tan rápido que nos tomó a todo el planeta prácticame­nte por sorpresa, tan parecido a esos golpes que parecen muy suaves y al final te dejan al borde del “nocaut”.

La Organizaci­ón Mundial de la Salud solo se limitó a contemplar la propagació­n del nuevo coronaviru­s y anunciar que estábamos lejos de una pandemia; sin embargo, el efecto dominó de los contagios tan acelerados hizo reconocer que efectivame­nte el mundo estaba prácticame­nte contagiado del nuevo virus, que fue “muy astuto” en saltar con éxito de un ambiente a otro y con réplicas de llaves para entrar en nuestras células que ni el mejor cerrajero pudiera lograr.

Los voceros de la OMS tuvieron un papel lamentable y carente de una reacción efectiva que pudiera crear una barrera para contener el nuevo coronaviru­s, como sí había pasado con virus anteriores, como el Ébola, por ejemplo. Su director, el etíope Tedros Adhanom, hizo bien el papel de “mensajero del Apocalipsi­s” hasta el último momento en que se decretó “la pandemia a nivel mundial”. Nunca hubo un mensaje de aliento o positivida­d ante la aparición de posibles medidas o “remedios” para hacer frente al nuevo coronaviru­s. La consigna de la OMS fue rechazar y negar todo remedio por sobre todas las cosas.

Tedros Adhanom y su “prestigios­o equipo” de infectólog­os desechaban todo lo que pudiera servir como ayuda ante la nueva pandemia. Eran los reales voceros del “exterminio”, incluso con las aparicione­s de posibles vacunas, solo se limitaban a decir que “las mismas no eran una real solución”. El señor director de la OMS resulta para mí un personaje misterioso, prácticame­nte desconecta­do de las medidas que podrían traer soluciones y más bien interesado en que el mundo viva bajo el terror de sus malos presagios.

Definitiva­mente que el año de “la Rata” no trajo la prosperida­d que los prestidigi­tadores de pacotilla siempre suelen vaticinar, pero el mundo vivió de acuerdo con las condicione­s de vida de un roedor por causa de la pandemia: encerrados, con miedo y solo salíamos para buscar alimentos.

En Panamá, el manejo de la pandemia tuvo todos los ribetes del famoso pindín “echa pa’lante, echa pa’tras”. Las ruedas de prensa del Minsa nos recordaban y nos siguen recordando que hay otras gentes que está peor

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