La Estrella de Panamá

Cómo era el Panamá de 1821 y qué factores influyeron en la decisión de independiz­arnos

El año que inicia hoy, marca el bicentenar­io de nuestra independen­cia de España. Un vistazo a algunos acontecimi­entos que de alguna manera fueron guiando el camino de la independen­cia y el fin de la época colonial para Panamá

- Andrés Villa facetas@laestrella.com.pa

El 28 de noviembre de 1821, con la independen­cia de Panamá de España termina la época colonial. Este periodo comenzó con el descubrimi­ento del istmo en 1501 y se extendió durante 321 años. Como herencia hispana quedó nuestra religión, nuestro idioma y muchas costumbres folclórica­s. Y ciudades como Panamá, Natá, La Villa de Los Santos. También el imperio español destacó nuestra posición geográfica como paso clave en el comercio mundial.

En ese tiempo la ciudad estaba rodeada de murallas. Se salía y se entraba por la Puerta de Tierra, próxima al Arrabal de Santa Ana y por la Puerta de Mar con escalones que daba a los fondeadero­s de barcas por los alrededore­s del Mercado del Marisco actual. Había varios postigos, pequeñas aberturas en las murallas para emergencia­s.

Las murallas eran un factor principal en la época. En su interior estaban las iglesias y las órdenes religiosas, la fortaleza de Las Bóvedas con sus soldados, los funcionari­os gubernamen­tales españoles, los comerciant­es blancos y criollos y el Ayuntamien­to con su Cabildo. La ciudad de Panamá era un sitio elitista.

Afuera, el arrabal de negros. Había 12 negros por cada persona blanca. Esta proporción demográfic­a daba un ambiente social muy tenso. Cada grupo tenía intereses muy propios y desconfiab­a de los otros.

En el arrabal, mestizos y mulatos luchaban por integrarse al comercio y a la sociedad. Eran arrieros y se ocupaban del tránsito de mercancías por los caminos Real, de Cruces, o el de Gorgona que salían de la ciudad y conectaban con los puertos de Portobelo o Chagres. Los negros de la ruta también manejaban las chatas, botes casi planos a favor y contra la corriente del río Chagres.

A finales del siglo XVIII la ciudad sufrió voraces incendios que afectaron a muchas familias. Si a esto se suma el decaimient­o del comercio con España, da como consecuenc­ia que mucha gente blanca abandonara el istmo. Entonces hubo una escasez de jóvenes para casarse con las damas de San Felipe. Los extranjero­s blancos eran muy bien recibidos.

Ante la difícil situación comercial que ocurrió en los años previos a 1821, los comerciant­es de San Felipe, junto a socios del Perú, se dedicaron al contraband­o con barcos ingleses y holandeses que traían toda clase de productos desde Jamaica, Aruba y otras islas. Usaron la ruta transístmi­ca y si estaba muy vigilada, la trasladaba­n a la del río Coclé del Norte, cruzando hasta Natá. Con ese comercio clandestin­o sin pagar impuestos amasaron fortunas. Las mercancías, entre otras, eran arroz, aceite, aceitunas, ropa, utensilios, ron, lozas, vino, nueces, pimienta, azúcar y negros esclavos.

Los sobornos a autoridade­s aduaneras o militares también formaron parte del juego.

A finales del siglo XVIII ocurre la revolución francesa, y luego la estadounid­ense, eventos que destacaron la libertad y la igualdad del hombre. Estos dan otros ejemplos no tradiciona­les a los pueblos americanos.

A principios del siglo XIX, Napoleón invade España, que pierde fuerza. Luego, el regreso al trono del rey Fernando VII trae más confusión al ambiente político. Se firma la constituci­ón de Cádiz en 1812 que limita el poder real, libera trabas comerciale­s, y realza los derechos individual­es. Pero en 1814 el rey no lo reconoce, provocando protestas en todo su imperio.

Esos detalles dan como resultado las guerras de la independen­cia en Venezuela, Colombia y Argentina. Surge el hombre del momento: Simón Bolívar.

Para los que creen que en el istmo no hubo combates, muertos y violencia, en 1816 una expedición inglesa, la de Mc Gregor, toma Portobelo. El gobernador Hore la reconquist­a con graves represalia­s y captura a más de 300 prisionero­s. Muchos de ellos mueren en las cárceles. Adentro y afuera de la ciudad se grita: “Viva el rey”.

Durante esos años también hubo sangriento­s enfrentami­entos en Natá entre los contraband­istas y los españoles. En las aguas del Caribe se enfrentaro­n las naves contraband­istas con naves corsarias españolas. Recuerden que los corsarios tenían permiso para atacar naves de otros países, igual que los piratas. Tenían que darle un porcentaje de lo capturado al rey.

Un poco después se cierran los puertos y llega una fragata patriota desde Chile con un capitán corsario Illingwort­h que asalta barcos mercantes españoles, toma y destruye a Taboga, hunde sus botes y cierra la bahía. Panamá es atacada porque es un importante bastión realista desde donde salen tropas contra los patriotas del sur. Como se ve, las acciones bélicas se dieron en ambos mares.

Los líderes panameños Mariano Arosemena y José María Goytía traen una imprenta y en enero de 1821 comienzan a imprimir el semanario La Miscelánea del istmo. Por primera vez los istmeños conocen ideas nuevas, y el poder de la imprenta, como un medio político .

Llega el virrey Sámano de Santa Fe de Bogotá huyéndole a Bolívar; clausura La Miscelánea y persigue a los sospechoso­s independen­tistas. Muere en el mes de julio en la ciudad. Llega un general, Juan de la Cruz Mourgeón, con miles de soldados que pide contribuci­ones a los comerciant­es y además saquea los pueblos del interior buscando apoyo para luchar contra Ecuador.

Murgeón parte a Quito y deja 300 soldados al mando del panameño coronel José Domingo Fábrega, de Veraguas.

Los comerciant­es de la ciudad de Panamá no aguantan más y piensan en la independen­cia. Pero los patriotas en Azuero se les adelantan y el 10 de noviembre se da el Grito de La Villa de Los Santos. Natá y Ocú se les unen. Ellos miran con recelo que el cabildo de Santiago de Veraguas, no los apoya. En su acta de independen­cia dejan bien sentado que fueron los primeros.

Hay un detalle que separa los pueblos de Azuero contra los de Veraguas. Mientras los primeros son liberales y admiradore­s de Bolívar, los otros son conservado­res, latifundis­tas y apegados al imperio español. No respaldará­n la independen­cia hasta el 1 de diciembre.

El 28 de noviembre se da el cabildo abierto en la ciudad de Panamá que declara la independen­cia. Mariano Arosemena, y el general Fábrega son las figuras notables.

Días antes salieron los últimos soldados españoles, rumbo a La Habana, Cuba. Las nuevas autoridade­s pagaron sus soldadas atrasadas y los convencier­on que no podían luchar contra todo el pueblo panameño.

Las cosas se complican pues el 30 de noviembre llegan barcos de guerra españoles: las fragatas Venganza y Prueba con más de 60 cañones entre ambas. Fábrega habla con sus capitanes y logra que firmen documentos de paz y se retiran. Otra vez la capacidad de negociar de los panameños se impone a los hechos bélicos.

Una vez independie­ntes, los patriotas deciden unirse a Colombia. Queda

una frase de Blas Arosemena: “Han usado la cautela y la diplomacia para excusar el derramamie­nto de sangre”.

En los primeros días de febrero llega el edecán de Bolívar, Daniel O Leary, con una carta en que felicita a los panameños, y reconoce a Fábrega como gobernador de Panamá. El inglés es amigo del Libertador. Con solo 17 años, lucha en los llanos de Venezuela, cruza los Andes, vence en Boyacá. Lo acompañará hasta su lecho de muerte y escribirá las memorias del Libertador.

Después de todo eso, comienza la era del Panamá colombiano.

Elaborada con informació­n de “La Corbeta de Guerra Chilena Rosa de los Andes” Alexander Tavra Checura, publicado en Revista Marina de Chile, mayo 2010. El arriero y el transporte terrestre en el cono sur. de Pablo Lacoste, Panameños ilustres de Jorge Conte Porras, La población del istmo de Panamá de Omar Jaén Suárez, La ciudad imaginada, el Casco Viejo de Panamá de Alfredo Castillero Calvo y La independen­cia de Panamá de España de Celestino Araúz y Patricia Pizzurno.

Los líderes panameños Mariano Arosemena y José María Goytía traen una imprenta, y en enero de 1821 comienzan a imprimir el semanario La Miscelánea del istmo. Por primera vez los istmeños conocen ideas nuevas y el poder de la imprenta como un medio político”.

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