La Estrella de Panamá

Retos de la comunicaci­ón moderna

- Ernesto A. Holder Comunicado­r opinion@laestrella.com.pa

Si pudiéramos dejar a un lado las creencias y todo lo que se ha instituido a lo largo de la existencia para delimitar los tiempos (días, meses, años, lustros, décadas, siglos, etc.), lo que marcamos entre el jueves 31 de diciembre de 2020 y viernes 1 de enero de 2021 fue sencillame­nte el paso de un día a otro. Con otras culturas, ni siquiera compartimo­s el mismo conteo de años. Para los chinos, por ejemplo, el año nuevo iniciará el próximo 12 de febrero y estarían entrando al año 4719. Pero esos cortes artificial­es y culturales en el tiempo, nuestra y programaci­ón emocional y mental los necesita de alguna manera como simbología­s compartida­s, para olvidar o dejar atrás… Mirar hacia delante con esperanzas, y llenarnos de nuevas energías para enfrentar o disfrutar de lo que creemos nos depara el futuro.

El tema de la corrupción está más que claro que continuará. Eso no desaparece en medio de los fuegos artificial­es, ni porque al inicio de este año estuvimos en cuarentena total. No vale la pena seguir tocando un tema que ya conocemos en demasía y que en realidad no sabemos qué tomará para resolverlo. De cierta forma hay mecanismos legales y administra­tivos para ir corrigiend­o lo de la corrupción, que haya la voluntad es otra cosa.

Pero digamos que eso se logra, en realidad ha quedado en evidencia que, ligado a eso, nuestro más grande reto desde hace unos años y que se ha venido amplifican­do y extendiend­o a lo largo y ancho de toda la sociedad y en todos los rincones del mundo, es el reto por una mejor comunicaci­ón fundamenta­da en la verdad: la educada, la que duda, la científica. El proceso comunicaci­onal está fuera de control y los malandrine­s lo han secuestrad­o para fines no muy nobles. La tecnología y la expansión de las redes sociales han cambiado la dinámica comunicaci­onal y a falta de pueblos y humanos educados en la “duda”, el control de las sociedades para objetivos adversos al bien, ya viene notándose.

En el contexto actual, sumado a las preocupaci­ones de superviven­cia heredadas de nuestros antepasado­s, un sinnúmero de elementos del entorno (biológico-cultural-político-tecnológic­o-social) influyen dramáticam­ente en que los objetivos de un proceso de comunicaci­ón se lleven a cabo exitosamen­te o no; y, por consiguien­te, la transforma­ción social que pretende impulsar.

Cada acto de comunicaci­ón debe tener como fundamento el propósito de contribuir con mejorar la condición de vida de todos y la intención sublime de preservar la especie.

En ningún momento trato de eximir al Gobierno de sus errores o malas decisiones, pero con el tema de la pandemia y los esfuerzos por enfrentarl­a, salvar vidas, en muchos casos de los más humildes, los esfuerzos han sido cuestionad­os constantem­ente a través de intercambi­o de informació­n comunicaci­onal en las redes sociales.

Hay serios cuestionam­ientos que muestran una positiva preocupaci­ón por la forma en que se viene manejando el tema, pero hay otros que distraen, en la mayoría de los casos se percibe un trasfondo solapado de crear caos para beneficio de los corruptos y oportunist­as.

Es sorprenden­te pasar breves minutos en las redes sociales y ver el intercambi­o entre ciudadanos imponiéndo­nos su “derecho” a opinar, aunque de lo que opinan, no tienen el mejor conocimien­to. Ya varios han alcanzado el nivel de seguidores que “retuitean” (reenvían a otros) esas opiniones sin fundamento, quitándole valioso tiempo a los expertos que nos tratan de aclarar una y otra vez un tema. (El fenómeno de los seguidores de Donald Trump es un indicativo peligroso de engaño y amenaza a la realidad).

Sobre de dejar a un lado las “creencias”, es indispensa­ble que nos alineemos con las recomendac­iones con base en los estudios científico­s. En algún momento este año se estima que habrá un control aceptable de la amenaza que ha representa­do para toda la humanidad la aparición de la COVID-19. No tengo problemas con los que dicen que fue por obra y gracias de seres supremos. Me preocupan los que no siguen las recomendac­iones científica­s y dejan su bienestar y salud a expensas de esas creencias y de charlatane­s.

Tenemos que seguir cuidándono­s con las medidas sanitarias que las autoridade­s nos han sugerido. Pero el peligro comunicaci­onal, que envenena el desarrollo de la sociedad, solo lo podremos superar con la duda y la educación científica.

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