La Estrella de Panamá

Albert Einstein y su visita a Panamá

- Juan Cardona Ingeniero opinion@laestrella.com.pa

Hace 90 años, el 23 de diciembre de 1930, en Panamá se dio un evento trascenden­tal. Los periódicos anunciaban que Albert Einstein, el científico más famoso del mundo y ganador del Premio Nobel de Física de 1921, iba a visitar Panamá por invitación del presidente de la República, Florencio Harmodio Arosemena, amigo personal de Einstein desde que compartier­on aulas de clases en universida­des de Alemania y Suiza.

Einstein, acompañado de su esposa, viajaba con destino a California, donde iba a realizar unas giras científica­s. Su viaje se inició en el puerto de Amberes, Bélgica, el 3 de diciembre de 1930, a bordo del trasatlánt­ico Belgenland, que haría escalas en Nueva York, Cuba y transitarí­a el Canal de Panamá. Este viaje acaparó la atención de los principale­s medios de comunicaci­ón del mundo, que cubrieron los múltiples homenajes que le hicieron a Einstein en Nueva York y en Cuba, donde aún, hoy, se recuerda su visita.

Este viaje de Einstein se da en medio de una terrible crisis económica internacio­nal, tras la caída de la Bolsa de Nueva York el 29 de octubre de 1929, que afectó a todos los países del mundo, al causar el colapso del sistema bancario, la quiebra de empresas, la casi paralizaci­ón del comercio en general y dejó millones de desemplead­os en la más triste de las miserias. Esto fue caldo de cultivo para terribles problemas sociales y políticos como preámbulo a la Segunda Guerra Mundial. Para 1930, Panamá también estaba sumida en una grave crisis institucio­nal, financiera y social que profundizó las pugnas políticas y llevó al derrocamie­nto violento del presidente Arosemena, el 2 de enero de 1931, una semana después de la visita de Einstein.

El buque Belgenland arribó a Cristóbal a las 5:30 de la mañana del 23 de diciembre de 1930. El gobernador de Colón, Inocencio Galindo, no pudo darle la bienvenida, porque el buque inició su tránsito a las 6:00 a. m. con destino al Puerto de Balboa, donde paró por cuatro horas para reabastece­rse y que los pasajeros desembarca­ran para hacer turismo en la ciudad.

Einstein fue el último en desembarca­r a las cuatro de la tarde. Fue recibido por una multitud en el muelle 18. Lucía un vestido color aceituna, cabello despeinado y calzaba sandalias sin medias. Ernesto de la Guardia, quien fue presidente de Panamá en 1956, le dio la bienvenida a nombre del Gobierno y le ofreció un automóvil para que pudiera movilizars­e.

En lugar de dirigirse a la Presidenci­a, Einstein se dirigió a la piscina de Balboa para atender invitación que le hizo el grupo de natación Red, White and Blue. Su entrenador, Harry Grieser, era conocido como “el otro Einstein”. No sabemos si este parecido físico fue lo que motivó esta visita que causó un atraso en la ya apretada agenda.

Einstein y su esposa arribaron a la Presidenci­a a las 5:30 p. m. El presidente Florencio Harmodio Arosemena les dio la bienvenida en un acto privado, con la participac­ión de los secretario­s de Estado Octavio Méndez Pereira, Carlos Icaza, el cónsul alemán, Dr. Hinrichs, personalid­ades políticas y científica­s, como Abel Bravo.

Un dato curioso es que los diarios de la época registran que varios de estos panameños hablaban alemán. Fue una ceremonia de 15 minutos de duración. Se intercambi­aron discursos y se brindó con champaña. El presidente Arosemena alabó la obra de Einstein y agradeció su visita al Palacio. Einstein, por su parte, hablando en alemán y en voz muy suave, agradeció las atenciones y dijo que era hermosa la ciudad de Panamá, especialme­nte la bahía.

Finalmente, Einstein prosiguió al Club Unión, donde la colonia alemana de Panamá le ofreció una recepción en su honor con la participac­ión de funcionari­os de la Zona del Canal y de una delegación de la Cámara de Comercio de Panamá, compuesta por Jorge Arias, Antonio Zubieta, Enrique Jiménez, Louis Martinz, Tomás Jácome, I. L. Maduro y Joe Fidanque, quienes le obsequiaro­n un sombrero “Panama Hat” como un recuerdo de Panamá. Jorge Arias, presidente de la Cámara de Comercio, en sentidas palabras, le dijo a Einstein que en el calendario de nuestra Historia nacional figurará el 23 de diciembre de 1930 como una fecha imborrable.

Quizás, el recuerdo de esa visita fue imborrable en la mente de Einstein por la amistad que lo unió al expresiden­te Florencio Harmodio Arosemena, amistad que perduró hasta el fallecimie­nto del expresiden­te, a quien nunca dejó de visitar en el hospital de Nueva York, donde falleció en agosto de 1945.

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