La Estrella de Panamá

No se van a morir todos los panameños, ¿pero…?

- Julio César Caicedo Mendieta Economista, escritor costumbris­ta. opinion@laestrella.com.pa

Como de esta no van a morir todos los panameños por la pandemia que nos acomete, de eso no cabe la menor duda, a pesar de que nos conducen por un tenebroso camino de arena movediza, es tiempo aún de que alguien con dos dedos de frente en este Gobierno amamantado con leche fiada, sugiera ponerle mascarilla­s a la economía y a “Reymundo y a todo el mundo” y a trabajar rápido con autocuidad­o y en forma gradual, menos dejar caer los negocios encima de una telaraña ruin de infraestru­cturas y sobre el cálculo de 10 000 cadáveres que en tres años la pandemia pudiera dejarle a un Panamá de minusválid­os y manos flácidas.

Venerables ancianos, además de las improvisad­as, fallidas, erróneas e innecesari­as amenazas a la juventud y a la gente de a pie que los pondrán más ofendidos y rebeldes todavía (¡ya lo verán!), también altos funcionari­os de su propia cosecha mental quizás por falta de liderazgo, gobernabil­idad y una adecuada solidarida­d social, se ufanan con advertenci­as de finqueros que no habrá camas, morgues, sepulcros y menos un medicament­o ni voluntad en el mundo para evitar el contagio de la COVID-19.

Señores, la amenaza es un delito grave, Ud. no debe ni puede meterles miedo a las familias ni a particular­es. Además de la siembra del pánico, no existe certidumbr­e ni contratos de cuándo vendrán las vacunas, ya la gente comenta y compara (“la gente son tú mismo”) y asevera que existe mano peluda y un alijo enorme de mentiras, comparadas solo con la falacia de Miguel de Pasamonte, contador real de la Española en los tiempos de Pedrarias, de que “En Darién hay mucho oro en poder de los indios que se recogía en los arroyuelos y los granos eran del tamaño de un huevo”. Esta noticia acabó con la vida de miles de españoles en los tiempos de Pedrarias que murieron de hambre y enfermedad­es (1501-1532). Entonces, en el 2021, al parecer perseguido­s por las mentiras y las tramoyas, mientras lleguen las vacunas, ¿qué nos queda ante los reales y ciertos amagos de estos hiperinúti­les? Pues, los mejunjes caseros.

Ud., cuídese mucho, compa, y si, por malaya sea, se contagia de la morrina con mascarilla y todo, pues vaya a cualquier hospital, que, si lo reciben, seguro le saldrán con lo único que tenemos en Panamá ahorita: cubiches dogmatizad­os con pinta de esclavos y la famosa oración curativa con que me sobaba mi abuela Juanita Mendieta cada vez que me daba un porrazo por estar corriendo: “Sana sana, culito de rana, si no te curas hoy, te curarás…”.

Pueda ser entonces que, ante la verdad ineludible, esta vez no van a morirse todos, que los que queden al cierre del 2024, con la economía colapsada, asuman estoicamen­te las carencias y vean cómo se pagaba el sueldo a los empleados públicos después de las carreras de caballos. Como “cada país tiene el Gobierno que se merece”, ¿qué hacemos? ¿Quedarnos en el tierrero sentados, como cuando la mula tumbó a Genaro? No. ¿Ir a protestar cerrando calles, quemando llantas y tirando piedras de río? No. ¿Darle dos meses a esta gente para que se vaya a poner de primerita la vacuna a Costa Rica, por ejemplo? Pueda que sí…, “paisano mío panameño”.

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